Eric Rohmer seduce al público con una comedia sobre la tontería humana
Mientras se espera la llegada de Claudia Cardinale para presentar la biografía de la amante de Mussolini, Claretta Pettaci, Eric Rohmer ha seducido una vez más al público con una de sus comedias sobre la tontería humana, rodada con la sencillez y elegancia de siempre, sin necesidad de grandes estrellas. Protagonistas de la jornada son también los tambores de Calanda, que se han querido sumar al homenaje que la Mostra rinde a Buñuel. En el marco sofisticado y decadente del Lido, con sus hoteles que se dirían sacados de una fantasía oriental de María Montez, el estruendo de los tambores adquiere resonancias auténticamente buñuelianas. Entre otras cosas, la retrospectiva dedicada al cineasta aragonés ha estado planteada como la revisión de un artista español al que ni el catálogo ni los carteles han privado de la tilde de su apellido.Les nuits de la pleine lune -son varias las películas vistas aquí que hablan de los efectos mágicos de la luna llena- es el cuarto filme de la serie Comedias y proverbios. La fórmula es la misma que regía en Paule a la plage, Le beau mariage o La femme de l'aviateur, y el mayor mérito de Rohmer es conseguir que la repetición no conlleve ni cansancio ni agotamiento. Siempre desde una cierta distancia, muy sutilmente marca da por la estilización del color y, sobre todo, por el tipo de interpretación, el director francés nos hace asistir a las peripecias morales y sentimentales de sus personajes. Casi siempre son ridículos, a veces estúpidos, pero es imposible no sentir cierta ternura hacia ellos, no sentirse reflejado en sus vanos intentos de teorizar y controlar sus amores y emociones.
Les nuits de la pleine lune entronca también con la gran tradición de la comedia cinematográfica, a la que remite por esa ligereza de tono y esa capacidad para prestarse a múltiples lecturas desde su superficie transparente.
Les nuits de la pleine lune, siguiendo la norma de las Comedias y proverbios, se abre con una máxima en la que se resume el conflicto de la protagonista: "Quien tiene dos mujeres pierde el alma; quien tiene dos casas pierde la razón".
Fuera de concurso, debido a que la película ya tiene una larga y exitosa carrera comercial, se ha proyectado Carmen, la enésima Carmen, en este caso dirigida por Francesco Rosi e interpretada por Julia Migenes Johnson y Plácido Domingo,
Se trata de un experimento curioso, en el que la ópera y el playback viajan juntos, así como la España de Merimée y un auténtico pueblo andaluz, concretamente Ronda, que para el rodaje vio cómo desaparecían todas las antenas de televisión de sus tejados y eran empotrados todos los cables que colgaban de las paredes de sus casas. Y puestos a mezclar, al play-back se le han añadido los ruidos de una toma de sonido directo, es decir, los pasos, relinchos ,quinos, etcétera, de manera que si el espectador es persona admiradora de Bresson, le vendrá a la cabeza aquella máxima del cineasta francés: "En la mezcla de lo verdadero y lo falso, lo verdadero resalta la falsedad y lo falso impide que creamos en lo verdadero".
Entre el museo y la profanación
La Mostra nos ha ofrecido la oportunidad de revisar Metrópolis, la ciudad del siglo XXI imaginada por Fritz Lang. Se trata de una versión de 155 minutos, íntegra o casi, parecida, pero no idéntica, a la que firmó el director germano y que después fue descuartizada por exigencias comerciales. Enno Patalas, conservador del Film Museum de Munich, la ha reconstruido después de años de labor como arqueólogo en las tumbas de diversas filmotecas. Al mismo tiempo, la Mostra ha acogido también la versión que de Metrópolis ha hecho Giorgio Moroder. Coloreada, con canciones de Pat Benatar Adam Ant o Freddie Mercury como banda sonora, con subtítulos en vez de letreros, con los 85 minutos de proyección con que siempre la habíamos conocido, el filme de Lang es algo así como un vídeo-clip gigante, algo no desprovisto de, encanto, pero que también tiene mucho de sacrílego. De lo que se trata es de saber sí la profanación merecía la pena. Si últimamente los guionistas americanos habían descubierto el filón de los remakes de antiguas películas europeas, ahora puede que se opte por dar color y voz a quienes fueron concebidos mudos y en blanco y negro.
Babelia
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