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Satisfacción de los Gobiernos argentino y chileno al confirmar oficialmente la existencia de un acuerdo sobre el canal de Beagle

El anuncio del acuerdo sobre el canal de Beagle, que pone fin a 100 años de disputas argentino-chilenas, fue hecho en Buenos Aires por el presidente argentino, Raúl Alfonsín, una hora después de que en la Casa Rosada recibiera la distinción como hombre del año por parte del Instituto Interamericano de Derechos Humanos. La satisfacción es generalizada en ambas vertientes de la cordillera, si bien los detalles del acuerdo final se ignoran aún.

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El largo camino hacia el compromiso

El acuerdo definitivo, a falta de retoques protocolarios, será firmado en los próximos días, muy probablemente coincidiendo con la celebración en Buenos Aires, el día 10, de un congreso eucarístico nacional, al que asistirá el secretario de Estado vaticano, cardenal Agostino Casaroli.Prima el deseo de paz, tanto en chilenos como en argentinos, y la intención de poner fin a un conflicto que en 1978 movilizó a los Ejércitos de ambos países; sólo la mediación vaticana impidió, por muy pocas horas, la guerra entre ambas naciones. El Estado Mayor argentino había dado ya sus órdenes de marcha a las tropas y había previsto 16.000 bajas propias sólo el primer día de combate para forzar la cordillera andina desde la ciudad argentina de Mendoza hasta Santiago con el fin de dividir a Chile en dos.

Lo que ha trascendido de este acuerdo es que Chile mantiene su soberanía terrestre sobre las islas al sur del canal (Picton, Nueva, Lennox), mientras Argentina accede a una presencia no soberana -ayudas a la navegación- en dichas islas. La mediación papal asegura a Argentina su proyección sobre los territorios antárticos, una de las piezas claves de la disputa.

Todo el caballo de batalla argentino en la negociación giró en torno a la posesión territorial de las islas, y desde 1980 fueron las sucesivas juntas militares las que obstaculizaron el acuerdo con Chile no contestando a los argumentos mediadores vaticanos. Ahora, la política diplomática argentina, dentro del consenso general por la paz, intentará convencer a la opinión pública de que la propuesta del Papa es la más favorable para el país y que una apelación a la Corte Internacional de Justicia de La Haya aún favorecería más a la República de Chile. No obstante, portavoces radicales se han apresurado a señalar que el acuerdo de paz se firma moralmente con el pueblo chileno, y no con el general Augusto Pinochet.

Referéndum no vinculante

El 11 o el 18 de noviembre, el pueblo argentino será convocado a un plebiscito no vinculante sobre el acuerdo territorial con Chile. Muy probablemente, en él prevalecerá la abstención ante el hecho consumado y el ansia de paz. Sin embargo, se teme que la extrema derecha militar argentina relance una campaña política acusando al Gobierno de entreguismo y denunciando las tradicionales aspiraciones de Chile sobre la Patagonia, mayoritariamente poblada por chilenos.

Con una mezcla de satisfacción y de cautela fue recibido en Santiago el anuncio de un acuerdo entre Chile y Argentina en torno al conflicto del canal de Beagle. El comunicado conjunto fue leído en Santiago por un funcionario de la cancillería, y no hubo una reacción inmediata del presidente, general Augusto Pinochet, informa desde Santiago Alejandro del Río.

El canciller Jaime del Valle calificó el acuerdo como "una excelente noticia" *y dijo que el texto completo del tratado se podrá conocer en Chile dentro de unos 15 días. Un grupo de nacionalistas de derecha, apoyados por altos mandos de la Armada en la reserva, anunció que se opondrá al acuerdo por considerar que quita a Chile 126.000 kilómetros cuadrados de mar territorial, que son entregados a Argentina.

Otros grupos disidentes del acuerdo se han mostrado cautelosos en sus críticas hasta tanto no conocer el texto oficial del acuerdo entre ambos países. En Chile, el tratado debe ser ratificado por la Junta de Gobierno, que actúa como poder legislativo, y luego firmado por el general Pinochet.

Una de las primeras críticas hechas al acuerdo en Chile fue que la pérdida del mar territorial en el mar de Drake, que separa a América de la Antártida, introduciría una valla o separación entre Chile y su sector antártico.

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