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Creciente apoyo popular al candidato de la oposición brasileña

El general João Figueiredo, presidente de Brasil, necesitó 11 minutos para leer, frente a las cámaras y los micrófonos de una cadena de radio y televisión, las 900 palabras de un duro discurso en la noche del miércoles, como primera respuesta del régimen al mitin organizado el pasado viernes en la ciudad de Goiania, cuando 300.000 personas se concentrarún para manifestar su apoyo a la candidatura de oposición de Tancredo Neves. En su discurso, Figueiredo dijo que no puede admitir que se altere el orden público ni la presencia de partidos ilegales en concentraciones públicas.El creciente respaldo popular al candidato de la oposición y el acelerado deterioro de la imagen del candidato oficialista, diputado Paulo Salim Maluf, empezaron a preocupar seriamente a los sectores más conservadores de las fuerzas armadas desde hace un par de semanas.

Pese a que las elecciones se harán por la a indirecta, a través de un colegio electoral de 686 miembros, el candidato de la oposición trazó su estrategia a partir de la conquista de un fuerte respaldo popular.

Los estrategas de la campaña de Neves creen que la presión popular que se ha ejercido en actos multitudinarios será factor determinante en la conquista de votos, y argumentan que, frente a la crisis vivida por el país, el nuevo presidente necesitará todo el apoyo popular posible para su gestión. Así pues, los mítines multitudinarios deberán repetirse a lo largo de todo el país.

La primera muestra de esta estrategia alarmó al régimen por varios motivos. En primer lugar, la impopularidad de Figueiredo sólo puede ser comparada a la de su candidato. En segundo lugar, desde que el general Figueiredo se dispuso a comparecer en actos públicos (inauguraciones de grandes obras) acompañado del candidato oficialista, el resultado fue un mar de abucheos. Hasta entonces, la impopularidad del general era medida a través de encuestas y sondeos de opinión pública. Ahora tiene también registro sonoro.

Si la oposición consiguió reunir en un acto a 300.000 personas, el presidente y su candidato sólo lograron congregar a 10.000, y eran, en su mayoría, jóvenes sacados de las aulas escolares. Aun así, fueron abucheados.

Hay, además, muchos otros factores que preocupan al Gobierno. El candidato oficialista, Paulo Salim Maluf, había trazado una estrategia de conquista de votos que preveía, para la primera semana de septiembre, el despegue de su campaña. Sin embargo, sigue donde estaba desde el primer momento: no ha logrado aumentar de manera significativa los votos que ya tenía asegurados, y la presión ej ercida hasta ahora por el mismo presidente Figuieiredo no ha sido suficiente para invertir esa situación.

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Molesto por lo que considera falta de firmeza por parte de la cúpula política del régimen, él candidato oficialista llegó a reunirse en tres ocasiones con el presidente entre el viernes y el martes. Sin embargo, a menos que el general Figueiredo destituya a buena parte de sus funcionarios de más alto rango, es difícil que el candidato logre el respaldo que requiere. En realidad, Maluf imaginó que, una vez designado candidato del partido oficialista, pasaría a participar en decisiones importantes del Gobierno y que lograría remodelarlo todo y alejar a cualquier funcionario que no le apoyase de manera incondicional. Maluf logró destituir a un ministro y a varios directores de empresas estatales, pero no consiguió asegurarse una nítida mayoría en el colegio electoral.

A partir del mitin de Goiania, el presidente Figueiredo pasé a sufrir nuevas presiones. Los malufistas y la cúpula militar exigieron una posición más dura por parte del general, tomando como pretexto la presencia masiva de banderas comunistas en el mitin. Ante la opinión pública, sin embargo, el fantasma de los peligros rojos de los partidos ilegales no tiene tanto poder para asustar.

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