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La reaparicion de Jacinta y Lucía

Expertos del museo Touseau, dirigidos por el gallego Juan Soutullo, han reconstruido 23 escenas de las apariciones de Fátima

El comercio de la fe tiene en Fátima un nuevo santuario. A pocos metros de la basílica y de la capilla de las apariciones, donde Juan Pablo II oró durante su visita a este centro de peregrinación el 12 de mayo de 1982, ha abierto sus puertas al público el primer museo de cera portugués.Uno de los dueños del negocio -ya que de un negocio se trata, sin falsos pudores- hace rápidamente las cuentas: a 200 pesetas por cliente, y contando (modestamente) con la visita de un 10% de los cerca de seis millones de peregrinos y turistas que acuden cada año a Fátima, los ingresos de taquilla deben alcanzar los 120 millones de pesetas, sin contar con los beneficios de las múltiples tiendas instaladas en el pasillo de entrada al museo. Lucros legítimos, inclusive a los ojos de la Iglesia católica porque el rector del sántuario dio apoyo y colaboración al montaje y el obispo de Leiria presidió el acto inaugural.

La realización de las 23 escenas que relatan los hechos extraordinarios que acontecieron en Fátima desde principios del siglo se han efectuado inspirándose en el más puro "rigor histórico" y el "respeto que debe rodear las manifestaciones de la fe". El autor de la escenografía, los bocetos y la dirección artística es el gallego Juan Soutullo, realizador, pintor y decorador, instalado en Portugal desde 1954, fecha en que alcanzó cierta notoriedad con varias obras para el teatro y la televisión portuguesas.

El director, Jorge Alves, explica que la encarnación de los personajes se ha efectuado con arreglo a todas las reglas del caso: estudio de fotos de la época, relatos escritos y testimonios orales de descendientes de los protagonistas aún vivos para determinar, con el mayor rigor posible, la estatura, el color de los ojos, los cabellos y la tez tez, el tipo de peinado y la vestimenta de los actores principales y sus figurantes.

Colchas de encaje

La realización se ha confiado al atelier del museo Madame Tussaud, de Londres que se ha esmerado en el trabajo a la vista de los resultados. Los técnicos británicos de este museo permanecieron en Fátima durante un tiempo para contactar con los campesinos de la zona, que siguen viviendo prácticamente en las mismas condiciones que hace 70 años, y estudiar las huellas que el trabajo del campo deja en sus manos y en sus rostros.Un sastre y un equipo de modistillas del pueblo se han encargado del vestuario para el que han utilizado modelos y paños de la época. Parece poco probable, sin embargo, que las ropas que visten los pastorcillos en las escasas fotos que se conservan hayan salido de una sastrería.

La misma observación vale para los interiores de las casas, el dormitorio de Lucía, la cocina de la casa de Jacinta, reproducidas con todos los pormenores y algunos extras añadidos. Un viejo médico de la región que conoció las condiciones de vida de los campesinos de esta zona, la más miserable de Portugal, dice que las sencillas camas, con sus colchas de encajes de bolillos y sábanas bordadas, son fruto de la imagnación y de escenografías piadosas muy posteriores. Los suelos de tierra batida, los jergones de paja y un mobiliario mínimo rústico hubiera sido mucho más auténtico, aunque no respondiera al gusto de la iconografía oficial que prefiere que los pobres, cuando son "honrados y profundamente religiosos", sean felices en su simplicidad y, sobre todo, limpios y aseados.

La misma preocupación de respetar la tradición, sin chocar con la versión oficial de los hechos, preside la reconstitución de los milagros: se ha respetado el guión consagrado y se ha preferido no arriesgarse con la reconstrucción de las apariciones de la Virgen. El milagro del sol de 1917 es sugerido por efectos sonoros y luminosos conforme a los relatos de los testigos oculares. La visión de los infiernos es una adaptación de la clásica sala de los horrores de todos los museos de cera.

La desautorización de Lucía

El realismo se acentúa en los cuadros, para los cuales existe abundante material, por encima de cualquier sospecha. La visita de Pío XII a Fátima se recrea con la presencia de Lucía y Salazar (el único político que tiene un hueco en el museo), los papas, los obispos de Leiria y los rectores del santuario desde 1917. Los trajes son auténticos y fueron ofrecidos por las autoridades eclesiásticas.Jorge Alves quería obtener el visto bueno de Lucía, la única testigo de los hechos, y lamenta no haber conseguido autorización para visitarla en su convento de Coimbra, pero no desespera de poder verla un día no muy lejano en el museo.

El gallego Soutullo dice que la realización del museo ha significado un momento importante en su vida "como artista y como católico", aunque su interpretación personal de los acontecimientos de Fátima sea, en ciertos aspectos, bastante heterodoxa. Recuerda los cultos de las divinidades femeninas implantados desde la más remota antigüedad en esta región del globo, historias de ovnis y de platillos voladores, para concluir, según él, que en Fátirna aconteció algo que no se explica por las leyes físicas naturales conocidas.

En las vidreras del museo (pinturas sobre vidrio) y en el conjunto escultural de la entrada, Soutullo ha plasmado las grandes líneas de su fe personal: una mezcla de iconografía cristiana con emblemas antibelicistas y antinucleares, símbolos masónicos (copiados de las catedrales) y representación de la dualidad cósmica de los princípios femenino y masculino tan caros a la filosofía oriental.

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