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Reportaje:

El hundimiento del 'General Belgrano'

La decisión de atacar al crucero pone en peligro el futuro político de Margaret Thatcher

Soledad Gallego-Díaz

Los documentos demuestran que el General Belgrano no suponía ninguna amenaza para la Task Force británica, porque 11 horas antes de ser atacado había cambiado de rumbo y regresaba a su base. Lo que probablemente nunca se podrá saber es si hubo un fallo de comunicaciones, que Thatcher y Nott pretendieron ocultar, o si la primera ministra optó deliberadamente por hundir el crucero para impedir que prosperara los esfuerzos mediadores de Perú.La versión oficial del hundimiento del General Belgrano, según se presentó el 4 de mayo de 1982 ante la Cámara de los Comunes, es la siguiente: el gabinete de Guerra decidió el 2 de mayo declarár una zona de 200 millas en torno a las Malvinas en la que cualquier barco extranjero sería considerado enemigo. Ese mismo día, el submarino nuclear Conqueror detectó al crucero General Belgrano en las- proximidades de dicha área y navegando hacia la Armada británica, por lo que solicité, permiso para hundirlo. El permiso fue otorgado a las dos de la tarde, hora de Londres. El barco argenitino, que iba escoltado por dos destructores y que llevaba 1.000 soldados a bordo, recibió el impacto, de dos torpedos. Los destructotes no fueron atacados.

Desde el primer momento los datos oficiales despertaron sospecha y alarma, pero el hecho de que la guerra estuviera en pleno apogeo llevó a los diputados dle la oposilión a mantener un discreto silencio. Acabadas las hostilidades empezaron a escucharse las primeras preguntas: ¿dónde estaba realmente el General Belgrano cuando fue hundido?, ¿suponía verdaderamente una amenaza?, ¿cuántos torpedos fueron disparados?, ¿sabía la primera ministra que el presidente peruano Fernando Belaúnde Terry creía haber convencido a los argentinos para una solución negociada, honorable para todos?

En marzo de este año, dios escritores británicos, Desmond Rice y Arthur Gayshon, publicaron un libro, The sinking of the Belgrano, en el que se aseguraba que el crucero estaba fuera de la zona de exclusión y a 14 horas del buque británico más cércano. El barco argentino había sido localizado el 30 de¡ abril por el submarino Conqueror, que le atacó tres días más tarde, cuando regresaba a su puerto.

El diputado laborista Tam Dalyell, insatisfecho con las sucesivas intervenciones de la primera ministra en la Cámara de los Coinunes manteniendo la versión inicial, organizó su propia investigación. A su juicio, Thatcher había ordenado el hundimiento del Belgrano, para impedir una solución negociada, convencida como estaba de que Gran Bretaña podía obtener una victoria militar completa que le reportaría, además, considerables beneficios electorales. La campaña de Dalyell se vio recompensada el pasado mes de agosto al enviarle un comunicante anánimo tres documentos que eran decisivos. El primero de ellos contenía información precisa sobre los movimientos del crucero argentino. El General Belgrano había sido localizado, efectivamente, el 30 de abril y no el 2 de mayo como afirmó Nott.

El buque no se encontraba "cerca de la Task Force", sino que, por el contrario, llevaba 11 horas navegando en dirección contraria, hacia su base, sin que pudieran existir malas interpretaciones al respecto. El Conqueror disparó tres torpedos y no dos: el tercero penetró en uno de los destructores, aunque no llegó a estallar.

Otro documento demuestra que el Gobierno británico tardó cinco días en comunicar oficialmente su decisión de considerar hostü cualquier barco argentino que se encontrara fuera de sus propias aguas territoriales. Buenos Aires, al ordenar al Belgrano que no entrara en la zona de 200 millas en tomo a las Malvinas y que regresara a puerto, estaba convencido de que el buque no era un objetivo militar.

El último documento es, curiosamente, el que más daño puede hacer a la primera ministra: se trata de un informe militar aconsejando al Gobierno que no propprcione esta información a la Cám ara de los Comunes. Muchos diputados británicos, que no sienten la menor duda sobre la conveniencia de hundir al buque argentino, se escandalizan ante el hecho de ser deliberadamente engañados por su propio Gobierno. El ejemplo más revelador es el de David Owen: "yo no critico la decisión de atacar al General Belgrano, ni tan siquiera que el 4 de mayo, todavía en período de guerra, el Gobierno retuviera algunos datos. Lo que critico fuertemente es que esa información inexacta no haya sido corregida en tiempo de paz y que el Parlamento haya sido deliberada y repetidamente confundido. Eso es algo que una democracia no puede tolerar".

Según la versión publica por The Observer, que tuvo acceso a los documentos, la decisión de hundir el Belgrano fue contraria a la Carta de las Naciones Unidas, y no puede ser calificada de acto de autodefensa. De hecho, 48 horas antes del ataque el recién nombrado ministro de Asuntos Exteriores, Francis Pym, había advertido a la primera ministra sobre su ¡legalidad. En aquellos momentos, los submarinos británicos habían recibido la orden de localizar y atacar al portaaviones 25 de mayo, buque insignia argentino, pero el barco no fue encontrado. El Conqueror detectó por el contrario, al Belgrano.El domingo 2 de mayo, lord Lewin, jefe del Defense Staff, acudió a la residencia campestre de Margaret Thatcher para comunicarle que el crucero argentino "se movía hacia la Task Force" y que el submarino solicitaba permiso para ata, carie. La primera ministra concedió inmediatamente la autorización.

El submarino británico subía cada dos horas, a la superficie para establecer comunicación con el cuartel general de la Marina, cerca de Londres y a 8.000 millas del teatro de operaciones. Cuando estableció contacto, a las dos de la tarde de dicho día, recibió la orden de atacar. La misma comunicación fue aprovechada por el capitán del Conqueror para informar de que el buque argentino había cambiado de rumbo y se dirigía hacia su base. No se sabe qué sucedió con aquella nueva información. Michael Heseltine deberá revelar ahora si la noticia llegó a la primera ministra o no. Si Thatcher lo supo y no envió una contraorden, habría violado la Carta de las Naciones Unidas y habría destrozado voluntariamente las expectativas de un acuerdo negociado. Si no lo supo, existió un enorme y preocupante fallo de los servicios de inteligencia. La disculpa de que no se pudo volver a comunicar con el Conqueror es falsa, porque todo indica que el submarino volvió a establecer contacto con su base dos horas más tarde, para recibir precisamente confirmación de la orden de ataque.

Datos falsos

Lo único cierto es que a las 10 de la noche de aquel domingo Londres recibió la noticia de que el Belgrano había sido hundido. La primera ministra y John Nott supieron sin lugar a duda en qué posición se encontraba el barco y qué rumbo llevaba, así como el número de torpedos que había sido disparados. Sin embargo, cuando acudieron a la Cámara de los Comunes, proporcionaron datos falsos. "Thatcher y Nott", afirma un alto funcionario citado por The Observer, "tuvieron miedo de admitir lo que habían hecho y ahora sus declaraciones se vuelven contra ellos".

El Gobierno tendrá que decidir también qué hace con el funcionario que filtró los documentos. Se trata de un militante del Partido Socialdemócrata, que ha sido acusado de violar la ley de secretos oficiales. David Owen ha pedido que se levanten los cargos contra él, "porque lo intolerable es que funcionarios de este país hayan sido obligados por el Gobierno durante dos años a proporcionar información falsa al Parlamento, representante de la soberanía".

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