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41ª Muestra de Cine de Venecia

El escándalo político del filme 'Claretta' oscurece los premios a Zanussi y loseliani

La Mostra acabó con un escándalo provocado por la proyección del filme Claretta, biografía de la que fue amante de Mussolini. Varios miembros del jurado -entre ellos Rafael Alberti, Evgenij Evtuchenko, Friand Josephson y Günter Grass- solicitaron que la película fuera retirada del certamen por ser un producto fascista que no debía concurrir en una Mostra que dice defender la libertad de creación. El jurado concedió el León de Oro al filme polaco de Kiryzstof Zanussi El año del sol quieto. El georgiano Otar loseliani, con el filme de producción francesa Les favoris de la Lune, obtuvo el Premio Especial del jurado, mientras que el de la crítica internacional fue para Heimat, del alemán Edgard Reitz.

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Un polaco, un alemán y un georgiano en el palmarés

Los buenos oficios de Gian Luigi Rondi, director cinematográfico de la Mostra, sirvieron sirvieron para que la película Claretta se exhibiera en sesiones normales y los jurados disconformes se manifestaran individualmente. Rondi señaló que no entraba dentro de las atribuciones, del jurado rechazar la proyección de los filmes y jugó la baza de las dificultades económicas del festival veneciano, insistiendo en lo perjudicial que podía resultar para su continuidad un escándalo como el de la retirada del filme.Así pues, los premios han quedado algo oscurecidos por la confusión desatada por Claretta. El León de Oro ha sido para El año del sol quieto, del polaco Zanussi, una película que siempre figuró entre las favoritas, que tiene un arranque espléndido al contar los problemas amorosos de una polaca y un soldado norteamericano, en un marco de posguerra, a partir de sus dificultades idiomáticas. La segunda parte de la cinta se desliza hacia el folletín, los personajes se acartonan y la historia pierde credibilidad, pero, sin duda, la primera hora es magnífica. El Gran Premio Especial del Jurado ha recaído en Les favoris de la lune, de Otar Ioseliani, que ha visto así reconocida su inventiva como narrador. Para este cronista, Les favoris de la lune era, y con diferencia, la mejor de las obras a concurso. Para Sonatine, de la canadiense Micheline Lanctot, el León de Plata, que se concede a las primeras o segundas obras de un director. Presentada el penúltimo día de la Mostra, cuando ya todo el mundo había hecho sus apuestas, Sonatine ha sorprendido favorablemente al contar las aventuras sentimentales de dos adolescentes.

El premio para la mejor intérprete femenina lo ha merecido Pascale Ogier, por Les nuits de la pleine lune, de Erich Rohiner. Junto con el de Ioseliani, ha sido el galardón más aplaudido, siendo indiscutibles los méritos de ambos. Como mejor actor se ha elegido a Naseeruddin Sha, por Paar, de Goutam Ghosh, sin duda por la hazaña física que exigía su trabajo.

Italianos y franceses han sido los grandes derrotados, ya que aspiraban a premios mayores y se han quedado con la pedrea. Claro que la cinta de Ioseliani es de nacionalidad francesa, pero el director es georgiano y el filme no es representativo del cine del país vecino, aunque tenga algo de Godard, Tati y Bresson, a fin de cuentas tres nombres que hoy día también quedan en la periferia del cine francés. La participación española a concurso ha tenido que conformarse con un premio de la crítica italiana para Fernando Fernán-Gómez, por su labor en Los zancos. La película de Jaime Camino El balcón abierto quedaba al margen de cualquier competición, de manera que su éxito sólo, se ha reflejado en las numerosísimas críticas favorables.

¿Un símbolo con futuro?

Claretta es un filme indigno de figurar en un festival de cine, no sólo porque es manifiestamente fascista, sino porque es estúpido. Pasquale Squitieri, director del filme y esposo de Claudia Cardinales, después de conseguir que ésta protagonice la peor interpretación de su carrera, convierte la biografía de la amante de Mussolini en un docudrama mal contado, pretencioso y aburrido, realizado con una impericia sorprendente.Claretta, según sus autores, es un drama humano, un relato centrado en los amores y la fidelidad de Clara Petacci para con el líder del fascio. Según Squitieri, "ella no era fascista, sino mussoliniana". Decir esto de un sistema de dominación que se basa, en gran parte, en la veneración hacia un dictador al que se le atribuyen poderes carismáticos es una auténtica imbecilidad, si no se trata de una provocación. Y esta segunda posibilidad es laque a menudo nos sugiere el propio filme, que no duda en presentar a los amantes envueltos en un flou idealizador y moviéndose a cámara lenta, como la sublimación de la pureza, mientras el pueblo aparece como una masa borracha y bestial, filmada con cámara al hombro y víctima de un montaje musical de juzgado de guardia. Sólo cuando esas mismas masas sufren resignadamente y reclaman caridad de Clara Petacci la cámara permanece quieta y la multitud es digna de un aria operística.

Tanta demagogia cinematográfica estalla, sin embargo, en las manos del propio Squitieri. Cuando la familia Petacci es obligada a desnudarse para un registro carcelario, la protagonista exclama, con el apoyo tácito del director: "¡Qué humillación!". Eso, hablando de fascismo, segunda guerra mundial y memoria histórica, es una broma del peor gusto. Cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad y conocimiento no habrá podido borrar nunca de su cabeza los millares de cuerpos desnudos amontonados en los campos de concentración, esqueléticos y con el cráneo rasurado. Que Squitieri pretenda que el público comparta el punto de vista de la Petacci es un disparate. En Claretta, el fascismo, como tal, no existe. El filme da por sentado que es un sistema como cualquier otro, cuya única desgracia fue perder la guerra. Parece como si nadie lo hubiera cuestionado, como si las cárceles estuvieran vacías. Ese planteamiento, ese reducir las cuestiones políticas a un esqueniatismo, característico de todas las mentalidades autoritarias, es la otra cara de la moneda del cine político supuestamente de izquierdas con que se nos bombardeó durante los años 60 y 70. Quizá sea un síntoma inquietante de que, a partir de ahora, las hagiografías y santorales sean para personajes de signo opuesto: Evita, Claretta, Eva Braun y...; es un filón recién descubierto.

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