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La industria automovilística de EE UU, atemorizada ante una invasión de coches japoneses

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan tenía que elegir entre los consumidores o la industria automovilística y sus trabajadores. El presidente ha elegido favorecer a los primeros, que estaban pagando 1.100 millones de dólares cada año (más de 200.000 millones de pesetas), para mantener restringida la entrada de coches japoneses en Estados Unidos. Las cuotas voluntarias que limitaban a 1.850.000 unidades anuales la venta de coches japoneses desde hace cuatro años han sido levantadas por Reagan en nombre de la filosofía del libre comercio, que tan militantemente defiende, y con el objetivo de que Japón abra sus mercados a Estados Unidos en justa correspondencia.Este país tiene un déficit comercial con Japón de 37.000 millones de dólares anuales. Si esta operación no es comprendida por los socios comerciales de Estados Unidos, pronto será muy dificil para la Administración desoir las llamadas al proteccionismo.

La industria automovilística de Detroit, que ha disfrutado de un mercado semiprotegido durante los últimos cuatro años, ha puesto el grito en el cielo, atemorizada ante la posibilidad de una invasión de coches japoneses más baratos que los americanos de pequeño o medio tamaño. Para el pesidente de la Chrysler, Lee Iacocca, el viernes día primero de marzo, fecha en que el presidente decidió acabar con las cuotas, "fue un día triste para América". La Ford es de la misma opinión, pero no así General Motors, que está preparada para importar 300.000 nuevos coches de sus socios japoneses Isuzu y Suzuki. Los sindicatos también han reaccionado negativamente asegurando que la decisión supondrá la pérdida de 200.000 puestos de trabajo.

Sin embargo, la realidad es terca y asegura que no hay manera de detener la caída de puestos de trabajo en la industria automovilística, ni la menor participación de los coches americanos en el mercado total, como no la hubo para frenar la decadencia de la industria siderúrgica frente a la competencia brasileña o surcoreana. La venta de coches japoneses suponía anualmente, con las cuotas ahora derribadas, un 18,6% del mercado americano y si no se produce una autolimitación por parte de los japoneses se estima que podría llegar en el futuro a un 33%.

Tregua voluntaria

La tregua voluntaria ofrecida por los japoneses durante cuatro años ha servido para que la industria de Detroit, que perdía en 1980 4.200 millones de dólares, obtuviera el pasado año unos beneficios de 10.000 millones de dólares. La industria automovilistica ha recortado sus costes, ha automatizado al máximo la producción reduciendo la mano de obra y ha diseñado coches más pequeños y de menos gasto para poder compartir con los vehículos asiáticos, a los que favorece el alto valor del dólar, los costes más baratos de la mano de obra y la mayor productividad de sus operarios. A pesar de todo, los coches japoneses cuestan aún 1.500 dólares menos, como media, que los norteamericanos. La General Motors ya ha decidido gastarse centenares de millones de dólares para fabricar el nuevo pequeño coche del futuro, el Saturno, capaz de competir con los japoneses.Aunque en un principio se calculo que pueden entrar este año aquí 750.000 coches japoneses más de los casi 2.000.000 que ya lo hacían, cálculos más ajustados aseguran que este año se venderán en Estados Unidos unos 200.000 coches japoneses, que tendrán gran cuidado de no inundar el mercado porque saben muy bien que esto provocaría la petición de medidas proteccionistas.

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