Indicios de reactivación económica
A FALTA de conocer la encuesta de población activa (EPA) del cuarto trimestre del año, que reflejará con la mayor exactitud estadística posible la evolución del empleo, ya se puede hacer un balance del comportamiento de la economía española durante 1984. Este balance puede calificarse de globalmente positivo. De la marcha cotidiana de la economía parece desprenderse que, por primera vez en casi una decena de años, hay indicios de una cierta recuperación. Existen señales de que la luz que anuncia el final del túnel está a punto de aparecer, aunque no sean inequívocas ni unidireccionales.Indicadores como el consumo y producción de electricidad (en el primer mes de este año han crecido alrededor de un 8,5%), la fuerte disminución del protesto de letras, el índice de producción industrial, el incremento de la partida de publicidad de las empresas que se anuncian, la inversión en bienes de equipo o la evolución de la bolsa permiten suponer que el barco se mueve. Pero no todo es mágico en la coyuntura; en el pasado ejercicio, por ejemplo, descendieron la inversión fija y la producción de automóviles. Y, lo que es más grave de todo, el consumo interno resultó negativo en un 1%, lo que ocurre por segunda vez en 15 años. Ello significa que los españoles gastaron menos en consumir que un año antes, tendencia preocupante y que abona la tesis de que se está exportando ahorro hacia el exterior.
Son datos contradictorios que impiden afirmar con rotundidad que la batalla de la crisis esté ganada. Sin embargo, la misma existencia de la contradicción es positiva. Hasta ahora, excepto los gurús templados por los intereses políticos, nadie se permitía el lujo de profetizar el final de la recesión; se establecían calendarios y ritmos voluntaristas que terminaban en clamorosos fracasos de interpretación.
Pese a todo ello, el balance del año 1984 es cuando menos interesante. La reducción de la inflación a menos de dos dígitos (9% de crecimiento del índice de precios al consumo, un 3,2%. menor que en 1983) no había ocurrido desde 1973, justo cuando comenzó la primera crisis del petróleo. La importancia de esta reducción se mide en relación con lo ocurrido en otros países de nuestro entorno. Pese a que 1984 ha sido un año marcado en las políticas económicas occidentales por la lucha antiinflacionista, España ha logrado reducir sus diferenciales con la inflación de la Comunidad Económica Europea, Japón y Estados Unidos. A finales de 1983, el diferencial entre la inflación europea y la española era de cinco puntos; un año más tarde se había reducido a un 3,5%. En Japón y Estados Unidos, la inflación subió respecto al ejercicio anterior, pero su porcentaje final todavía está a años luz del nuestro (2,6%. en Japón y 3,9% en Estados Unidos).
Las cifras de comercio exterior también han sido altamente significativas. Las exportaciones crecieron en términos reales un 20% y el déficit comercial descendió casi un 45% en el ejercicio pasado. La cobertura de exportaciones sobre importaciones fue del 81,62%, tan alta como el récord de 1978. Otros factores positivos han sido la contención del déficit público (se han cumplido las previsiones de dejarlo en un 5,5% del producto interior bruto), el aumento de los ingresos por turismo y el mismo crecimiento de la economía española, de un 2,5%.
Convertidas en utópicas las ofertas electorales de crear 800.000 puestos de trabajo apenas meses después de ganar los comicios, el Gobierno se enfrenta ahora con que no puede quebrar la tendencia al crecimiento del desempleo. Las intenciones de depurar las cifras de parados para homologarlas a las europeas y los estudios para conocer con exactitud el alcance de la economía sumergida son loables, pero sus resultados no servirán para hacer comparaciones respecto al pasado.
El Gobierno se enfrenta con una doble alternativa para la segunda parte de la legislatura: persistir en la corrección de los desajustes pendientes (reducción de la inflación para hacer competitivos los productos españoles en el exterior, disminución del déficit presupuestario y mejorar y controlar el gasto público); o buscar los caminos de un impulso que estimule el consumo interno y logre un crecimiento que permita rectificar la línea ascendente del paro sin que ello signifique volver a la senda inflacionista.
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