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Reportaje:

El 'pas de trois' de los golpistas bolivianos

Los militares que secuestraron a Siles Zuazo enamoran a las chicas de un pueblo manchego

El principal error del presidente Hernán Siles Zuazo en junio de 1984 fue no conocer el libreto que dio origen a una de las coreografías de Marius Petipa, y no saber que los, cisnes de blancas alas que de día revoloteaban en su entorno podían convertírsele por la noche no en doncellas, pero sí en oficiales del Ejército boliviano. Siles conocía la precisión de movimientos que da la práctica de las artes marciales, habitual entre sus soldados, pero no llegó a adivinar que el toque, artístico de la puesta en escena de su secuestro podía provenir de los cuatro años de ballet que cursó el capitán Carlos Barriga en el Conservatorio de Cochabamba.El presidente fue sacado del escenario con ligeros pas de bourrée, en puntas. Cuando en Bolivia se restableció la luz del día, los oficiales quisieron ser de nuevo cisnes, pero despertaron sin más lago que el trasvase Tajo-Segura y sin otro bosque que la provincia de Albacete. Dos de los cinco cisnes volaron de nuevo a Bolivia, vía Barcelona, y allí parece que pretendieron ejercitar al presidente Siles en el virtuosismo de las piruetas hace unos días. Los otros trenzan aún un pas de trois por las llanuras manchegas, y hay quien les acusa, precisamente, de comportarse como si aquello fuera el Lago de los cisnes: como Sigfrido buscando a Odette.

Los casi 2.000 habitantes de Peñas de San Pedro, localidad de la provincia de Albacete a la que fueron trasladados los cinco oficiales que secuestraron al presidente boliviano el pasado 30 de junio, están acostumbrados a ver de todo. No en vano cada 28 de agosto miran impasibles cómo un grupo de nativos sale corriendo del pueblo en calzoncillos. Los nativos van a devolver el Santo Cristo de Sahúco, patrón del lugar, a una localidad cercana. Hace años, la imagen estaba en poder de unos monjes, a 15 kilómetros de Peñas, y los habitantes tuvieron que luchar tan denodadamente para que no se la, llevaran los de Pozuelo que salieron por la noche a defenderla tal y como estaban en la cama. El lunes de Pentecostés el Cristo llega a Peñas de San Pedro conducido por los habitantes del pueblo vecino en paños menores. Peñas lo devuelve a sus contrincantes a fines de agosto en una veloz caravana, cuyos componentes van igual de desvestidos.

El pasado mes de octubre las autoridades españolas decidieron que el teniente coronel Germán Linares; los capitanes Pablo Vargas Aranda, Carlos Barriga Montaño y Rafael Vargas Barriento, y el teniente de la policía militar Celso Campos residieran temporalmente en Peñas de San Pedro. Fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores aseguraron que su estancia en España duraría alrededor de un mes, hasta que fueran deportados a otro país, posiblemente latinoamericano. Su estancia se ha prolongado tanto que ha dado tiempo a que el teniente coronel Linares y el capitán Vargas Aranda regresaran a Bolivia, sin que nadie se haya dado cuenta no ya de las responsabilidades de su falta de custodia -debían presentarse a diario a la Guardia Civil-, sino tan siquiera de quién les ha pagado el billete.

