Nuevas posibilidades en Oriente Próximo
LA REUNIÓN celebrada en Viena por las delegaciones de, EE UU y la URSS sobre Oriente Próximo se presenta en su mismo planteamiento, con aspectos sorprendentes; se dice que no se trata de una negociación, sino simplemente de un intercambio de puntos de vista; es lo que normalmente se hace por los canales diplomáticos habituales. Por otra parte, incluso si tuviesen esa intención, no parece que en la actualidad Washington y Moscú pudiesen elaborar una solución para dicho problema. La reunión de Viena se explica más bien como una pieza en la reanudación del diálogo soviético-norteamericano; la exploración conjunta de cuestiones conflictivas ensancha quizá el ámbito de eventuales compensaciones. En todo caso, la URSS ha obtenido cierta satisfacción después de siete años durante los cuales EE UU ha negado sistemáticamente su derecho a estar presente en la discusión de los problemas de esa parte del mundo.Sin embargo, las novedades en Oriente Próximo, y son sustanciales, no dimanan de la diplomacia Este-Oeste, sino de las realidades concretas sobre el terreno. Cabe destacar dos de ellas: primero, la retirada de Líbano de las tropas israelíes, cuya primera fase ha concluido. Ello realzará sin duda el papel de Líbano. Esta retirada expresa, sobre todo, un talante nuevo por parte de Israel. Simón Peres y su ministro de Defensa, Isaac Rabin, no son lo mismo que Beguin o Shamir. En los recientes viajes del primer ministro laborista, a pesar de declaraciones contradictorias, es imposible no advertir un esfuerzo por explorar los posibles marcos de un diálogo sobre la cuestión palestina. Es sintomática la escala de Bucarest, capital de un país del Pacto de Varsovia, el único que jamás rompió sus relaciones con Israel, sobre todo porque Yasir Arafat precedió a Peres por pocos días en la capital rumana. Todo indica que se están utilizando canales indirectos para examinar si existen o no posibilidades de acercamiento.
La segunda novedad estriba en el acuerdo concluido el 11 de febrero entre el rey Hussein de Jordania y Yasir Arafat. Aunque oficialmente su texto no se ha hecho público, se sabe que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) acepta figurar en una delegación conjunta con los jordanos, lo que flexibilizaría considerablemente el tema superconflictivo de los componentes de una eventual mesa de negociación. La OLP acepta que el Estado que se debería crear mañana en los territorios evacuados por Israel entre en una confederación con Jordania, lo que permite obviar, al menos en teoría, algunos de los principales obstáculos en el camino de una aplicación integral de las diversas resoluciones de la ONU sobre la cuestión. Arafat está encontrando, como en ocasiones anteriores, serios obstáculos en sus propias filas para llevar adelante esta política. Pero es poco probable que renuncie a ella. Para comprender la lógica de la política de Arafat hay que ver en él sobre todo a un hombre de Estado. Su objetivo no es de izquierda ni de derecha: es crear una entidad estatal que sea una patria para el pueblo palestino. Cuando se le cerró la vía militar, en la que contaba con apoyos de la izquierda árabe y de la URSS, inició, con su visita a Egipto, el viraje que ha desembocado en el reciente acuerdo con el rey Hussein. Ha dado así pasos considerables para situar el problema palestino en el marco de las preocupaciones de los países árabes moderados. Durante más de 20 años, la cuestión palestina ha sido el principal impulso a la radicalización en el mundo árabe. Ahora, con la amenaza del fundamentalismo islámico, es lógico que los dirigentes moderados se afanen en aplacar ese factor.
Estas nuevas posibilidades que aparecen en el escenario de Oriente Próximo son importantes, pero no anuncian una solución, al menos en un plazo corto. Italia, después del viaje a Egipto de los presidentes Pertini y Craxi, y de la visita de Peres a Roma, acaba de reiterar que no ha llegado el momento de una iniciativa europea. Sin embargo, dos tendencias se abren paso en medio de la complejidad de los problemas: un mayor peso de los factores locales o regionales; si aparece un horizonte de negociación, será sobre todo en función de las posiciones adoptadas por Israel, la OLP, Jordania, Egipto, etcétera. Ello no disminuye la importancia del marco internacional; pero probablemente con modalidades nuevas. Los factores propiamente militares tienden a pesar menos: EE UU se marchó de Líbano hace un año; Israel se está retirando del sur de Líbano. Los hechos evolucionan hacia momentos de predominio de la política y de la diplomacia.
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