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Joan Vinyoli fue despedido con uno de sus poemas

Los restos mortales del poeta y traductor catalán Joan Vinyoli, fallecido el pasado viernes en Barcelona, fueron enterrados ayer en el cementerio de Montjuïc. Previamente, en la iglesia parroquial de Sant Vicenç de Sarrià (Barcelona) se celebró un breve oficio, al final del cual el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, colocó sobre el féretro la medalla de oro del mérito artístico de la ciudad, cuya concesión había sido acordada por el Ayuntamiento de Barcelona en el pleno del pasado 17 de julio. Durante el acto, el editor Xavier Folch leyó, a petición de la familia, el poema de Vinyoli a la mort (Sí a la muerte).La iglesia de Sant Vicenç de Sarrià estaba prácticamente llena cuando, a las 10.30 horas, entró el féretro que contenía los restos mortales del poeta. En el interior, ocupando las primeras filas, la familia y, junto a ella, el editor Xavier Folch, y las primeras autoridades catalanas: el alcalde de la ciudad, Pasqual Maragall; el conseller de Cultura de la Generalitat, Joan Rigol; el gobernandor civil, Ferran Cardenal, y la concejala de cultura, Maria Aurèlia Capmany.

En las filas posteriores, una notable cantidad de caras conocidas del mundo político y cultural barcelonés.

El sacerdote realizó un breve parlamento en el que recordó la figura del poeta y su sentido religioso de la vida, citando los comentarios aparecidos en los diarios con motivo de su fallecimiento.

A continuación, Xavier Folch, amigo personal de Joan Vinyoli y miembro de la editorial Empúries, que ha publicado su último libro, leyó, a petición de la familia, el poema Sí a la mort.

Inmediatamente después de la lectura del poema, un representante del Ayuntamiento leyó el acuerdo del pasado 17 de julio, por el que le fue concedida al poeta la medalla de oro de la ciudad al mérito artístico y, acto seguido, el alcalde la colocó sobre el féretro. A continuación, fue despedido el duelo y los restos mortales del escritor fueron trasladados al cementerio de Montjuïc.

La cantidad de personas que acudió al cementerio fue mucho menor. Ninguna autoridad. Apenas la familia y los amigos más allegados, entre ellos, el editor Xavier Folch, la escritora Teresa Pàmies y el poeta José Agustín Goytisolo.

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