Para entonces, los cinco participantes en el golpe de Estado con tra Siles Zuazo, que no quieren que se les califique de golpistas, porque piensan que el término no da buena imagen, y dicen, por boca de los tres que permanecen en España, que su situación "no es de confinados ni asilados, sino de huéspedes del Gobierno español, porque no estamos detenidos", habían hecho ya un relativo turismo por cuenta de la casa -han vivido, antes de volver a Peñas, en Ossa de Montiel y en Ayna, lugar este último con cierta experiencia en confinamientos, ya que estuvo allí, hace años, Raúl Morodo, actual embajador de España en la Unesco- y otro financiado por amigos o vecinos del pueblo, que les llevó, entre otros lugares, a Alicante. De esta ciudad puede proceder su confesado amor por la paella marinera. Parece que los bolivianos, con sus rasgos exóticos, su trato educado y amable, en el que todo el pueblo coincide, y su condición de foráneos y novedosos, empezaron a conmover a las lugareñas, y no sólo a las solteras. Y el manchego medio, muy racial al fin y al cabo, decidió poner pies en pared cuando ya alguna oriunda había llegado a desplazarse a Ayna, a más de 30 kilómetros, o a pasar ratos y ratos en la fonda La Gloria, donde se alojan los bolivianos en Peñas, para ver a los militares de verbo fácil, sudamericana dulzura y aspecto de no haber secuestrado jamás a un presidente. Y es que, según explica el capitán Rafael Vargas, 33 años, "hemos dado muestras de exquisita educación, porque somos gente con estudios, preparada, y nuestro comportamiento ha sido muy, muy ejemplar. Ahora, de todo eso que se dice... Al margen de haber perdido una serie de situaciones en nuestro país, no vamos a venir aquí a complicarnos la vida". Más coqueto, el capitán Carlos Barriga, 30 años y unas evidentísimas botas militares verdes, dice, cuando se le pregunta a qué se debe el éxito de los bolivianos entre las chicas del pueblo: "Responde tú como mujer".

Hace unos días, el capitán Barriga, Carlitos para sus compañeros de compló, llamó por teléfono a Emilia, de 24 años, que trabaja en Valencia y pasaba unos días en el pueblo. "Cogí yo el teléfono y le dije que no volviera a llamar, porque se podría encontrar conmigo y le daría dos tiros", dice el padre de la chica, Marcos Navarro, un jornalero que se queja de paro. Marcos dice que los tres militares "son unos caraduras que sacan dinero a todo el pueblo", pero también se pregunta "qué tendrán los bolivianos que las chicas hacían cola detrás".

El que Marcos Navarro hable en pasado de estas colas de chicas no es gratuito. A raíz del ingreso de un marido de Peñas en la residencia de la Seguridad Social de Albacete, aquejado de un infarto - "no fue un infarto, sino una alergia", dice Pili Bernabé, mujer del afectado y supuesta causante de la dolencia; "Sí, sí, algo del corazón fue", replica el alcalde-, las chicas del pueblo y sus familias se han replegado.

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Faltan hombres triunfales

Pili Bernabé, sus labores, madre de un hijo de siete años, dice de los bolivianos que "no me he relacionado con ellos; todo lo más, 'buenos días', 'buenas tardes' y punto, porque si ellos han ido a la discoteca, yo estoy de luto y no salgo". Y comenta la dolencia de su marido en términos de que "si una persona se pone mala en circunstancias de que estén aquí estos señores, ¿también se la tienen que cargar ellos? ¿O es que les da rabia a los hombres que los bolivianos vayan a la discoteca y hablen con las chicas? Y sin ser bolivianos", se dispara Pili, "¿es que aquí no hay hombres triunfales, que salgan? A mí no me molesta que estén en el pueblo, porque no se meten en mi vida. Las veces que han pasado, han saludado. Muchos tendrían que ser así y no seríamos todos burros".

Hay en Peñas incluso quien hace listas de afectadas por los encantos andinos: aparte de Pili Bernabé, Rosa, Ia del manco, la que se la dejó el marido y se fue a Canarias"; Ias de Blas, el guardia civil que murió: la madre y las dos hijas tenían relaciones con ellos"; "Loli, la de la peluquería de Pedrín Cebrián"; "Pepa, la chica de servicio de la fonda donde están"; eso sí, nadie se atreve a asegurar si "han pasado a mayores, aunque a veces estaban por ahí horas y horas", como dice un vecino.

Rosa Martínez, 36 años, con dos hijos de 10 y 8 y el marido que se fue un buen día a Canarias, reconoce que "el grupo de amigas hemos estado con ellos, hemos coincidido. Son extraordinarios ciento por ciento, y con una humanidad... Aquí se vieron solos y se les ha dado un cariño. Creo que han intentado hacer cosas por la gente del pueblo. Vieron a uno en paro con hijos y le querían ayudar económicamente. Pienso que lo que hicieron fue por el bien de su país, porque ellos van en contra de las drogas y las violaciones".

