El marxismo y varios 'teólogos de la liberación', en el banquillo vaticano

La renovación teólogica iniciada a raíz del Concilio Vaticano II abrió una vía de diálogo entre cristianos y marxistas. Si los encuentros europeos de Salzburgo, en la década de los sesenta, inciaron un contacto teórico entre representantes de ambas corrientes filosóficas, en la práctica fueron los cristianos de Latinoamérica quienes comenzaron a trabajar con los marxistas. El fenómeno cuajó y se extendió por los países del llamado Tercer Mundo. A finales de los años sesenta comenzó a producirse la militancia de cristianos en los partidos de inspiración marxista."El diálogo actualmente está en plena vigencia, se ha normalizado", explica el jesuita y sociólogo, vinculado al movimiento Cristianos por el Socialismo, Juan N. García Nieto. No obstante, para Antoni Matabosch, decano de la Facultad de Teología de Barcelona y profesor de Antropología Teológica, "una vez concluidos los diálogos de Salzburgo, se han producido problemas y tensiones, que continúan tras el reciente texto del Vaticano, porque el marxismo, si se lo entiende como ideología totalizante, presenta graves dificultades teóricas y prácticas para los cristianos".

El diálogo cristiano-marxista, según otras opiniones, ha sufrido un duro revés tras la publicación de la Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación. Este documento vaticano "utiliza un lenguaje como si sólo existiese un marxismo, cuando se han producido en ese campo experiencias de desmitificación, como las de la Escuela de Francfort o las del propio Louis Althusser", señala García Nieto. "A Alfonso Carlos Comín", que fue inspirador de Cristianos por el Socialismo y amigo de García Nieto, "le gustaba citar una frase de Hademan: "Hoy nadie sabe lo que quiere decir materialismo dialéctico, porque está en crisis la cosmovisión marxista"'. Para este jesuita, con el citado documento vaticano "se vuelve a antiguas condenas papales, sin tener en cuenta las experiencias positivas de los contactos habidos, y se identifica al marxismo con el socialismo realmente existente".

El texto vaticano, que es calificado de "superficial" por García Nieto, para Antoni Matabosch "no descalifica todas las teologías de la liberación, porque no hay una sino varias". "El documento", añade, "quiere hacer referencia directa a aquella parte, una, que interpreta el cristianismo a la luz del marxismo"."Pero la crítica al marxismo", añade Matabosch, "no implica una defensa del orden establecido, sino que hace claramente una opción en favor de los pobres". "Aprovechar este documento para afirmar que la Iglesia se desentiende de las injusticias y de la miseria, es una falacia, una equivocación", concluye.

Esta opinión es compartida por el teólogo Josep Maria Rovira Belloso, también profesor de la Facultad de Teología, quien afirma que el texto vaticano "debe interpretarse como un alto al peligro de que la teología de la liberación se identifique con la opción fundamental del marxismo ortodoxo, a saber la teoría de la lucha de clases, pero no debe interpretarse como un no a esta teología, ni como un no a la 'poderosa y casi irresistible 'aspiración de los pueblos a una liberación''', tal como afirma el documento.

El antiguo Santo Oficio

A pesar de que la mayoría de teólogos cree que el texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio) supone una clarificación respecto a lo que debe ser la teología de la liberación, algunos de ellos creen que el documento -sensiblemente mejorado desde su primer borrador- podría haber sido inspirado por Alfonso López Trujillo, antiguo presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam) y arzobispo de la ciudad colombiana de Medellín, que sostiene tesis opuestas a las de los teólogos de la liberación. El hecho de que el teólogo brasileño Leonardo Boff o el peruano Gustavo Gutiérrez hayan sido citados para declarar fue desligado, oficialmente, de la reciente publicación del documento vaticano, aunque los hechos citados hayan ocurrido en un solo mes.Rovira Belloso hubiera preferido "que el documento se hubiera referido a algún teólogo en concreto". "Pienso", añade, "en dos de ellos que hace muchos años que no escriben y que no son ninguno de los que nuestro público conoce: Boff, Gutiérrez, Ellacuría, Sobrino... a éstos los veo muy católicos, incapaces de entrar en una dialéctica de guerra o de revolución vio lenta como fruto de su manera de pensar. Ellos no han asurnido la teoría de la lucha de clases." "Ellos", concluye, "en todo caso, se han enfrentado con el hecho puntual y desgarrador de la lucha de clases, como muy bien distin gue el documento".

"Yo soy contrario a la violencia", afirma García Nieto,"pero resulta paradójico que dentro de la teología clásica se haya aceptado la teoría de la guerra justa. Basándose en este punto se ha apoyado la Cruzada, y en un momento en que existe una tiranía de derechas vuelven al punto de vista contrarío, se condena la violencia cuando son los grupos de izquierda los que la ejercen, y no se trata de una 'violencia ciega'".