¿Existen estadísticas de paro?
Coincidiendo con la aparición de la última EPA (encuesta de población activa) hemos venido asistiendo a una campaña de declaraciones protagonizadas por cualificados representantes del Gobierno socialista (vicepresidente, ministro de Trabajo, director general del Instituto Nacional de Empleo) cuyo objetivo era poner en duda y restar importancia a las estadísticas del mercado de trabajo, sosteniendo que no son fiables, ya que incluyen como parados a los que están trabajando en la economía sumergida.Recordemos que durante 1984 el número de trabajadores parados según la EPA aumentó en 435.600, y que el programa a medio plazo del Gobierno de septiembre de 1983 preveía en los dos primeros años de legislatura socialista 320.000 empleos más y reducción del paro en 167.000 personas. Los datos de estos dos años demuestran, por el contrario, la destrucción de medio millón de puestos de trabajo y el aumento del paro en 634.000 personas. Es por ello que lanzar cortinas de humo sobre este gravísimo problema o intentar disimular su gravedad es sumamente peligroso y arriesgado; conviene, por tanto, hacer algunas precisiones necesarias sobre la validez de las tesis institucionales en dos ámbitos diferentes: estadísticas EPA y paro registrado.
Tasa de actividad
Con respecto al primero, hay que decir que la EPA recoge deficientemente el número de parados; no hay que extrañarse de ello: fue definida en una época en que el pleno empleo era un objetivo irrenunciable y se consideraba que todo trabajador parado que buscara empleo lo encontraría fácilmente. La situación actual no es precisamente la misma, y su reflejo estadístico es que a todos aquellos trabajadores que no buscan activamente empleo, porque saben que no lo van a encontrar, se les considera población inactiva.
La tasa de actividad -relación entre población activa y el total de población en edad de trabajar- no ha hecho otra cosa que descender desde 1975, situándose en cotas sensiblemente inferiores a las de cualquier otro país europeo. Uno de los efectos más visibles de esta disminución es la ralentización del ritmo de incorporación al mercado de trabajo de las nuevas generaciones (18.000 en 1984) sin que ningún estudio demográfico pueda. explicar coherentemente esta situación.
Por tanto, podríamos estar de acuerdo en la tesis gubernamental de que las estadísticas no recogen el paro real; cuando empiezan las diferencias, y no, precisamente de matiz, es cuando, ésta sostiene que hay que excluir de las mismas a un millón, de trabajadores que están en la economía sumergida, y nosotros nos inclinarnos porque el paro supera ampliamente los datos actuales. Hagamos cuentas: si mantenemos la tasa, de actividad de 1975, el incremento del paro sería de 1.000.030, situándose por encima de los 3,7 millones de parados.
Respecto al segundo ámbito arriba mencionado, paro registrado (trabajadores controlados por las oficinas de empleo), dependientes del Inem, actualmente por debajo de la encuesta de población activa en 200.000 trabajadores y blanco de las últimas polémicas, consideramos que es más un instrumento administrativo que estadístico, y por tanto, más fácil de retocar. Valgan varios ejemplos para resaltar lo dicho.
Medidas 'disuasorias'
El director general del Instituto Nacional de Empleo (Inem) emitió una circular (instrucción 57/84) titulada Procedimiento estadístico sobre empleo, de obligado cumplimiento para todas las oficinas de colocación del país, con fecha de vigencia 8 de noviembre de 1984, y denunciada en su día por CC OO, por la que introduce una serie de modificaciones para "clarificar más los datos generales de las estadísticas", desarrollando un nuevo proceso de elaboración mensual, a poner en práctica el 1 de diciembre de 1984; en dicha norma se establece que no debe ser considerado paro registrado ni los trabajadores agrícolas ni a los mayores de 55 años acogidos al decreto 3/84.
A lo anterior se unen varias medidas disuasorias, como son la obligatoriedad de los demandantes de empleo de rellenar unos cuestionarios en los que si en la profesión consta estudiante (cosa lógica en un chaval que se registra por primera vez en busca de empleo: acaba de salir de cualquier rama de la enseñanza y no tiene ninguna experiencia profesional) se le meterá en la clave 17 y figurará como no parado en la estadística. Con estas y otras medidas (menor plazo para renovar la demanda, citaciones indiscriminadas a presentarse durante hasta un mes diariamente en la oficina, etcétera) nos encontraremos que, con un poco de suerte -ioh, milagro!-, el Inem contará con 800.000 trabajadores menos en las próximas elecciones generales.
Servicios de empleo
Resultaría anecdótico, si no fuera tan penoso por el colectivo del que se trata, precisamente el más marginado y desfavorecido de nuestra sociedad, que el Instituto Nacional de Empleo utilice su estructura y su estadística no para medir la eficacia de los servicios públicos de empleo de la Administración: formación profesional bastante obsoleta e ineficaz, cobertura, prospección y ofertas de empleo (en este momentop el Inem no llega a ofertar ni el 10% del total de los contratos de nuestro país), mejor atención y asesoramiento a los parados, que es para lo que fue creado, asi como una mayor participación de las fuerzas sociales en las comisiones ejecutivas y consejo general del instituto; todo ello es sistemáticamente olvidado y parece como si toda la estructura del instituto se pusiera al servicio de la orientación en cómo medir el paro para que nos dé los resultados apetecidos.
Para terminar, algunos comentarios sobre la economía llamada informal o sumergida. Lo primero es la demagogia que se está haciendo con el término, junto con la pasividad formal de la Administración, que es quien más lo utiliza para restar importancia al paro.
Los trabajadores que la padecen están sobreexplotados, marginados y en muchos de los casos sin posibilidad de que se cumplan los más elementales derechos recogidos en la Constitución. Por otra parte, supone una dilapidación de recursos, para obtener plusvalía, que no repercuten al conjunto de la sociedad. Es por ello urgente una accion coordinada de las distintas fuerzas sociales -Administración, patronales y sindicatos- que ponga en marcha planes concretos para, en unos casos, desenmascararla, y en otros, hacerla emerger.
Y para terminar, es necesario que las estadísticas recojan y den cuenta exacta de la realidad de nuestro país, máxime en un tema de la trascendencia del paro; pero ello no se logra modificando de forma arbitraria y electoralista las cifras: el paro disminuye creando empleo, y ésta debe ser la preocupación fundamental del Gobierno.
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