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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Maximiliano Valdés dirigió en el Real tres clásicos de nuestro tiempo

Con los conciertos de esta semana ha iniciado su trabajo como principal director invitado de la ONE el maestro chileno Maximiano Valdés, discípulo de Franco Ferrara, en dirección, y de Silvano Bussotti y Aldo Clementim, en composicion. A sus 35 años, la carrera de Valdés sigue un ritmo ascensional evidente. Es músico de gran sensibilidad y honda preparación, posee dotes de comunicatividad y se comporta en todo como hombre de nuestro tiempo. Ya el programa inicial de la temporada dice mucho en favor de Valdés, renuente por naturaleza al repertorio cinemascópico tan al uso: la Cantata profana, de Bartok (1930); otra cantata, Das Augenficht (La luz de los ojos, o de la mirada), de Webern (1935), y la suite (1947) de Petruchka, de Igor Stravinski. Esto es: tres clásicos del siglo XX representados por obras nacidas hace 50 años o más. Que esto resulte extraño entre nosotros sólo demuestra lo viciado de nuestro ambiente musical, uno de los más conservadores -en lo sinfónico- de Europa. Baste subrayar que la ONE programaba las obras de Webern y Bartok por vez primera ¡en su concierto número 2.720!

Orquesta y Coro Nacionales

Director coro: S. Caolvillo / T. Cabrera. Director: Máximiano Valdés. Solistas: Kurt Westi, soprano, y Kurt Widmer, barítono. Obras de Bartok, Webern y Stravinski. Teatro Real. 5, 6 y 7 de octubre.

Del anterior dato y de la dificultad de las obras, agravada por la falta de familiaridad con ellas por parte de coro y orquesta, se deriva, creo yo, la inconsecución de una realización adecuada a los planteamientos ideológicos de Valdés. Dejemos de lado las rozaduras del barítono solista, que esto es accidental. Lo importante, lo grave, es interpretar Das augenlicht sin la sutileza tímbrica, la alquitarada belleza sonora lograda por su autor, quien, físicamente, lleva en volandas el texto de Hildegard Jone (de Viae inviae). La textura vocal, perfectamente eufónica, aunque fruto de concepciones originalísimas, es concentrada y muelle, tanto en las partes homofónicas como en las polifónicas; la medida trama orquestal (calculada para que todo suene con la mayor pureza y la más exacta y sustancial iluminación) define el clima poético que a veces alcanza "una extremada dulzura y afabilidad", por decirlo con palabras del propio Webern. No en vano Das augenlicht obtuvo un éxito singular el día de su estreno por Scherchen, en el Festival de la SIMC celebrado en Londres, el 17 de junio (no julio, como dice el programa).

Textos tradicionales rumanos

La Cantata profana está compuesta sobre textos tradicionales rumanos. Datada el 8 de septiembre de 1930, se estrena en la BBC el 25 de mayo de 1934, y en público, el 25 de marzo de 1936, bajo la dirección de Adrian Boult (corrijo el baile de fechas que figura en programa). Es admirable la fuerza expresiva de esta obra, un tríptico apretado -dos partes épicas y, en el centro, la acción dramática-, su ideal sonoro, tan cambiante en Bartok y, en estos años, inclinado a una cierta dureza, radicalmente hungarista y violentamente personal (lleva razón Sopeña al rechazar el cacareado neobarroquismo de la Cantata, muy inferior -si es que existe- al de su contemporánea Sinfonía de los salmos). De Petruchka, que sonó con claridad e imaginativo sentido del color/ritmo, poco hay que decir a estas alturas: es de esas músicas que nos llenan el alma de alegría, uno de los momentos creativos más altos de la música europea de este siglo.

Hubo bastantes ovaciones para el familiar Stravinski y desvío gélido para Bartok y Webern. ¡Todavía!

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