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La unión de Libia y Marruecos sitúa a España en inferioridad militar ante el norte de Africa

El anuncio del tratado de unión entre Marruecos y Libia originará la búsqueda de nuevos planteamientos estratégicos para las fuerzas españolas. En pura ortodoxia, lo aconsejable sería buscar el equilibrio en los tres espacios o, como mal menor, alcanzar la paridad aérea en el tiempo más corto posible Esta meta se puede lograr, bien realizando un esfuerzo económico, imposible para nuestro país, bien trasladando el problema a la Alianza Atlántica, cuya estrategia mediterránea se ha basado en el dominio de los estrechos, que ahora se puede ver comprometida.Estas primeras conclusiones se deducen de una valoración constitutiva, sin tener en cuenta factores cualitativos, que forzosamente hay que considerar, tales como los geográficos, históricos, humanos, políticos y coyunturales, tanto a nivel internacional como interior de cada uno de los países.

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Marruecos y Libia no tienen límites comunes, sus fronteras están separadas por una distancia mínima de 2.000 kilómetros y algo superior por mar. El desierto del Sáhara, sin infraestructura alguna para el transporte y ocupado por dos países, Argelia y Mauritania, se presenta como un obstáculo natural, sólo franqueable por un tránsito limitado, lento, costoso y, a la vez, necesitado del beneplácito de terceros Estados. La corriente de intercambios tendrá que realizarse forzosamente por vía marítima y aérea, lo que representa un grave inconveniente para su fluidez.

Marruecos ha suscrito un acuerdo de seguridad con Arabia Saudí y otro con Estados Unidos para que puedan utilizar bases militares en su territorio. Estos compromisos sitúan al reino alahuita en la órbita occidental y lo alejan de cualquier posible frivolidad con los países del Este.

Libia tiene un largo historial de compromisos internacionales de carácter militar desde la llegada al poder de su actual jefe de Estado. En 1971, junto con Siria y Egipto, constituye la Federación de Repúblicas Arabes, con un Consejo General de Defensa; en 1975 firma un tratado de defensa con Argelia; en 1981, con Yemen del Sur y Etiopía, forma la Alianza Tripartita del Tratado de Adén, que contempla la defensa combinada; en 1982 suscribe un tratado de alianza o amistad y cooperación con Corea del Norte, que facilita el intercambio de datos militares, especialistas y suministros, y en 1983 firma tratados de amistad y cooperación con Bulgaria y Rumanía. Esta pruliferación de acuerdos y tratados con países socialistas muestra cuál es su tendencia.

Quizá sean los problemas políticos internos los que hayan decidido a Marruecos a suscribir esta unión. Su guerra contra el Frente Polisario no tiene visos de acabarse si no se consigue cortar el suministro de armas que reciben los saharauis. Argelia y Libia son los únicos países africanos que recibieron SAM6, que permitieron a los polisarios derribar aviones marroquíes C- 130 y Mirage. El periodista francés Edouard Sablier describe la denominada pista Gadafi, que, partiendo de Libia, cruzaría el desierto del Sáhara para llegar a la frontera marroquí a través de territorio argelino y mauritano, en donde se construirán depósitos enterrados de armamento, desde donde los polisarios se equiparían para realizar sus acciones de hostigamiento. La política de acercamiento del rey Hassan hacia Argelia y Libia no puede tener otra finalidad que la de alcanzar un acuerdo para estrangular la guerrilla.

De Libia se dice con frecuencia que es el mejor depósito de armas existente en el Mediterráneo. Según el Military Balance, 1.400 carros de combate y 450 aviones se encontrarían aparcados, y entre sus pilotos habría soviéticos, paquistaníes y palestinos. A la hora de analizar esta anómala situación dos son las hipótesis que se han barajado: la primera contempla a Libia como un depósito avanzado de armamento bajo control soviético con el fin de poder intervenir con rapidez en África y en Oriente Próximo; la segunda atribuye este hecho a la personalidad paranoica del dirigente libio, cuya única forma de alcanzar notoriedad en el concierto de las naciones es prestar ayuda a todos los movimientos terroristas del mundo. Todavía son recientes los sucesos acaecidos en su Embajada de Londres, que ocasionaron la expulsión de sus diplomáticos, la ruptura de relaciones por parte del Reino Unido y las posteriores declaraciones de apoyo al IRA por parte del dirigente libio.

Si los objetivos de Marruecos parecen claros, ¿qué puede pretender Gadafi? En su Libro verde, donde se expone la tercera teoría universal, leemos que "la religión puede unir a las naciones". Pero esta razón no nos parece suficiente. La intervención armada libia en Chad demuestra que sus ansias de expansión no son una mera especulación. Hoy la única posibilidad que se le presenta es actuar sobre lo que se ha dado en llamar "el vientre blando del Mogreb", constituido por el desierto del Sáhara, en donde el dominio territorial es muy difícil de ejercer de una forma eficaz. Para Marruecos, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con Argelia, la única alternativa que le queda es prolongar la guerra en el interior del desierto y esto sólo es posible con el apoyo libio. De esta forma se podría llegar a una situación bélica que podría satisfacer las aspiraciones del coronel y ésta es la unificación del gran desierto árabe, como él mismo lo denomina.

Esta extraña confluencia de objetivos, el tremendo arsenal libio en manos marroquíes y las exigencias de un líder como Gadafi, pueden introducir elementos desestabilizadores en esta vasta zona.

La OTAN, España y Argelia tendrán que seguir muy de cerca la evolución de esta unión y, llegado el caso, recomponer su estrategia para ponerse al abrigo de desagradables sorpresas.

Fernando Ripoll es comandante de Ingenieros.

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