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Jihad Islámica reivindica la colocación de minas en el canal de Suez

La colocación de minas en el canal de Suez y en el mar Rojo, cuyas explosiones han dañado una quincena de barcos, fue reivindicada ayer por Jihad Islámica (Guerra Santa Islámica). Un anónimo portavoz de esta misteriosa organización clandestina aseguró que un "comando de buzos que operaba desde el territorio egipcio depositó 192 minas".La llamada telefónica de ayer a la delegación en Beirut de la agencia France Presse sólo sería una más entre las comunicaciones recibidas últimamente por varias redacciones a propósito de este asunto si la historia de las reivindicaciones de Ehad Islámica no incitase a otorgar cierta credibilidad a este grupo de inspiración supuestamente musulmana.

La misteriosa organización empezó a manifestarse hace 17 meses perpetrando atentados contra el contingente francés de la fuerza multinacional entonces desplegada en la capital libanesa, pero sólo fue tomada en serio cuando, mediante su acostumbrada llamada a France Presse asumió, en abril de 1983, la responsabilidad de la voladura de la Embajada de EE UU en Beirut -en la que murieron más de 60 personas- nada más producirse y antes incluso de que la radio o las agencias locales diesen la noticia.

Jihad Islámica sorprendió aún más a los periodistas que tomaban nota de sus revindicaciones cuando, durante el lunes negro de diciembre pasado, en el que seis explosiones dañaron o destruyeron en Kuwait varios edificios, incluidas las embajadas francesa y norteamericana, anunció que estallaría una séptima bomba, lo que la policía -que logró desactivarla en el último momento- confirmó posteriormente.

Si Jihad Islámica no existe como tal, tesis al parecer sostenida por algunos servicios de seguridad, no se puede, en cambio, poner en tela de juicio que el interlocutor anónimo que avisa a la agencia de prensa internacional está al corriente de la actuación de los agentes de un servicio secreto o de los militantes clandestinos que cometen los atentados.

En el historial terrorista de la misteriosa organización destacan, además de las acciones ya citadas, la destrucción en Beirut de dos acuartelamiento s militares norteamericanos y franceses de la fuerza multinacional -con más de 300 muertos-, la de otro israelí en Tiro y, más recientemente, el frustrado asesinato en Marbella de Jaled Almarzook, director del diario proiraquí Al Anbaa.

Sólo en una ocasión, en Kuwait, fueron detenidos los autores de los atentados, en su mayoría libaneses o iraquíes de confesión chiita, pertenecientes a partidos o milicias que gozan del respaldo de Irán y se caracterizan por su ideología religiosa antioccidental y antiiraquí. Tras la voladura en octubre pasado del cuartel general del contingente estadounidense estacionado en la capital libanesa, tanto el secretario de Estado como el de Defensa de EE UU formularon públicamente las acusaciones hasta entonces secretas de sus servicios de seguridad y denunciaron a Siria e Irán como las potencias patrocinadoras de Jihad Islámica, que necesitaban su ayuda para llevar a cabo acciones de tal envergadura.

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