_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ideas para una reforma del sístema financiero

JUAN RODRÍGUEZ INCIARTEEspaña corre el riesgo de ingresar en la CEE con unas instituciones financieras obsoletas, según el autor. La interrupción del proceso de liberalización del sistema financiero puede colocar a las instituciones españolas en una situación de desventaja, debido a la mayor competencia internacional.

Hasta mediados de los años seienta, el sistema financiero se movió en el eterno dilema entre intervención o liberalización, afectando negativamente a una asignación racional de los recursos económicos con una intervención administrativa completa y más rígida, que ha impedido cualquier evolución o modernización.Además, la crisis bancaria española, que ha sido una de las más graves en la Europa occidental, paradójicamente, ha demostrado que la masiva intervención y regularización no sólo ha sido un factor decisivo de paralización y de ineficiencia en la utilización de los recursos financieros, sino que no cumplió con la finalidad básica de cualquier regulación de un sistema financiero: asegurar la solvencia y liquidez de las instituciones.

Objetivos de la reforma

Los países de Europa occidental y, Estados Unidos empezaron a desnormativizar y liberalizar sus sistemas financieros a comienzos de los años sesenta; España inició ese camino con un decenio de retraso. Entre 1974 y 1982 se tomaron diversas medidas importantes de liberalización y apertura al exterior, pero esta política se encuentra interrumpida en la actualidad, en unos años en los que precisamente todos los países occidentales han dado nuevos pasos en el sentido de internacionalización, liberalización y desregularización.

El objetivo de cualquier política de reforma de nuestro sistema financiero considerada a medio y largo plazo debe ser, sencillamente, conseguir un sistema financiero eficiente que:

1. Utilice razonablemente los recursos financieros disponibles en aquellas actividades de mayor rentabilidad.

2. Estimule el ahorro y facilite la inversión precisamente porque utiliza los recursos en las actividades más necesarias.

3. Mejore la estructura financiera de las empresas, al primar el uso de recursos propios en relación con los ajenos, al existir una mayor discriminación de precios y al estar el capital-riesgo debidamente retribuido.

Las causas de la ineficacia del sistema

En esta situación, cabe preguntarse el porqué de la ineficiencia del sistema financiero español. A mi juicio, caben ser citadas al menos seis causas fundamentales:

a) La existencia todavía de muchos tipos de interés y precios regulados por vía administrativa.

b) Los mercados no están integrados, se encuentran segmentados en compartimientos estancos, que impiden que la.liquidez fluya adecuadamente de unos sectores a otros, de unos instrumentos a otros y de unas necesidades a otras; las bolsas no están conectadas entre sí; un certificado de depósito de un banco no puede venderse en otro, etcétera.

c) La apertura al exterior es insuficiente, y sin esta apertura no puede haber garantías de competencia y de modernización.

d) Más del 50% del pasivo bancario está controlado dírectamente por el Gobierno: en la actualidad, exactamente el 51,5%. En esta situación, la actividad que realiza nuestra banca es sólo parcialmente actividad bancaria en entido estricto, porque lo más importante para sus cuentas de resultados es sencillamente su función como departamento de financiación del Estado fuera de los mercados. Esta situación, que arranca de muy atrás en nuestra historia financiera, se ha agravado notablemente en los últimos años debido al aumento del déficit.

e) En nuestro mercado financiero falta formación e información. Esto quiere decir que los inversores españoles toman sus decisiones de inversión en activos financieros un tanto a ciegas, sin información adecuada por parte de los prestatarios y emisores de titulos, sin capacidad de discriminar entre unos activos y otros. El hecho de que, por ejemplo, sea todavía tan deficiente la información pública que aportan las empresas cuyos títulos se cotizan en bolsa, o que sea todavía tan poco frecuente la auditoría externa de las empresas, o que se realicen emisiones sin ninguna clase de cualificación pública comparativa, indica la opacidad, falta de especialización y quizá amateurismo, en definitiva, de ciertos agentes financieros y de los inversores. Un mercado eficiente es un mercado bien informado, en el que los inversores toman sus decisiones tras el análisis de la información disponible, y aquellos prestatarios y emisores que no den información, sencillamente, no obtendrán financiación.

