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LA LIDIA

10 orejas y un rabo se cortaron en Guadalajara

JOAQUIN VIDALDiez orejas y un rabo se cortaron ayer en Guadalajara. Noticias así hay que darlas con prudencia, pues luego se divulgan como se divulgan y pasa lo que pasa. Dice uno que ayer se cortaron diez orejas y un rabo en Guadalajara, y otros ponen el grito en el cielo: "¡Cielos, nuevo crimen pasional. Ya ni en Guadalajara se puede vivir tranquilo!". Lo del rabo desorienta mucho y se presta al equívoco. Lo del rabo es necesario explicarlo, pues estaba cayendo en desuso, hasta que se ha subido al palco el ínclito presidente de Guadalajara. Y más ínclito que será, después de haber concedido dos rabos en tres días. A su lado, aquel famoso comisario Pangua que le dio un rabo a Palomo en Las Ventas, era la. inquisición taurina.

Plaza de Guadalajara

22 deseptiembre. Tercera de feria. Cuatro toros de Sandago Martín, uno de Garzón y uno de Ibán, con trapío, manejables. Luis Franco Esplá, ovación y dos orejas. Víctor Mendes, cuatro orejas. Carro Darán, cuatro orejas y un rabo.

La salida a hombros de los espadas, las diez orejas concedidas, el rabo famoso, podrían hacer pensar que ayer, en Guadalajara, se vio torear de maravilla. Pues no: nadie toreó de maravilla ayer en Guadalajara. Lo que sí se vio, en cambio, fue el toro, el auténtico, el de trapío, comalón y astifino. Para empezar, la lidia del que abrió plaza, un grandullón aparatoso, serio, feroche y armado hasta los dientes, tuvo mayor mérito que la de los doce toros juntos que saltaron al mismo ruedo los días anteriores. Esplá lo toreó con oficio, valor, vista y ligero pie, que era la estrategia aconsejable para librar la bronquedad de aquel pájaro. No bastó, sin embargo, para que cortara orejas, lo cual habría servido para alcanzar el pleno orejil.

Se las cortó, en cambio, al cuarto, sin mucho fundamento y Ibán -el único brocho y despitorrado de la corrida- era una hermanita de la Caridad, con el que hubiera podido hacer el toreo güeno, el que tiene cante, que dicen por er zú. No lo hizo. La faena de Esplá fue torera y dominadora, pero no acompasaba con el giro de la cintura, sino con los hombros, el ritmo de las suertes, y le salía un tironeo de dudosa estética.

Sus compañeros no lo hicieron mejor, como tampoco peor. Derrocharon entrega, dieron mil pases cada uno, que son 2.000, y depurando el balance, sólo quedaban al final, para el recuerdo, un par de naturales de Víctor Mendes, más sus buenos muletazos de recurso; otro par de Curro Durán, más sus estocadas. De los 1.996 muletazos restantes, por er zú no habrían dicho que tenían cante, ni en Guadalajara lo decían tampoco, aunque la suma hacía guateque, la gente estaba contentísima, los conmovídos taurinos del callejón derramaban lágrimas como garbanzos, al presidente le daban ataques de eufória, y así cayeron, una a una, las diez orejas, y en el último segundo, el rabo también cayó.

Más fuste poseyeron los tercios de banderillas de Esplá y Mendes. No todos, y entre los catorce pares que prendieron, se califican de soberanos uno de Esplá a topa carnero, otro de Mendes de dentro a fuera. En los tercios de banderillas la plaza fue un delirio, y si en ellos valieran rabos, el presidente habría concedido unos cuantos.

Guadalajara tiene plaza, bien construida, hermosa, estratégicamente situada para recibir a la afición de la Alcarria y a la de Madrid, que está a un paso de autopista, como quien dice. Es una plaza adecuada para montar en ella más acontecimientos taurinos que los exclusivos de la feria, quizá cubriendo las fechas que deja vacías Las Ventas, o prolongando la temporada cuando este coso cierra sus puertas. Necesitaría ambiente, y en el palco, alguien vacunado contra la rabofilia.

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