El Manzanares, un sueño de río
Lope de Vega declaró a la vista del puente de Segovia -encargado por Felipe II al arquitecto Juan de Herrera-, que Madrid tenía que vender el puente o comprar un río. Los madrileños lo han criticado en los últimos años por su olor y color. Esta situación parece ya pasada. Un nuevo río discurre en el tramo urbano de la ciudad. Un nuevo río en el que esta misina semana se están instalando 200 patos y railes de peces. Cambiar la fisonomía del Manzanares ha costado 292 millones y seis meses de trabajo aunque no parece haber sido difícil, aIguna ventaja debe tener un cauce que se nutre sólo de las aguas residuales de la ciudad.
El río Manzanares nace, a 2.000 metros de altura, en el Ventisquero de la Condesa, en la sierra de Guadarrarna. Este dato es desconocido para casi la totalidad de los madrileños, pues el río desaparece al llegar al embalse de Santillana, del que se abastece Madrid, además de otros embalses, por medio del sistema de traída de aguas del Canal de Isabel II.El río que sale del embalse ya no es río. Lo era cuando no había ningún pantano que contuviera su volumen en invierno y paliara su escasez en verano. Tras la construcción del de Santillana, el río quedó en tal situación que en los años setenta se tuvo que construir la presa del Pardo exclusivamente para recoger agua del embalse de Santillana y conseguir que fuera constante el caudal que atravesaba Madrid.
Se había modificado el cauce del Manzanares a su llegada a Madrid y también había sufrido variaciones su recorrido por el término urbano. Madrid, la capital de España, no podía tener un río de cuarta categoría. Por lo menos así lo decidieron los responsables de Obras Públicas de los primeros Gobiernos del general Franco, y en 1943 se creó un organismo autónomo llamado Canalización del Manzanares, encargado de dar al río "una imagen similar, dentro de lo posible, a un Sena o un Támesis".
La canalización se realizó entre San Antonio de la Florida y el puente de la Princesa, a lo largo de unos 4.700 metros lineales, pero la actuación del organismo fue bastante criticada. La venta de terrenos aledaños al río con objeto de obtener recursos para las obras de canalización dio pie a operaciones inmobiliarias especulativas que destrozaron el entorno del río. Se redujo la superficie de la pradera de San Isidro, lugar de reuniones populares y ferial de las fiestas del patrón de Madrid, y el cauce quedé encerrado entre colonias de viviendas. En 1966 se edificó en una de las orillas el estadio de fútbol Vicente Calderón.
La política seguida por los responsables de la operación de canalización consistió en que, ya que no había río verdadero, había que crear una serie de pequeñas presas, una detrás de otra, que dieran la apariencia de suficiente volumen de agua en movimiento. Un movimiento que, poco a poco, fue decreciendo y que se hizo nulo cuando a finales de los años setenta llegó la sequía.
Agua de alcantarillas
La presa de El Pardo dejó de suministrar agua a este tramo canalizado, y el río sólo se aliinentó a partir de entonces de las aguas residuales que las alcantarillas vierten a diario al cauce desde los distintos barrios de la capital: 146 millones de litros. En esta situación se encuentra aún. El sistema utilizado a partir de entonces para dar la sensación de movilidad al río consistía en que cuando la cantidad de agua almacenada en una de las presas superaba el nivel normal se abría la compuerta y el volumen sobrante se echaba en la siguiente,y así sucesivamente hasta la octava y última presa, que figura con el número 10, al no haberse construido nunca la primera y la segunda.El agua que salía de la última presa casi no era agua. Primero porque la depuradora de Viveros, la única que verdaderamente se ocupaba de la depuración de las aguas en el tramo carializado, -la de El Pardo tenía muy poco uso-, contaba con una capacidal de depuración de 400 litros por segundo, insuficiente si se tiene en cuenta que llegaban a esta depuradora un total de 1.500 litros cada segundo. El resultado era que había que verter directamente: sin Jepurar 1.100 litros por segundo, en tanto que los 400 litros tratados sufrían una depuración del 90%.
