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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Un país lleno de 'traidores'

Ya casi no queda nadie que no sea traidor en el País Vasco en el fragor del fuego cruzado de la dialéctica política (o de los políticos): lo son el presidente del PNV o el de la Diputación vizcaína para los hombres del Gobierno vasco, lo es el lendakari de dicho Gobierno para los otros, lo es Arzallus para los sabinianos, el PNV para los de HB, el marxismo-leninismo de HASI para los católicos de toda la vida del PNV, Onaindía y EE para todos los demás nacionalistas, los séptimos para los octavos, los arrepentidos (término que suena a confesionario) y, por supuesto, el PSOE. Es más, amparándose en (legitimándose por) esta misma dialéctica política, traidores son los que mueren por chivatos, aunque no se les dé el beneficio de la duda o de la prueba al aplicárseles la ley de fugas; traidores fueron Berazadi, Pertur, Ryan, Casas y un desagradable e impersonal etcétera.El recurso simbólico, trágicamente cargado de emoción e ira, a los términos guerreros (traidor, enemigo, salvador, liberación, mártir ... ) en el terreno de la política no hace más que sacralizar el recurso a la fuerza que tradicionalmente está detrás de ésta. En nuestro caso, los dos fantasmagóricos contendientes que están al socaire de este discurso y esta práctica guerreros son el Estado (español) y la nación (vasca), con sus respectivos sacerdotes y ejércitos, e indudablemente, por la vía de la sacralización y la guerra, gana quien monopoliza la violencia, aunque le cueste tiempo y trabajo legitimarla, paradójicamente a costa de la violencia del antagonista en inferioridad de condiciones.

El sano y legítimo deseo de la mayoría de construir su nación, de civilizar su sociedad -es decir, de desestatificarla y pacificarla-, difícilmente se corresponde con el rumbo actual de los acontecimientos a base de paradojas tales como una nación hecha de reservas y alambradas a unos pacifistas con metralleta.

Es hora de que la mayoría irreverente de nuestra sociedad vasca se resista y se niegue a estar definida oficialmente de este modo, a que se nos meta a todos en el mismo saco del hombrón con un camisón de la vieja canción infantil. Se puede resistir civil y civilizadamente a la violencia de unos sin legitimar y apoyar la de los otros, porque ambas nos resultan repugnantes, a base de no comulgar con su discurso, a base de secularizarlo de una vez, a base de formular un horizonte alternativo de realidades y necesidades, a base de romper esta dinámica histórica de guerras y guerrillas.

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El nacionalismo y la construcción social y política de la nación vasca no están necesariamente condenados a esa dinámica guerrera, salvo que se esté buscando dar la razón a "la razón de Estado

En Euskadi no sólo existe la posibilidad de ese nacionalismo unidimensional, basado en el esencialismo de una identidad colectiva concebida de forma estática y cerrada o cerril; por el contrario, también hay nacionalistas que, aun a riesgo de ser considerados heterodoxos o traidores, parten en sus formulaciones y alternativas de una concepción abierta y dinámica de la identidad y la cultura vascas.-

Sociólogo y vicedecano de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad del País Vasco.

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