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Errores en la exposición del séptimo centenario de Alfonso X el Sabio

Los actos del año alfonsí continuarán hasta abril

La exposición dedicada a Alfonso X el Sabio en el séptimo centenario de su muerte (1284-1984) ha sido clausurada, pero el año alfonsí no se acabará hasta el próximo 4 de abril, y por ello se seguirán produciendo publicaciones de todo tipo dedicadas al rey Sabio. Hacemos un balance de la exposición, pues por su envergadura, en cuanto a ayuda oficial y medios económicos, tenía que haber sido el acontecimiento del séptimo centenario. Sin embargo, hubo en ella algunos errores notables que desde el punto de vista de la historia del arte dejaron una visión completamente mixtificadora de Alfonso X y del arte de su época.

La imagen del rey, en primer lugar, brillaba por su ausencia. El mayor error de la exposición consistió en colocar una miniatura de Alfonso XI -que aparece en del Ordenamiento de Alcalá de mediados del siglo XIV- como retrato de Alfonso X. Tras este error de bulto se escondía el deseo de encontrar un retrato del rey Sabio entronizado con los símbolos soberanos en sus manos, con el fin de responder a las expectativas que el investigador alemán Schramm (Los símbolos de la realeza española) despertara hace varios años.Son estas notas las que aparecen en la mayoría de sus retratos,, en donde se muestra como autor de los textos. El único atributo real que lleva en estos casos es la corona, los emblemas del reino en los vestidos y la solemnidad general de la escena. Pero es que Alfonso X se consideraba un nuevo Salomón y su obra supone la introducción en España (y también, en parte, en Europa) de la ciencia hermética y de algunos de sus libros claves.

En la exposición se mezclaba al héroe -Alfonso X- con gentes bastante alejadas de su persona, sin que se señalaran suficientemente las diferencias. El obispo de Burgos Mauricio -contemporáneo de Fernando III el Santo- presidía la exposición con su busto yacente. El antihéroe -el infante don Sancho- aparecía noblemente representado por numerosos objetos que le pertenecieron, sin que se explicara al público su sublevación frente a su padre. En su primer testamento, el rey Sabio dijo de él: "...que sea maldicho de Dios y de Santa María...". Y esta maldición no se levantó en su segundo testamento, aunque algunos escriban lo contrario.

No es éste un simple error sentimental, pues tras la sublevación de don Sancho se escondía un levantamiento múltiple en el que participaban los obispos y las ciudades y en el que influía la crisis económica. Se trata de esas acusacio nes, que Peter Linehan publicó, visibles en un documento del año 1279 en el que se denunciaba a Alfonso X el Sabio de estar relacionado con una "nueva religión".

Menéndez Pelayo no pudo recoger nada de esto en su Historia de los heterodoxos españoles, pues la posteridad -y, en primer lugar, los cronistas- se apresuró a bo rrar hechos tan estridentes. Pero los estudios de iconografía permiten ver en las Cantigas una serie de imágenes en donde Alfonso se pre senta como trovador de Santa María y como mediador entre los cortesanos y la divinidad, en situación sacerdotal y semidivina.

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