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Polonia reacciona con calma frente a la muerte del sacerdote

Walesa interpreta el 'caso Popieluszko' como una provocación contra el pueblo polaco y el Gobierno del general JaruzeIski

El líder del prohibido sindicato Solidaridad, y premio Nóbel de la paz, Lech Walesa, interpretó ayer el caso Popieluszko como una lucha interna dentro del aparato del poder en Polonia y apeló a los miles de fieles reunidos en la iglesia de Santa Brígida, en Gdansk, a no dejarse manipular, porque "alguien hizo una marranada contra todos nosotros, desde el primer ministro hasta el ciudadano más sencillo". Mientras Walesa hablaba en Gdansk, los fieles asistían abatidos y anonadados a las misas matinales en la iglesia de San Estanislao de Kostka, en Varsovia, donde ejercía sus funciones Jerzy Popieluszko, el sacerdote secuestrado y muerto según la confesión del capitán del Ministerio del Interior Grzegorz Piotrowski.

El primado de Polonia, cardenal Jozef Glemp, habló de "ciego terrorismo" y actos movidos "por objetivos turbios" en un discurso pronunciado en la inauguración de curso en la universidad de Lublin, la única universidad confesionalmente católica de un país del Este europeo. La alocución televisiva del sábado por la noche del ministro del Interior, general Czeslaw Kiszczak, acabó prácticamente con las esperanzas de encontrar con vida al sacerdote, secuestrado hace 10 días en las proximidades de Torun. El general habló de "inspiradores ocultos" y "protectores" y ni confirmó ni excluyó la participación de otras personas en el acto criminal además de los tres oficiales del Ministerio del Interior detenidos, uno de los cuales, el capitán Piotrowski, confesó haber matado al sacerdote.Esta posibilidad de "inspiradores ocultos" marcó la línea del sermón de Walesa ayer en la iglesia de Santa Brígida. El líder sindical pidió disculpas por utilizar la misa en la iglesia como foro, pero alegó que la gravedad de la situación, el caso Popieluszko, así lo requería.

Una semana de tregua

De las palabras de Walesa a los fieles se desprende que trata ante todo de aplacar los ánimos y pidió una semana de tregua: "Os ruego de nuevo que no intervengáis en esto durante una semana. Debemos encontrar soluciones seguras y cristianas". Walesa interpreta el crimen como una provocación, un intento de utilizar "como borregos" y "carne de cafión" al pueblo para una lucha interna dentro del aparato del poder. En su sermón, dijo el premio Nobel de la Paz: "Nosotros no hemos querido tomar el poder, y por consiguiente no vamos a intervenir en las luchas por él mismo. Deberíamos interesarnos por cómo se ha querido manipularnos. Los inspiradores de esta provocación querían ver cómo nos comportábamos, si nos iban a meter miedo. Seguramente querían que fuésemos adelante como carne de cañón. No nos dejemos manipular. Nuestra fuerza radica en el sano juicio... Estoy convencido de nuestra victoria. Debemos cuidar que nuestros actos no sirvan para dar poltronas a nadie".

Maniobra de los 'duros'

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El dirigente sindical apeló a los reunidos en la misa para que no saliesen en manifestación hacia el monumento a los muertos de 1970, situado a las puertas del astillero Lenin, a unos centenares de metros de la iglesia de Santa Brígida.

La postura de Walesa es significativamente moderada e interpreta lo ocurrido con el sacerdote desaparecido como una maniobra contra todo el pueblo, incluido "el primer ministro", general Wojciech JaruzeIski. De esta forma, Walesa se suma así a la tesis que interpreta el asesinato de Popieluszko como un intento de los sectores duros del régimen contra la línea política defendida por JaruzeIski.

Para tratar de convencer a los reunidos en la iglesia de abstenerse de salir en manifestación, Walesa dijo: "Podemos mostrar lo fuertes que somos y entonces ellos usarán las porras o dispararán. Nosotros somos fuertes en los centros de trabajo y en la oración, arrodillados en las iglesias, donde forjaremos soluciones políticas seguras".

En la universidad de Lublin, el cardenal primado aludió también en su discurso al caso del sacerdote desaparecido, y mencionó las violaciones del mandamiento divino de amar al prójimo: "Esto es evidente cuando se secuestra a personas en la calle. Cuando para conseguir algunos objetivos oscuros se está dispuesto a hacer sufrir y a matar, cuando nos encontramos ante actos de ciego terrorismo".

El cardenal dijo expresamente: "No podemos olvidar el hecho doloroso del secuestro del padre Jerzy PopieIuszko", y añadió: "Este acto es mucho más doloroso porque ha demostrado que viven entre nosotros personas dispuestas a hacer sufrir y a matar al prójimo".

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