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Entrevista:

Mario Vargas Llosa afirma que la ficción literaria "no hace daño", a diferencia de las utopías políticas

El autor presenta su última novela, 'La historia de Mayta', en una tertulia universitaria

Mario Vargas Llosa ha vuelto, literariamente hablando, al Perú. A Miraflores, en Lima. En su última novela, La historia de Mayta, que el profesor Francisco Rico considera la mejor acabada, vuelven a aparecer los paisajes peruanos, con la innovación de la sierra. Es la historia de un trosquista que, en 1958, protagonizó, con un grupo die adoliascentes y un alférez, una insurrección armada. Pero es también una reflexión sobre la creación literaria y la ficción política. "La ficción literaria no hace daño", dice el novelista, "la política, mata"

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La historia como mentira

Nació en Arequipa, en 1936. Vivió en París, Madrid, Barcelona, y, en Londres. Estudiando en la capital francesa, hace 25 años, leyó una nota en Le Monde. En el Perú se había producido una rebelión armada con el saldo de varios muertos, heridos y detenidos. Parecía algo increíble. La idea le ha rondado por la cabeza durante un cuarto de siglo y ha terminado en una novela, La historia de Mayta, el nombre de uno de los participantes en una intentona revolucionaria en Jauja, un pueblecito de la sierra peruana, intentona cronológicamente anterior a Cuba.

Pregunta. Es el resultado de la revolución cubana, en buena medida, lo que flota en la novela. ¿Una especie de visión de la revolución imposible?

Respuesta. En efecto, ése es el tema. La utopía es eso: la revolución imposible. La idea de que existe una solución final, definitiva y violenta para los problemas. Cuba, Irán o Jauja. Es el fantasma que está detrás de toda la tragedia. Al mismo tiempo, la novela pretende mostrar la fuerza tremenda de atracción de ese sueño. Lo difícil que es desarraigarlo. La idea de que hay una solución definitiva. La idea de que el paraíso existe y puede ser implantado aquí. Y que todo depende de la inversión de heroísmo, sacrifio y crueldad que uno esté dispuesto a hacer. Es difícil erradicar eso porque hay toda una tradición mesiánica que nos impulsa a buscar esa situación. Y cuanto más trágica es la situación, cuanto más en el fo indo del pozo estamos, más porosos somos a ese.tipo de fabulaciones, más factible parecen. Te hechas a las montañas, tiras bombas, matas y, entonces, el paraíso va a ser posible. Es muy difícil aceptar que no hay soluciones definitivas, que son siempre transitorias, que son siempre revisables, precarias. Que la mediocridad es un camino preferible, en el campo de las reformas, que el de la perfección absoluta que no existe, aunque nos movamos en una tradición que nos impulsa a lo contrario. Y, sobre todo, en países donde la racionalidad no está dispuesta a criticar al sueño, sino a servirlo, a servir a la irrealidad, la irracionalidad.

Ilusión

P. Pero su novela es también una reflexión sobre el propio proceso de creación. Sobre la elaboración de ficciones y sus resultados, según lo haga un literato o un político.

R. En no pocos sentidos podríamos decir que el núcleo de la historia es la ficción. Hay una ficción que produce monstruos, es la que no se reconoce como ficción. La grandeza de la literautra está en que expresa y al mismo tiempo no nos engaña. En esa ficción identificamos algo que está en nosotros, que no está en la realidad y que, sin embargo, nosotros introducimos en ella. Y eso no hace daño. Mantiene una gran insatisfacción en nosotros, nos hace infelices al mostrarnos hasta qué punto nuestros deseos están separados de las posiblidades de concretarlos, pero eso es baeno, mantiene al hombre activo. Le hace desear cosas y actuar. La ficción que no se reconocezorno tal, que se entroniza como una verdad, como una expresión de la realidad y no lo es, es la que nos lleva a las grandes catástrofes. A actuar de una manera irracional, insensata. A no aceptar las lecciones de la realidad. Es la pequeñita historia que pretende mostrar la novela. La historia aislada es conmovedora. Hay idealismo, generosidad. Pero esa ficción produce inuertos, embarca a cierta gente en una ilusión que es una pura ilusión, pero que tiene las ptetensiones de no serlo. De ser una lectura absolutamente científica y única de la realidad. Cuando no son cuatro o cinco personas las que viven en esa mentira como una verdad, cuando es toda la sociedad o un sector, puede provocar cosas como las de Sendero Luminos o lo que ocurre en Irán. Una ficción entronizada como verdad y como la realidad no se pliega a ella hay que recortar la realidad. Matar a quien haya que hacerlo, embarcar a cientos de miles de personas en una guerra... Todo eso es una ficción que no admite serlo. Es un caso muy interesante. Puede empezar como obra de unos cuantos soñadores, pero al final acaba afectando a todo un pueblo. A mí me aterra mucho eso. Creo que es un obstáculo tremendo para el progreso entendido como una lucha contra las injusticias. Todas.

P. La novela se estrucutra sobre la base de una supuesta reconstrucción a partir de testigos de la historia. Testigos contradictorios, a veces. Sólo una cosa tienen en común, su voluntad de ocultar la experiencia. Su voluntad de silencio. ¿Por qué?

R. Porque no saben qué biacer con la experiencia. No saben cómo asimilarla, superarla. Prefieren olvidar. O porque han caído en el pesimismo, han perdido las esperanzas.

Volver a la fabulación

P. Sin embargo, el narrador, que puede confundirse con el autor, como una forma más de dar entrada a la narración del proceso de elaboración de una ficción, no ceja hasta construir una imagen. Y en el capítulo final, la destruye.

R. Ese capítulo es un intento de volver a la realidad. La fabulación ha recorrido una curva ascendente y en el último capítu lo hay un intento de regreso otra vez a la tierra firme. Hemos pasado por todo esto y, bueno, esto es una novela. La ficción sale de la realidad, se dispara, crea un mundo de mentiras y, al final, regresa a la realidad, se integra en la vida de alguna forma que no podemos controlar ni cuantificar. Quería seguir esa curva en la novela. Hemos estado contando mentiras. Todo era ficción. Los testimonios ¿son cietos o falsos?; el narrador ¿dice la verdad?, de repente se ve que no; esto es una ficción, un libro construido a base de mentiras y el último capítulo ¿es verdad? No se sabe.

P. Pero usted ha ido sembrando la novela de pistas sobre la falsedad y la verdad, confundiéndolas constantemente. Incluso al final.

R. Naturalmente, porque al lector no se le puede llevar arrastrado por la nariz. Una novela es un juego, pero el lector debe aceptarlo. No se puede producir en él una reacción de incredulidad. Debemos jugar ambos.

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