En la peluquería de Pedrín Cebrián se nota la marcha atrás femenina. La madre de Loli, la chica que lleva el negocio, no conoce de nada a los bolivianos, pero cuando se le dice que la gente comenta que tienen un trato agradable contesta que "hasta una amiga mía de Albacete me ha dicho que son encantadores y muy correctos". Pili dice primero que jamás los ha visto. Luego resulta que les conoce, "pero de pasada por el pueblo".

El alcalde de Peñas de San Pedro, José Bravo, está al frente de un pueblo que vive de las industrias cárnicas, la agricultura y la ganadería. Es socialista, como otros cuatro concejales, que comparten el Ayuntamiento con otros cuatro ediles de Alianza Popular. El alcalde, a quien los bolivianos llaman don Pepito, está absolutamente en contra de la permanencia en Peñas de estos militares que atentaron contra la estabilidad de su país, y cuenta que no sólo no le comunicó autoridad alguna que se los mandaba, sino que se enteró de que estaban allí por la calle, cuando llevaban en el pueblo cinco o seis días. "Aquí han hecho amistades íntimas, les apoyan, les dejan coches, les dan dinero, les iban a visitar a Ossa de Montiel y a Ayna, hombres y mujeres. Tenían frases de mucho cariño con la Guardia Civil, sobre todo el coronel, que era el portavoz y el líder; se les notaba la disciplina militar".

"Lo que no entiendo", sigue José Bravo, "es quién pagó los billetes de los dos que se fueron, que debieron marcharse hacia el 20 de diciembre, mientras estaban en Ayna, diciendo que iban a ver a unos familiares a Barcelona. Y tampoco me explico, si las autoridades saben que en este pueblo cuentan con apoyos, cómo me los mandan de nuevo aquí".

Seductores y entrañables

Los militares sublevados viven, en un ambiente absolutamente de familia, en la fonda La Gloria, propiedad de dos mujeres, Matilde y Encarna Bravo, que son hermanas del alcalde, aunque se dejarían matar antes de votarle. La primera fue concejala de UCD, pero José Bravo piensa que se ha convertido al terreno político de la segunda: "Antes, Alianza Popular, pero creo que ahora más bien Tejero". Ellas y sus maridos hacen la vida fácil, agradable y, sobre todo, muy barata a los tres espadones bolivianos, quienes, al amor de la lumbre de la fonda, repiten una y otra vez que pretenden "que nuestra permanencia en España sea tranquila, sin crear problemas a nadie ni creárnoslos nosotros. Que se entienda que no somos monstruos, delincuentes ni terroristas".

El capitán Barriga se pone seductor y entrañable para hacer comprender su preocupación de que Ileguen informaciones falsas a nuestras familias y a nuestro país, en el que teníamos una posición alta, porque todo lo que se ha dicho de nosotros son insultos y vituperios. No me interesa lo que pase en mi país, que suban o bajen 20 o 30 gobiernos". Dice que él y sus compañeros quisieran estudiar algo, aprovechar el tiempo, porque son gente con gran formación. Él no es un conquistador nato, "en la sociedad de la que provengo todo son buenas intenciones, y si invito a una chica a una discoteca no quiere decir que me haya acostado con ella".

Los tres son amantes del deporte, la música y la lectura. De hecho, el teniente Celso Campos, 28 años, se está cultivando "con una a colección sobre el generalísimo e Franco", y, aunque añade que "no soy simpatizante", porque Barriga le advierte de que "te van a llamar facha", Campos no ha podido por a menos que ir a visitar "las obras e que se hicieron durante su gobierno, ese trasvase para obtener e agua". Él no tiene "enamoradas en a Peñas, aunque conozco a toditas las chicas y son mis grandes amigas". Y está encantado con que e "Pepita y Matilde sepan que me gusta la sopita de fideo delgado".

Todo es en su entorno ingenuo y entrañable, tierno y dulce. Como lo es la voz que ponen para decimos e que han grabado toda nuestra conversación, lo que califican, entre avispados y melosos, de golpe bajo. Y es que les gustan los golpes de toda altura. Algunos, incluso, a 4.000 metros sobre el nivel del mar.

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