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FESTIVAL DE OTOÑO

La sorpresa del nuevo Ballet Español de Madrid

El Ballet Español de Madrid es un proyecto de nuevas relaciones en la dinámica interna de un grupo de ballet que por su honestidad y sinceridad ha de ser tenido en cuenta. Aún en el caso de que no tuviera resultados espectaculares -que sí los tiene- habría que respetar la dedicación, la entrega, la sinceridad de estos hombres y mujeres que en dos años, correcciones de rumbo incluidas que no son desconocidas para el público español, se han curtido en el trabajo limpio y ferviente.En Aranjuez, el Ballet Español de Madrid debutó el, pasado sábado -hoy actuará en el anfiteatro municipal Egaleo, de Leganés (Madrid), a las diez de la noche, y el día 27 en la plaza Mayor de San Sebastián de los Reyes (Madrid), a las diez de la noche, dentro de la programación del Festival de Otoño- con un programa recompuesto que se armó en un mes luego del cambio de su dirección, y la incorporación de algunos elementos nuevos y sobre el cual sus creadores tenían el temor de que apareciese como un ensayo general.

Trabajo colectivo

Sin embargo, para satisfacción de los artistas y del heterogéneo y respetuoso público que colmó la sala, la función resultó una agradable experiencia, susceptible de mejorar, pero digna en su conjunto, reveladora de un nivel profesional que uno agradece por lo que tiene de trabajo colectivo.El jaleo es un cuadro popular tradicional con intervención del flamenco y de la escuela bolera, que se alternan con gracia. En el primero, como es de esperar, todavía con mucha improvisación y, sí, con fortuna, en bailarines de garra y fuerza, como Azucena Flores y Candy Román, que interpretaron tangos, soleá por bulerías y seguidillas bordadas con fuerte paso y crecida estampa sobre la voz inquietante de Salmerón y las guitarras de Carlos El Habichuela y Manolo Segura.

En la segunda, mucho más precisa en el diseño espacial, aunque, aún sin cuajar su uniformidad, Rosa Naranjo y Lario Díaz fueron justos, a pesar de que el estado del escenario y sus pequeñas dimensiones constreñían los alcances. Un elemento a trabajar por los coreógrafos es la construcción y fijado de las poses de los que observan a manera de friso y que completan el ambiente, las cuales no deben ser dejadas a la espontaneidad.

Densidad lorquiana

Le siguió Homenaje a Federico, título infeliz, por retórico, de una verlión interesante y nueva de la Yerma del gran Lorca. Se trata de una obra de Goya Montero donde el argumento del drama es condensado hasta dejarle en esencias, con un hábil conocimiento de la diferencia de códigos y modernidad no engolada. Azucena consigue una Yerma desgarrada e impresionante, y Candy, un Juan lejano y sorprendido, quienes dicen la tragedia con ayuda de un personaje nuevo, una suerte de niño-amante que encarna el propio Montero (bailarín de dinámicas cambiantes y gran ataque) en medio de un ambiente mágico con un lenguaje de fuerte acento sígnico, fiel a la densidad premonitoria de lo lorquiano. Es con el texto homónimo de Lorca que dice en off la voz del actor Julio Núñez, y con música de Emilio de Diego, que sobreviene La casada infiel, paso a dos de extraordinaria sencillez que pone a prueba las capacidades de Montero y las puntas de Rosa Naranjo.Con algunos efectismos gestuales que se pulirán, sin duda, en el futuro en el caso del primero, y la capacidad para el fraseo de la segunda, es una obra que reivindica con seriedad uno de los poemas del granadino que peor manipulación han tenido.

La música del Desenlace, donde Emilio de Diego superpone misterio y realidad con melodías de emocionante belleza, provee el ambiente para una recapitulación de elementos que cierra brillantemente el programa presentado. El coreógrafo -de nuevo Montero- es aquí mucho más suelto en diseño espacial y más adaptado a las potencialidades de los bailarines, que lucen cada uno en su estilo y con fuerza particular.

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