Alternativa marroquí para el empleo de la fuerza
Marruecos padece en nuestros días un conflicto armado que determina tanto su política exterior como de defensa. La estructura mililar tiene que dar respuesta a la voluntad política de mantener la soberanía sobre el Sáhara.El conflicto sahariano rebasa los planteamientos de lo que en sentido clásico denominamos guerra de guerrillas. Por las características de los combates que se libran, nos encontramos más ante una guerra de hostigamiento llevada a cabo por unidades que tienen bases de partida seguras y que disponen de armamento adecuado para realizar rápidos desplazamientos y ataques a posiciones relativamente organizadas.
Hay que tener también presente el contencioso que mantiene con Argelia respecto a la titularidad de territorios fronterizos y al apoyo argelino al Frente Polisario.
Ceuta y Melilla constituyen una reivindicación histórica marroquí, sin que por parte de España haya apetencias territoriales más allá de los actuales límites. Es obvio que las fuerzas armadas marroquíes tienen hoy sus ojos puestos en el desierto, sea en sus fronteras sea en el interior del mismo. Esto condiciona una estructura militar basada en unidades capaces de realizar las misiones que su situación posibilita.
Así aparece una serie de brigadas, unidades capaces de llevar a cabo misiones de alcance muy limitado si se tratara de combatir contra un enemigo de identidad igual o superior a la suya, pero muy adaptables al tipo de lucha que realizan. Su aviación se orienta a adquirir aparatos que permitan el apoyo a tierra y el reconocimiento del territorio.
Otro aspecto que tener en cuenta es la carencia de una industria armamentística que permita un suministro mínimo a las unidades que combaten. Sus dos grandes proveedores son Francia y Estados Unidos.
El despliegue de las fuerzas tiene que responder a las necesidades antes apuntadas. Así, entre el territorio de Río de Oro y la frontera argelina, lo más probable es que se encuentre desplegado el 75% de sus fuerzas.
Esto nos explicaría la política exterior de pactos. Es casi una ley que nos enseña la historia, que los frentes se cubren con la diplomacia y, cuando ésta fracasa, son las armas las que la sustituyen. Después de la sorpresa del pacto libiomarroquí, parece que Marruecos intenta un acercamiento con los países ribereños. Mientras la diplomacia funciona, la paz está garantizada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.