f) Finalmente, la legislación fiscal española sobre activos financieros es extremadamente confusa, crea diversos agujeros legales que diferencian artificialmente los distintos activos financieros y dan lugar a pérdidas y ganancias cuyo origen está en la intervención de las autoridades fiscales y no en la calidad y naturaleza de los activos. Y lo que es todavía peor, una legislación cambiante que imposibilita toda planificación.

El sistema financiero se basa en la confianza y es un conjunto complejo de interrelaciones entre agentes, inversores, instrumentos e instituciones. Por ello, cualquier reforma debe ser cuidadosa y tener en cuentra que de la rigidez del sistema financiero derivan directamente rigideces en otros mercados. Tal vez el ejemplo más obvio es el de los costes de transformación o margen de intermediación de la banca, que son en España muy altos, pero cuyo decremento está condicionado por la rigidez del mercado laboral, que impide ajustes de plantilla en los principales bancos.

Por ello, cualquier política de reforma debe precisar sus objetivos teniendo en cuenta que el sistema financiero es un mecanismo delicado que necesita, ante todo, confianza y estabilidad.

Las líneas básicas de la mejora de nuestro sistema financiero serían:

1. La limitación de la intervención y regulación administrativas directas, en la medida de lo posible, para sustituirlas por mecanismos de supervisión e información. De hecho, en España, las autoridades están siguiendo esta vía desde hace algunos años, pero hay que insistir en que éste es un principio permanente y básico de cualquier política ortodoxa en la materia.

2. La integración de los mercados, mediante la ruptura de compartimientos estancos: para empezar, hay que integrar las cuatro bolsas españolas y hay que eliminar las trabas legales o burocráticas que impiden la amalgama de otros mercados (mercado de certificados de depósito, mercado de pagarés, etcétera).

3. El mantenimiento de la política de desregularización y liberalización de tipos de interés iniciada en 1974 y detenida desde 1982.

4. Mayor decisión en la apertura al exterior, preparando la entrada en vigor de los acuerdos alcanzados con la CEE en materia de derechos de establecimiento de bancos y entidades de crédito, acuerdos que prevén que a partir del séptimo año de la adhesión de las entidades bancarias de crédito a la CEE gozarán de un estado social y operativo idéntico al de las entidades españolas.

5. La reducción del nivel de pasivos controlados directamente por la Administración en la medida que el sector público vaya disminuyendo su déficit. Pero dado que, previsiblemente, esta disminución del déficit será lenta, hay que tomar medidas para impedir que el actual nivel de las retribuciones de los pasivos cautivos pueda introducir distorsiones graves en los precios. Dado que los pasivos cautivos son una parte tan importante de los pasivos totales, hay que buscar procedimientos para adecuar su retribución a la existente en el mercado.

6. El estímulo, en lo posible, de una mejor formación de los inversores y una más amplia y mejor información por parte de las agencias financieras y empresas en general. Todas las medidas que se van a obtener en este terreno son positivas y deben ser estimuladas: extensión de las auditorías externas, calificación por empresas independientes de la calidad de las emisiones y prestatarios cuando aparecen en el mercado, información por parte de los bancos, empresas financieras y bolsa sobre los activos y productos financieros ofrecidos, etcétera.

En suma, es preciso proseguir el movimiento de liberalización detenido durante los últimos años y conseguir un sistema financiero en el que, eencialmente, los precios discriminen adecuadamente los diferentes usos de los recursos y los diferentes riesgos. Sólo así se conseguirá estimular el ahorro y, simultáneamente, mejorar la estructura financiera de nuestras empresas, primando aquellas que se basen en recursos propios en relación con las que deben seguir apelando a los recursos ajenos.

Juan Rodríguez Inciarte es economista y experto en banca internacional.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_