¿Un nuevo proyecto socialista para Francia?
El partido socialista francés está todavía a tiempo de renovar su proyecto político con vistas a las elecciones de 1986. Para ello es necesaria, según el análisis que realiza Maurice Duverger, la recuperación de algunos conceptos del programa del socialismo a la francesa que llevó a la victoria electoral, y la profunda revisión de muchos aspectos integristas presentes en la conciencia y en la militancia socialistas.
La suerte del Partido Socialista francés es tan importante como el éxito electoral de la izquierda en 1986. Si ganara con el 26% de votos comunistas y el 24% de votos socialistas, como en 1945, su porvenir estaría más comprometido que si perdiera con el 10% de votos comunistas y el 30% de votos socialistas. El fin de la IV República. y el comienzo de la quinta estuvieron perturbados por el debilitamiento de la SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera), que entre 1961 y 1962 osciló entre el 15,5% y el 12,5% de los sufragios. En 1971, François Mitterrand tomó en sus manos un partido exangüe, que había bajado al 5% en la elección presidencial de 1969, a pesar del atractivo del tándem Defferre-Mendès France. Elevado al rango de primer partido, de Francia en 1978, propulsado hasta cerca del 38% de los sufragios en 1981, ¿no corre el riesgo el partido socialista de volver a caer en el pantano de antaño?Esta pregunta no rige solamente para el porvenir de la izquierda, sino también para el de la nación. Sin un gran partido socialista, los demócratas de Europa occidental están desequilibrados. Al igual que la nuestra, en las décadas de los, cincuenta-sesenta, la República de Italia padece cruelmente su carencia. El Reino Unido se resiente del eclipse actual de los laboristas. Los debates de la Rue de Solférino son hoy más importantes que los de la plaza del Colonel-Fabien. No es indiferente el hecho de que el partido comunista suba hacia el 15% de votos o que descienda por debajo del 10%. Es mucho más esencial que el partido socialista alcance en período normal el nivel del 30% de sufragios, nivel que constituye un cambio cualitativo.
Como a menudo sucedió en su larga historia, el socialismo francés conoce actualmente una divergencia entre sus electores y sus militantes. Los primeros le reprochan la política económica y el debilitamiento del poder de compra que la misma supone. En los sondeos, la popularidad del presidente y la del Gobierno han conocido dos descensos significativos: en junio-julio de 1982, con el bloqueo de los precios y salarios; en abril-mayo de 1983, con el anuncio de la máxima austeridad. En las secciones del partido, la necesidad de la misma está generalmente admitida, aun cuando se deploran los efectos inmediatos. Este buen conocimiento intelectual de la situación es muy importante. Permitiría a los militantes cumplir su función pedagógica, siempre que, por otra parte, se liberasen de las tradiciones sentimentales que los alejan de la sensibilidad del cuerpo electoral.
Fuera del partido, cuesta trabajo imaginarse el , traumatismo que han sufrido sus afiliados por el abandono del proyecto de un gran servicio público de educación nacional en beneficio de la consagración del pluralismo escolar. Entre los ciudadanos, el parón dado al mismo por el presidente de la República este Verano y el compromiso del ministro Chevénement este otoño han encontrado la mejor de las acogidas. Bien explotado por la propaganda socialista, este apaciguamiento abriría la posibilidad de reconquistar muchos de los sufragios del centro.
Los militantes podrían hacer comprender a los electores la política económica de máxima austeridad. Los electores podrían hacer aceptar a los militantes el compromiso escolar. Mucho más difícil de franquear sigue siendo el muro de la ideología, si los socialistas no dejan de confundirlo con unos sueños irrealizables y más o menos peligrosos. En la SFIO servía para apaciguar las conciencias de la izquierda más que para guiar la acción gubernamental. La vieja casa se ha visto arruinada por esta disociación constante de los principios proclamados y de las prácticas efectivas. El partido socialista está perdido si se obstina en esa vía. No será tomado en serio en tanto que continúe disputando sobre el frente de clase y la ruptura con el capitalismo. Con la excepción de un pequeño número de militantes, todo el mundo se burla de esas fórmulas rituales. Los socialistas inquietarán, en lugar de convencer, si persisten en presentar su actual flexibilidad como un paréntesis que en nada modifica sus últimos objetivos.
