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Crítica:'POP'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El eclipse de Casal

Se habla de Casal, se habla de glamour. Hace cinco años -quizá más- que este asturiano dejó de arrimarse a las bandas de rock capitalinas y más aún -de esto ya ni se sabe- que Tino Casal cantaba de gaitas y otras notas étnicas en Los Archiduques. Bowie, Peter Gabriel, Ritmos Africanos, Malcom McLaren, han influido a este cantante-compositor inquieto, versátil, que posiblemente haya exhibido y experimentado los estilos musicales de los últimos 20 años con un retraso de un año.Enmelenado, con largas trenzas anaranjadas que le rozaban la cintura, Casal apareció en medio del estruendo orquestal con un traje rojo, corbata pequeña y capa negra. Como en el Buenas noches, bienvenidos de Miguel Ríos, este compañero de generación abrió la boca para cantar su nuevo sencillo, Teatro de la oscuridad, con la coletilla "Ha comenzado a subir el telón, es el momento de la creación. Gracias a todos por estar aquí. Será un eclipse de principio a fin". Un eclipse, una ausencia, una evasión momentánea que la mayor parte del público acogió con la frialdad propia del evento, excepto esos aficionados alienados que estaban en su pleno derecho de divertirse. Sonaba Miedo y continuaba la magnitud de efectos, de música espectacular y bailable, funk blanco y frío alejado de la locura primitiva -¿necesaria?- del rock. Casal, rodeado de humo artificial -coloreado de luz roja, predominante durante toda su actuación se movía atento a su imagen, al enfoque de la cámara de vídeo y al juego con el cable de su micrófono.

Concierto de Casal y banda (85 minutos)

Sala Astoria. Madrid, 19 de julio.

Su concierto no es antiguo en sus formas, en su instrumentación tecnológica -computadora de ritmo y sintetizadores al día-, en sus gestos andróginos, pero casi todas sus canciones carecen del contagio imprescindible para que los asistentes no cesen de agitarse. Quizá por ello le pedían sus dos o tres composiciones acertadas: Billy boy y Embrujada destacaron notablemente en repertorio tan irregular. Pánico en el Edén, el tema de la Vuelta 1984, acabó con la muestra de barroquismo sonoro de un grupo de músicos expertos que están de vuelta (Javier Monforte y Javier Losada), que disimulan ser una banda de rock, pero que ofrecen una orquesta grande-que no grandiosa- gracias a los medios actuales.

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