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VIAJES

La puerta de África

Tarifa conserva las huellas de una larga historia de sitios y resistencias

Es el punto y final del continente, el extremo que separa mundos, el preciso accidente geográfico que permite al Mediterráneo llevar con merecimiento el nombre de mar. En sus orillas, las olas se alborotan y África entera se hace presente en ese terrible viento que limpia las playas y vuelve locos a los hombres. Tarifa tiene un nombre tan sólido en nuestro pasado que sus límites concretos parecen haberse borrado de la realidad.Sólida fortaleza

Dicen que fue ciudad fenicia y luego romana, aunque estuviera reducida a la nada cuando el caudillo Tariq, un verano del año 710, desembarcó en este justo lugar al frente de la expedición que prepararía la invasión musulmana un año mas tarde.

Los recién llegados hicieron de Tarifa una sólida fortaleza, y empezó entonces la larga historia de sitios y resistencias que se sucederían a lo largo de la reconquista, historia que tiene su culminación en el tan ejemplarizado comportamiento de Alonso Pérez de Guzmán, el heroico Guzmán el Bueno, que lanzó desde la muralla, antes de rendir la plaza, el cuchillo con que el enemigo habría de dar muerte a su propio hijo.

Tiene Tarifa, a pesar de su de terminante aureola histórica, una existencia real. Mediterránea y mora, con evocaciones innegablemente africanas, se desenvuelve en placitas, palmeras, araucarias y calles blancas. Su antiguo castillo es monumento nacional y se conservan en relativo buen estado gran parte de sus murallas y algunas de sus puertas. Aún se pueden rastrear los restos de la mezquita, convertida después de la conquista en la parroquia de Santa María.

Y las montañas crecen a espaldas de la ciudad, empujándola aún más hacia ese mar que Tarifa estrecha. Kilómetros de playas casi deshabitadas la bordean, mirando ya a un océano que se resiste en vientos y olas a dejarse encajonar entre los dos continentes.

UNA FÁBRICA CONSERVERA ROMANA

A tan sólo 15 kilómetros de Tarifa, a través de una desviación que nace, bien señalizada, de la nacional que se dirige a Cádiz, se encuentran las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia. Sus orígenes se remontan al siglo II antes de Cristo, cuando la zona era ya un importante banco pesquero, y surgió en torno a una factoría de salazón. Allí se elaboraba el garum, una especie de pasta fabricada con las entrañas de pescados, que se encontraba en la lista de los manjares mas codiciados por los gourmets del imperio. El lugar es hermosísimo. Situada casi al borde mismo del mar, la ciudad conserva los restos de las antiguas factorías, la pesquería y el primitivo trazado urbano. Los restos del foro, el capitolio, la basílica, el mercado y el teatro confirman la importancia comercial y el poderío económico que llegó a alcanzar Baelo Claudia a mediados del siglo I.

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