_
_
_
_
Tribuna:EL DEBATE SOBRE LA OTAN
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Siete tesis sobre la defensa exterior de España / 1

El autor de este artículo somete a análisis los distintos aspectos de la propuesta de referéndum sobre la presencia de España en la OTAN y considera que la promesa de su realización está estrechamente vinculada con el último tramo de la negociación para la plena incorporación en la CEE. En las primeras tres tesis, que hoy publicamos, Ignacio Sotelo asegura, entre otras cosas, que "hay que destruir el mito de las presiones incontenibles para nuestra integración en la OTAN, junto con el mito de las gravísimas consecuencias que acarrearía el que decidiésemos apearnos".

Confiar en que el lector aprecie los esfuerzos realizados para que las propias convicciones no distorsionen en exceso el análisis de los hechos probablemente sea esperanza vana. Solemos ser juzgados no por la validez del análisis, sino por las consecuencias que implique. Y de nada sirve advertir que uno también preferiría que las cosas ocurrieran de otra forma, pero aunque la voluntad, como la fe, pueda mover montañas, no basta con querer reciamente para que se realicen nuestros propósitos o no se confirmen los pronósticos más negros. Cierto que hay que actuar como si la salvación del mundo dependiera de nosotros, pero, desde luego, no pensar que así ocurre. Puedo estar convencido de que por este lado van los tiros y no por ello dejar de actuar en la dirección que considero correcta. De la preocupación intelectual por saber por dónde van las cosas no se deriva necesariamente el afán de ponerse a la cabeza de los acontecimientos, aunque ésta sea la condición del éxito. Cabe también permanecer fiel a lo que estimanos justo, marchando contra corriente, pero entonces hay que aceptar la marginalidad en la que nos colocamos, sin empeñarse, contra toda evidencia, en que lo que nos parece razonable y justo al final terminará por prevalecer.Aunque dudo evite los malentendidos más burdos, juzgo indispensable un preludio de este tenor a la hora de reconsiderar, con la mayor objetividad que me sea posible, los elementos básicos que subyacen en la cuestión de la OTAN. El que en esta ocasión reprima valoraciones personales no quiere decir que no esté dispuesto a exponerlas en público; simplemente sería contraproducente para el objetivo que persigo: crear alguna claridad en un tema en el que, por lo que oigo y leo, la opinión pública está a punto de superar, si cabe, la confusión que atiza el Gobierno. Comprimo en forma de tesis cuestiones complejas que exigirían un tratamiento lo bastante extenso para que cupiesen matices y distingos, pero la crudeza del lenguaje apodíctico tiene por lo menos la virtud de ser contundente en un momento en que ya no sirve bailar en la cuerda floja. Ahí van, pues, mis siete tesis:

Siete tesis

1. Conviene, por lo pronto, distinguir dos cuestiones diferentes, por muy entrelazadas que aparezcan por un lado, la de la OTAN, prácticamente ya resuelta; por otro, la del embrollo en el que el Gobierno se ha metido con su promesa de un referéndum, de no fácil solución. La decisión de permanecer en la OTAN ya ha sido tomada por las fuerzas sociales e institucionales que algo tienen que decir en España; tampoco el Gobierno ha dejado la menor duda, pese a su "ambigüedad calculada", sobre cuál es su posición al respecto. El tema de la OTAN está ya zanjado. Lo único que queda es poner de relieve las razones por las que la España oficial es claramente otanista, mientras que en la opinión pública parece predominar, sobre todo en algunos sectores, un antiotanismo visceral.

2. Las clases dirigentes españolas, y con ellas las instituciones políticas que las representan, han hecho una opción clara: restablecer la democracia en España como el instrumento adecuado para estabilizar, modernizándolo, el capitalismo, único sistema socioeconómico que, desde su perspectiva, se considera racional y viable. Ahora bien, la base económica del capitalismo hace ya décadas que ha trasvasado las fronteras nacionales, integrándose en bloques supranacionales. El mundo occidental, al que pertenecemos, tiene un núcleo central, los países que integran la OTAN y Japón, y una periferia dependiente, más o menos controlada, en América Latina África y Asia. Dentro del, sistema capitalista establecido no caben más que dos opciones: intentar integrarse en el bloque hegemónico o quedarse relegados en la periferia de este mismo bloque. La integración en la Comunidad Económica Europea corresponde a la voluntad casi unánime de los españoles de engancharse al tren de los países ricos, vinculando nuestro futuro económico, social y político a una comunidad de países cuya capacidad productiva, tecnológica y cultural sigue siendo impresionante. A la vez, los países miembros de la Comunidad, con una excepción prácticamente irrelevante, forman el meollo de la OTAN, bajo el liderazgo indiscutido de Estados Unidos. Desde la óptica capitalista de los europeos -sean cuales fueren las querellas particulares con el patrono americano- existe por ahora un consenso mayoritario en que la supremacía militar y económica de Estados Unidos constituye a largo plazo la garantía irrenunciable de su propio bienestar. Desde un enfoque capitalista, sin duda el dominante en la sociedad española, pretender fundir nuestro futuro con el del bloque capitalista hegemónico, ocupando el puesto que nos corresponda en la CEE y en la OTAN, parece un imperativo insoslayable. Las clases dirigentes españolas no tienen la menor confianza en poder resolver los problemas políticos, sociales y económicos que nos acucian fuera de esta integración supranacional.

3. Somos los españoles los que queremos dar el salto desde la proximidad periférica a la plena integración en las organizaciones económicas y militares de la Europa occidental. No ha habido presiones -todo lo contrario, innumerables dificultades- para nuestra integración en la Comunidad. Y si entramos en la OTAN, de repente y con nocturnidad, no fue el resultado de presiones irresistibles de la potencia hegemónica, sino la decisión de un Gobierno que se sentía acorralado y que creía que con la integración en la OTAN consolidaba su posición. Hay que destruir el mito de las presiones incontenibles para nuestra integración en la OTAN, junto con el mito de las gravísimas consecuencias que acarrearía el que decidiésemos apearnos. Cierto que sufriría el prestigio de la OTAN -es mucho más difícil salir que entrar-, pero los intereses vitales de Estados Unidos quedarían salvaguardados, mientras constituyamos una sociedad capitalista en su órbita económica y mantuviésemos los pactos bilaterales que, de hecho, nos integran militarmente en su logística. Estados Unidos conoce formas muy diferentes de relación con los países capitalistas periféricos y ensayaría otros modelos posibles. La cuestión consiste tan sólo en dilucidar ventajas e inconvenientes de otras formas posibles de relación -el franquismo nos obligaba a ser siempre la excepción, y por lo menos en esto ya tenemos experiencia- en comparación con las ventajas e inconvenientes de nuestra permanencia en la OTAN.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Libre de Berlín.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_