Lo importante está en otra parte

No siempre la importancia musical está en el teatro de la plaza de Oriente. Es más, con frecuencia se encuentra en otra parte, aunque suceda que, incluso quienes la niegan, se dejen ganar por la importancia del concierto como hecho social. Esta vez nada puede reprocharse a la crítica, pues estaba casi en bloque allí donde debía estar en la vieja universidad de San Bernardo, asistiendo al nacimiento de un nuevo y excelente coro de cámara, que renunció a lo fácil y acomodaticio para interpretar obras de Julio Gómez, Tomás Marco, Rodolfo Halffter, Anton Brucktier, Francis Poulenc, Gyorgy Ligeti y Randal Thompson.Forman la Coral de Cámara de la Comunidad de Madrid unas 40 voces jóvenes y bien impostadas y dirige el conjunto un maestro de tan amplia formación y larga práctica como certero conocimiento de los estilos: Miguel Groba y Groba. El ajuste del grupo, logrado tan sólo en tres meses escasos, resultó espléndido y nos anuncia que la coral de cámara puede cubrir con brillantez los objetivos señalados por el consejero de Cultura, José Luis García Alonso: difundir la música coral de todos los tiempos e incitar la creación de agrupaciones análogas.

Para esos y otros fines artísticos, lo primero es hacer bien la música. Miguel Groba y su coro lucieron una calidad admirable y, lo que es más dificil en una agrupación recién nacida, una ductilidad que les llevó a afinar con igual justeza el tríptico de Julio Gómez, el Aleluya de Marco, las dos páginas de Ligeti, los motetes de Pciulenc o el himno comunitario, de García Calvo y Sorozábal Serrano. Y no se trata tan sólo de afinar en el sentido primario de entonar con exactitud, sino en el más amplio que comprende el refinamiento del estilo, la elegancia de la dicción, la imaginación sonora e incluso la misma vitalidad que exigen los distintos autores y obras.

Son preciosas las canciones de Julio Gómez, escritas a comienzo de los años cuarenta, y, a mi modo de ver, representan bien el talante del músico y profesor español. Creaciones de raíz cultural y de finalidades populares, nada tienen de fácil acarreo nacionalista y resuelven, tras una aparente sencillez, problemas compositivos dificiles, como el tratamiento del romance, al tiempo que apuntan soluciones armónicas interesantes y situadas en línea con la de otros compositores de generaciones siguientes.

Muy atractivos son también los Epitafios de Halffter para las sepulturas de Don Quijote, Dulcinea y Sancho Panza, compuestos en México entre los años 1947 y 1953. Sorprendente por la seguridad de trazo y la energía expresiva, el ensayo de síntesis polifónica sobre bases armónicas y tonales fundamentales realizado por Tomás Marco en su Aleluya. Los tres españoles seleccionados nacieron en Madrid.

La segunda parte era tan significativa y difícil como la primera y venía a darnos otra dimensión de Madrid: su constante mirar hacia afuera, su deseo de incorporar cuanto se produce más allá de los Pirineos. Anton Bruckner nos dejó quizá sus pentagramas más bellos en las obras corales, como lo demuestran cumplidamente las dos piezas sacras (Os justi y Ave María) interpretadas ahora. De la polifonía de Francis Poulenc ha de recordarse siempre que se trata de uno de los más hermosos legados de toda la música de nuestro siglo.

Aun siendo de 1955, Noche y Mañana nos descubren, aunque sea azorísticamente, qué es y en qué consiste la sustancia poética y atmosférica de Ligeti, uno de los verdaderos maestros de nuestro tiempo. Randal Thompson derrocha efusión dentro de un cierto convencionalismo en su Aleluya. El éxito fue total y la asistencia desbordó todas las previsiones.