El estado de las cosas
La jornada nacional de Cataluña celebrada ayer puso de nuevo de manifiesto que son muchos más los catalanes que en democracia, y con Constitución y Estatut, consideran que la Diada debe tener un carácter netamente festivo. Salvo algunos incidentes aislados, la Diada se desarrolló tranquilamente y las concentraciones de carácter político continuaron evolucionando en la línea de participación descendente materializada palpablemente el año pasado.Las fuerzas de la oposición ya contaban con no convocar un alto número de manifestantes, puesto que el clima partidista que ha rodeado esta Diada llevaba necesariamente a manifestaciones políticas con lemas abstractos y no a movilizaciones ciudadanas por motivos concretos. Según se quiera enfocar el análisis, cualquiera de los objetivos que se perseguían en esta Diada pueden haberse alcanzado, aunque sea parcialmente. La oposición, comenzando a movilizarse en la calle con la intención básica de frenar la capacidad de convocatoria demostrada después de las elecciones por el Gobierno conservador de Jordi Pujol; el partido en el poder, monopolizando el sentimiento nacionalista, al comprobar que la población asumía mayoritariamente sus posturas; los movimientos nacionalistas radicales e independentistas de Cataluña, esforzándose en mostrar una curva ligeramente ascendente o un ligero avance en su planteamiento político, inspirado en la coalición Herri Batasuna de Euskadi.
Como ya pasara en 1983, el líder convergente hizo de líbero en el área de la reivindicación catalanista, aunque sin los tonos moderados y pactistas de entonces, sino con palabras de fuerte contenido crítico y serias advertencias sobre los agravios que, estima, presiden las actuales relaciones entre Cataluña y Madrid. La Diada de 1984 ha respondido, en suma, al estado de cosas creado tras las últimas elecciones autonómicas y tras las reacciones a la querella sobre Banca Catalana.
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