Acción alargo plazo
Lo mismo decepcionarían si se abandonasen a un empirismo gestor, renunciando a presentar un programa de acción a largo plazo. Tienen necesidad de un proyecto para los años noventa que se desmarque claramente del proyecto para los años ochenta. En lugar de hablar como un profesor de vulgata marxista en una escuela primaria, el partido socialista debería emplear en lo sucesivo las palabras correspondientes a la situación y al estilo de nuestra época. En lugar de satisfacer a los militantes integristas, sería preciso que respondiera a los deseos de millones de hombres y mujeres que en los 15 años que nos separan del año 2000 buscarán un socialismo de lo posible.
¿Por qué no establecer primero el balance de lo que sigue siendo válido y de lo que ya no lo es en las ideas de 198 1? En él socialismo a Ia francesa presentado a comienzos del nuevo septenio permanecen indiscutibles muchas cosas. Hacer de las nacionalizaciones un instrumento para modernizar la economía es algo que conserva todo su interés, Era discutible reforzar primero el lado social de las empresas públicas en lugar de tratarlas de inmediato como la punta de lanza de la productividad. No se les ha dejado siempre el máximo de autonomía en el marco de los objetivos definidos por el plan. Pero la herramienta así creada tiene una gran potencia. Diga lo que diga la derecha, destruirla sería causar un gran perjuicio al interés nacional. Por otra parte, el socialismo a la francesa ha tenido el mérito de obligar al diálogo a las diversas partes sociales. En esta esfera, era urgente corregir el extraordinario arcaísmo de la mentalidad capitalista.
No olvidemos luego que el, socialismo a la francesa ha evolucionado profundamente a partir de 1981. El giro económico adoptado en 1982 y confirmado en 1983 no nos ha apartado de aquél, como se dice con demasiada frecuencia. Por el contrario, le ha hecho progresar, tendiendo a reemplazar el socialismo de la distribución que antes dominaba por un socialismo de la productividad. Se trata de una gran innovación. El principio del mismo es admitido ahora por la mayor parte de los militantes, cuya mentalidad se encuentra así transformada. No les era fácil aceptar la necesidad de una modernización económica, con las dificultades que la misma implica en el período intermedio, sobre todo cuando coincide con una crisis que ha engendrado un paro importante. La búsqueda de un método socialista para realizar una mutación así constituye un objetivo primordial del partido.
En el plano de los principios fundamentales, la ideología debería ser revisada al menos en dos puntos, a fin de disipar los malentendidos que alejan a muchos ciudadanos de un partido que corresponde mejor que los otros a sus deseos.
Rechazar la competición, con las ventajas obtenidas por los que se colocan a la cabeza en la misma, es sumir a la sociedad en la inercia y la mediocridad. Asegurar a los débiles, a los menos dotados, a los disminuidos físicos una vida digna de los hombres y mujeres es un principio moral que el socialismo nunca podrá desconocer sin renegar de sí mismo. Ahí se encuentra su diferencia irreductible con un liberalismo salvaje que aplica a la humanidad la ley de la jungla que rige despiadadamente a la naturaleza. Pero el socialismo consiste también en dar a cada uno los medios necesarios para desarrollar plenamente las cualidades que le permitirán tener éxito en beneficio suyo y de toda la sociedad.
Por último, el socialismo francés debería romper absolutamente el tabú que todavía lo encierra en una visión trasnochada. Necesita decir bien alto lo que ya piensan todos aquellos para quienes el socialismo es inseparable de la democracia. Las sociedades mixtas que caracterizan la Europa occidental no constituyen una etapa en la vía de una colectivización total que sería el objetivo supremo. Constituyen el único objetivo válido para el socialismo de hoy y de mañana, tan lejos como alcanza nuestra mirada sobre el horizonte. El sector público impide la dominación del capitalismo, nacional y extranjero, y permite luchar contra las multinacionales en el plano mundial. El sector privado asegura la competencia y estimula la innovación. La libertad descansa sobre el pluralismo tanto en el campo de la producción como en todos los demás, comprendido el de la educación.
Enérgicamente conducida, ¿no podría una tal renovación del socialismo invertir las perspectivas para 1986? Al revelar que el partido socialista conserva un 45% de buena opinión contra un 39% para el RPR y un 34% para el UDF, los sondeos muestran que los franceses aún esperan algo del mismo...
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.