El Gobierno indio ordena una investigación exhaustiva sobre las circunstancias del asesinato de Indira Gandhi
"Intento de asesinato" con "conspiración" fueron los dos cargos del primer atestado abierto por la policía india dos horas y cuarto después de que Indira Gandhi fuera acribillada el pasado 31 de octubre por dos miembros de su escolta, de religión sij, a la luz de los datos entonces disponibles. Tres horas después desaparecía apresuradamente del atestado la palabra conspiración. El nuevo Gobierno ha ordenado una investigación a fondo sobre las circunstancias del asesinato. La normalidad, mientras, vuelve lentamente a la capital, donde parecen haber cesado los asesinatos.
A los seis días del magnicidio, el Gobierno sigue sin proporcionar la "auténtica versión de los hechos", que prometió como cosa inmediata el 31 de octubre. La peligrosa confusión que rodea las circunstancias de la muerte de la primera ministra india ha forzado al nuevo Gabinete a anunciar, tras su primera reunión, la puesta en marcha de una comisión, presidida por un juez del Tribunal Supremo, para investigar a fondo el asesinato.En el ínterin, el Ministerio de Defensa se ha apresurado a calificar como "absolutamente carentes de fundamento" las versiones que señalaban a un general con mando en Chandigahr, capital administrativa del Punjab -el Estado feudo de los sijs, de donde procedían los asesinos de Indira- como organizador del compló que acabó con la vida de la estadista india. No hay tampoco, según la nota castrense, arrestos militares en conexión con el hecho. Indira Gandhi, cuyas últimas palabras fueron un asombrado "¿Qué hacen?" dirigido a sus verdugos, recibió 16 impactos de bala de los 29 que fueron disparados contra ella, poco después de las 9.10 horas, hora local, (13.40, hora española) del 31 de octubre. Los dos guardaespaldas de credo sij autores de los disparos, Beant Singh, de 42 años, y Satwant Singh, de 26, fueron detenidos inmediatamente, pero mucho de lo que sucedió después sigue bajo un interrogante.
Pocos minutos después del tiroteo que acabó con la vida de Indira Gandhi, cuando se dirigía a pie desde su residencia hasta un despacho adjunto, se escucharon nuevos disparos, esta vez en la habitación donde sus asesinos estaban confinados y vigilados por dos de sus superiores. Beant Singh fue hallado muerto en el suelo. Satwant Singh estaba gravísimamente herido en el vientre, brazos y piernas, y lucha por sobrevivir en un hospital. A éste le han atribuido, desde el hospital, las declaraciones que implican a jefes militares del Punjab secesionista en la eliminación de Indira.
Los dos hombres que los custodiaban, el inspector I. Jamwal y el policía Ramsaram, ambos de la fuerza fronteriza indotibetana, fueron detenidos inmediatamente. Este aparente intento de asesinato de los agresores a manos de sus guardianes es uno de los elementos clave de la teoría de la conspiración.
La reconstrucción de los últimos momentos de Indira es como sigue: a las 9. 10 horas del 31 de octubre, la primera ministra camina hacia su despacho, acompañada por un policía que lleva su sombrilla, su asistente personal y su escolta. En la puerta que conecta las zonas privada y oficial de la residencia espera con la pistola en la mano el guardia Beant Singh. Cuando la primera ministra está a tres metros, le dispara cinco tiros. Indira Gandhi gira en redondo al primer impacto y cae al suelo.
Satwant Singh, el otro sij miembro de su guardia implicado en la conjura, que había seguido la escena a unos metros, se adelanta y vacía los 24 proyectiles del cargador de su subfusil Sten.
La policía se presenta minutos después en el hospital, donde ha sido trasladada la herida, con un magnetófono para intentar grabar algunas palabras de Indira Gandhi que sirvan como testimonio del atentado. Los médicos que la atienden señalan que Indira "no está en condiciones de declarar nada". Poco antes de las 14.30 horas, la estadista india es declarada oficialmente muerta, y acto seguido las autoridades policiales retiran la palabra conspiración de su informe.
Nueva Delhi retorna lentamente a la calma. El toque de queda se ha levantado entre las cinco de la mañana y las nueve de la noche, pero ello no impide un intenso patrullar de soldados que recorren las calles y vigilan las zonas más conflictivas de la ciudad para evitar que se repitan los incidentes.
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