A estas aguas contaminadas se unían las que salían por varios puntos procedentes de osas, pozos negros o canalizaciones hasta ahora desconocidas. El estadio hecho con motivo de las obras previas a la limpieza del río ha permitido descubrir 126 bocas de salida que iban desde canalizacionés de aguas de lluvia hasta alcantarillado procedente de localidades como Las Rozas y Majadahonda. También vertían sus aguas residuales entidades privadas, como El Tejar de Somontes, o zonas oficiales, como el palacio de la Zarzuela, aunque las aguas residuales de este último fueran tratadas en una depuradora existente, en el complejo de la Zarzuela.
Aparte de las obras ahora realizadas, el Ayuntamiento de Madrid decidió aprovechar la ocasión para terminar con este problema. Con ese objetivo se ha solicitado ya a la Comunidad de Madrid que controle los vertidos de las poblaciones de la zona noroeste y se ha puesto el problema en manos de la Oficina de Disciplina Urbanística para que obligue a las entidades privadas a depurar el agua que vierten.
Hasta que se realizaron los trabajos de limpieza del río, el agua del Manzanares no podía ser llamada agua. Los datos pueden parecer escalofriantes. Una de las medidas utilizadas para controlar la pureza del agua son los miligramos por litro de sólidos en suspensión. Para ello sólo hay que cocer un litro de agua a 108 grados centígrados. Al evaporarse el líquido quedan los sólidos en suspensión. Hasta el año pasado, al cocer un litro de agua del río quedaban en la olla entre 200 y 300 miligramos de sólidos en suspensión, es decir 200 o 300 gramos cada metro cúbico. Dado que el volumen vertido al río era de 1,7 metros cúbicos por segundo, cada segundo se estaban arrojando al cauce del río en su tramo canalizado entre 340 gramos y algo más de medio kilo de porquería.
Toneladas de basura
En total se vertía al río una media de unas 30 toneladas diarias de sólidos en suspensión en el tramo urbano, a las que se añadían otras 195 toneladas a la salida del tramo canalizado. 225 toneladas de basura se iban a diario por el Manzanares camino del Jarama. y luego del Tajo, mientras más de 25 se vertían directamente al paso de este río por Madrid. No es extraño que en 1977 se recordara a la población que no podía bañarse -algo que la mayor parte intuía desde años antes- y se advertiera que las verduras regadas con el agua del río podían provocar fiebres tifoideas. Hoy en -día, tras una inversión de 291 millones de pesetas, se vierten en el tramo canalizado- dos toneladas diarias de sólidos en suspensión, mientras en el tramo no canalizado se unen otras 11 toneladas diarias de residuos. A su vez, en el Jarama se vierten unas dos toneladas más. Pero eso sí, los técnicos aseguran que estas 15 toneladas "son sólidos finos, inertes, de bajo contenido en materia organica".Técnicos municipales han manifestado que estos datos podrían parecer alarmantes, pero que no lo son tanto sobre todo si se tienen en cuenta los índices alcanzados en el pasado. A título de ejemplo aseguran que Madrid, con su nuevo sistema de depuración, contamina las aguas tanto como lo podría hacer una población de 300.000 personas sin ningún sistema de depuración de vertidos.
En especial destacan la reducción de residuos vertidos al río en su tramo no canalizado, una vez pasado el nudo sur de la autovía de circunvalación M-30. Allí desembocaban sin depurar, además de los vertidos de numerosas.empresas y barriadas, los procedentes del propio alcantarillado municipal. Ésta es la razón de que las toneladas de sólidos en suspensión que llegaban del tramo canalizado pasaran de 30 a 225 al sur de la ciudad. La construcción de cin co depuradoras a partir de este tramo ha permitido que los vertidos sean ahora depurados hasta el límite del término municipal.
Atrás quedan los años treinta, cuando el río era aún el lugar de veraneo para los que no tenían más remedio que quedarse en la capital. Bañarse en sus aguas no suponía un peligro. También quedaban atrás los años en que los tendederos de ropa recién lavada en el Manzanares inspiraron a numerosos pintores. En 1932 hubo una propuesta para construir en El Pardo una gran playa artificial donde los madrileños pudieran hacerse a la idea de estar en la costa. Quizá, al menos, ahora puedan hacerse a la idea, contemplando los patos y los peces, de que tienen un río.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.