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La expansión del sector agroalimentario

Un bocado apetitoso para las multinacionales

Empresas con capital extranjero copan el 50% del mercado de alimentos en España

La participación extranjera en el sector agroalimentario español en estos momentos no es demasiado elevada, aunque se está incrementando progresivamente. Alrededor del 12% de sus industrias están participadas por compañías de otros países y tan sólo en el 3,5%. de ellas ese porcentaje es mayoritario. Sin embargo, estos porcentajes se disparan en el capítulo de ventas, en el que las empresas con capital foráneo copan en estos momentos casi el 50% del mercado.Y aunque esta paulatina entrada de inversión extranjera en el sector se está incrementando con la aproximación a la fecha del ingreso español en la CEE, el objetivo de estas compañías, y particularmente de las multinacionales, no parece ser tanto el mercado comunitario -en el que la mayoría ya están bien introducidas-, como la propia capacidad, de consumo que todavía tienen los casi 40 millones de españoles, y las múltiples posibilidades que proporcionan las materias priffias de nuestro país. En efecto, con estadísticas en la mano, se comprueba que las exportaciones de este sector representan menos del 5% del total de las ventas españolas al exterior, porcentaje poco elevado en relación al peso específico del propio sector en la economía nacional.

Si bien la representación extranjera en las industrias agroalimentarias españolas es amplia y variada, lo cierto es que son dos países, Suiza y Estados Unidos, los que se han erigido desde hace tiempo en pesos pesados a nivel de participación accionarial y en volumen de ventas. Según los datos proporcionados por un estudio exhaustivo realizado por el Ministerio de Industria en 1981, el 43,7%. del capital extranjero invertido en este sector en España era suizo, mientras que el 27,6% procedía de Estados Unidos, quedando a continuación, muy distanciada, la aportación de Francia, que se limitaba aun 10%. Tras los movimientos de compraventa producidos en estos últimos años, es probable que esos porcentajes hayan variado, aunque compañías de ambos países han continuado ampliando su presencia en España.

Este es el caso de Nestlé, el gigante mundial -junto con Unilever- de la industria alimentaria, que ha llevado a cabo un minucioso y diversificado programa de adquisiciones -Libbys (zumos), Maggi (caldos y pastas), Acueducto (embutidos), Brasilia (cafés y frutos secos), Carnation Solís (mayonesas, tomate frito), entre otras-, y que ha realizado en los últimos meses una inversión de 3.000 millones de pesetas en su factoría de Gerona para la fabricación de café soluble. Todas estas adquisiciones, más la estructura que ya poseía anteriormente, van a, permitir a la filial española de este gigante acercarse a un volumen de ventas estimado de casi 160.000 millones de pesetas.

12% del empleo industrial

En esta línea, también continúan aumentando su implantación en España otras compañías, como la norteamericana Beatrice Foods, introducida en el mercado de helados y embutidos -tiene el 50% del capital de Campofrío-, y que se ha decidido a pisar el acelerador e incrementar su presencia en este campo, para lo que va a invertir unos 1.800 millones de pesetas en la construcción de una fábrica en Madrid para producir salchichas de Francfort. Con ello intentará dar la batalla en su propio terreno a otra multinacional norteamericana, Continental Food, que controla Oscar Mayer, también dedicada a la fabricación de salchichas.

Esta importante repercusión en la economía nacional del sector agroalimentario -que absorbe un 12% del empleo de toda la industria (unas 380.000 personas), ha crecido en los 10 últimos años un 22,65% más que el sector industrial y representa más del 70% de la producción final agraria-, está en consonancia con el desarrollo que estas empresas tienen en otros países del área comunitaria. Así, y a título comparativo, la industria agroalimentaria es el primer sector, por volumen de producción, en Bélgica, Dinamarca, Países Bajos y el Reino Unido; ocupa el segundo lugar en Francia, el tercero en Luxemburgo, el quinto en Italia y el sexto en la RFA.

Sin embargo, aunque el sector se encuentra en buen estado de salud, como reconocían a este periódico tanto responsables de la Administración como de la propia patronal (sus gastos de personal y gastos financieros representan el 12,5% y 3,27%, respectivamente, sobre el volumen de ventas), España va a aportar en el momento de su ingreso a la Comunidad Europea.un sector excesivamente atomizado, con casi 65.000 firmas, cuya facturación media apenas supera los 30 millones de pesetas.

Cifras que resaltan especialmente si se tiene en cuenta que en todo el Mercado Común existen 24.300 empresas agroalimentarias, según los últimos datos -casi tres veces menos que en España- con una cifra de negocios media por empresa de 300 millones de pesetas. Presumiblemente, esto hace pensar que el ingreso en la CEE va a llevar aparejado un proceso incrementado de fusiones y adquisiciones, que reducirá notablemente ese número. A ello contribuirá también la propia desaparición de empresas, que, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se ven disminuidas cada año en unas 2.500 firmas.

Un bocado apetitoso para las multinacionales

Curiosamente, la entrada en la CEE parece que no va a afectar demasiado al futuro de este sector, porque, en expresión gráfica de un alto responsable de la Administración, "el Mercado Común ya ha entrado en España", como lo demuestra la implantación que tienen en nuestro país las principales compañías europeas. Algunas, particularmente las dedicadas a conservas vegetales y de pescado, van a verse positivamente beneficiadas. La CEE, tras el ingreso español, pasará a cubrir suficientemente sus necesidades en productos hortofrutícolas y subtropicales, de los que hasta ahora era deficitaria.Cambio de hábitos

El principal desafío para las industrias agroalimentarias españolas tras la incorporación a la Comunidad, sin embargo, estará ligado a la forma en la que sean capaces de absorber el impacto de la desaparición de licencias de importación, la avalancha de productos extranjeros libres de aranceles, e incluso la obtención de unas buenas redes de distribución para competir con éxito en Europa. Precisamente éste es uno de los valores añadidos que ya tienen las compañías multinacionales, y una de las razones que justifican la compra por parte de éstas de empresas españolas.

Otra de las incógnitas pos-adhesión reside, sin duda, en la trascendencia que puede tener, a medio plazo, el cambio de hábitos de consumo. Un aspecto nada desdeñable, si se tiene en cuenta que en algunos sectores, como el vinícola, el incremento de consumo de cerveza está produciendo un preocupante retroceso en el consumo de este producto típicamente español -con importante repercusión en los resultados económicos de las compañías- en beneficio del incremento de la venta de cerveza, mayoritariamente controlada por empresas extranjeras (Kronenbourg tiene el 33% de Mahou y Heineken controla El Águila). Así, según los últimos datos, la producción total de cerveza asciende en estos momentos a 90.000 millones de pesetas, con lo que se supera ya la cifra que representan los vinos con y sin denominación de origen, que se sitúa en 86.000 millones de pesetas.

Un cambio en los hábitos de consumo que en el sector se confía que pueda producirse asimismo es en lo referente al aceite de oliva, que tendrá que dar una dura batalla contra las margarinas y otros aceites vegetales, fuertemente imbricados en la mayoría de los países comunitarios.

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