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Fuertes combates en la línea divisoria de Beirut

La situación en Beirut experimentó ayer su más brusco deterioro, con fuertes combates a lo largo de la línea divisoria, desde que hace más de cuatro meses entró en vigor un ambicioso plan de seguridad para la capital y sus suburbios, aprobado por el Gobierno de Unión Nacional y patrocinado por Siria.

Esta repentina erupción de la violencia empezó nada más iniciarse el jueves en Nakura, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, las negociaciones entre Líbano e Israel sobre la retirada del Ejército israelí del sur del territorio libanés que ocupa desde hace dos años y se prolongó ayer con un saldo provisional de tres muertos y 55 civiles heridos.La intensidad de los enfrentamientos registrados obligó al ejército regular libanés, atrapado entre dos fuegos a lo largo de la línea verde que separa el sector oriental y cristiano del occidental musulmán, a cerrar las calles y avenidas que enlazan las dos zonas de la capital, en la que también cerraron los colegios, oficinas y numerosos comercios.

Al tiempo que el ruido de las explosiones de proyectiles de mortero y el tableteo de las ametralladoras pesadas era escuchado en el centro desierto de la ciudad, las milicias intercambiaban, a través de sus emisoras de radio, sus acostumbradas acusaciones achacándose mutuamente la responsabilidad de haber dado lugar al brote de violencia.

Debilidad del Gobierno

Cualquiera que sea el grupo protagonista de los enfrentamientos tras cuatro meses de relativa tranquilidad, la Prensa libanesa, encabezada por su más importante diario, An Nahar, opina que la degradación de la situación "refleja el estado del Gobierno de unión, que ha iniciado conversaciones con Israel desde una oposición débil y cuando justamente núcleos políticos, religiosos y militares ponen en tela de juicio el principio de la negociación".

Toda una serie de fuerzas marginales, pero muy activas, que abarcan desde el partido comunista hasta organizaciones integristas musulmanas, como la Resistencia Islámica o el Partido de Dios, se han pronunciado contra cualquier forma de diálogo con "el enemigo sionista".

Reunidas el jueves en la gran mezquita del imam Reda, numerosas personalidades musulmanas suníes y shiíes se turnaron ante los micrófonos para gritar que "cualquier negociación con Israel es un reconocimiento; "el objetivo de nuestro combate es aniquilar a Israel", y prometer que "nuestras gentes en el Sur continuarán la guerra islámica hasta el día del juicio final".

Algunas de las facciones musulmanas opuestas a la negociación mantienen estrechas relaciones con Irán, cuyo presidente del Parlamento, hojatoleslam Hashemi Rafsanjani, una de las personalidades más influyentes del régimen islámico, reiteró ayer sus críticas contra las conversaciones de Nakura, recalcando que "sólo los cañones obligarán a Israel a irse de Líbano".

La creciente hostilidad de amplios sectores musulmanes, que merman el diálogo iniciado por el Gobierno libanés con el de Tel Aviv, incitó a Rabih Berri, ministro y jefe de la más poderosa milicia musulmana, la del grupo shií Amal, a lanzar una dura advertencia a todas "las demás partes para que sepan que nadie puede ir más lejos en sus reivindicaciones que nosotros". Y Amal está dispuesta a negociar con "el enemigo sionista".

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