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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La corte del faraón

Pharoah Sanders Quarter.

V Festival de Jazz de Madrid.

Teatro María Guerrero. Madrid, 28 de octubre de 1984.

Llegamos tarde a Coltrane, pero hemos acabado por ver a todos los demás: Don Cherry, Sun Ra, Archie Shepp, Cecil Taylor y ahora el faraón, Pharoah Sanders. En Barcelona incluso han visto a Ornette Coleman. Con la sonada excepción de Taylor, que sigue en sus trece, los que llegan más recientemente lo hacen tranquilos y como melancólicos, muy distintos a cuando eran algo así como los apóstoles cabreados del nuevo jazz.

Sus cambios de imagen son espectaculares. Pharoah Sanders, con una larguísima barba blanca, parecía talmente un Valle-Inclán moreno, quizá escapado de la versión de Luces de bohemia que se está representando en el mismo teatro. Comenzó Sanders a tocar casi media hora tarde: la puntualidad es la cortesía de los príncipes, pero a lo mejor no de los faraones. Como otros de los modernos citados más arriba, tocó poco y tuvo el mal detalle de no quedarse a escuchar los solos de los demás.

El repertorio se compuso básicamente de temas modales en los que el grupo creaba el acostumbrado fondo obsesivo sobre el que Sanders pontificaba en tono profético, como un Coltrane rebajado por el dudoso aroma de la nostalgia. También tocó un blues bastante jugoso y ese caballo de batalla de los saxos tenores que es Body and soul. Los sobreagudos del blues sonaron menos a vanguardia que a recurso de rhythm and blues o truco de tenor tejano. En Body and soul volvió Sanders a la onda de Coltrane, aunque el arreglo no era el que éste usaba. La codetta que es obligación en este tema le salió razonablemente free; mejor le había quedado antes un final a base de hacer sonar las llaves del saxo, pero luego lo repitió dos veces más, así que no sería tan difícil.

Lo mejor del faraón fue la corte. Kirk Lightsey ya había dejado impronta de pianista verboso en sus pasos anteriores con Dexter Gordon: con Sanders tiene oportunidad de ponerse hasta frenético, pero eso le va bien a esta música. Santi Debriano, cada vez que viene toca mejor; suspende el ánimo con sus solos y es imaginativo incluso en los temas en que cualquier bajista cumple repitiendo una figura rutinaria. El batería Idris Muhammad es un acompañante fluido y con gran sentido de la dinámica. Hizo un solo estupendo basado en el hi-hat, ese plato que se acciona con el pie.

Sanders los presentó a todos al final dando grandes voces, como si estuviera anunciando a Ray Charles. La propina, con bailes y cánticos, se la podían haber ahorrado: a fin de cuentas, ya le vimos hacer lo mismo a Dewey Redrnan en las fiestas de San Isidro. Se ve que a estos modernos no se les ocurre otra cosa.

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