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Crítica:FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tres tenores tejanos

ENVIADO ESPECIALEl concierto inaugural de la presente edición del festival de jazz donostiarra no fue de los que hacen mella en la memoria. A la hora de aquilatar indiferencias, éxitos y fiascos, estos últimos se llevaron, deplorablemente, la mejor parte. Poco público -alrededor de 4.000 personas- para lo que nos tiene acostumbrados el festival de San Sebastián; cambios a peor en la ubicación del escenario y en la sonorización del recinto; un grupo en escena, el de los Texas Tenors, con más historia y buena voluntad a sus espaldas que facultades y acierto en sus manos. Con esos mimbres era dificil tejer un buen cesto. Así, sin alharacas previas ni brillantez excesiva, arrancó uno de los festivales de jazz europeos con más consolidado prestigio.

Texas Tenors

XIX Festival de Jazz de San Sebastián. Velódromo de Anoeta. San Sebastián, 20 de julio.

Este año se ha ocupado del acondicionamiento acústico del velódromo una empresa inglesa, la Star Hire, la misma que fuera responsable del sonido en la penúltima gira europea de Miles Davis o en el festival de Niza. Por desgracia, no sólo de currículos viven las sonorizaciones, y la de esa noche inaugural fue de las francamente poco agraciadas. Durante la primera hora y media, deambulando por el local, podían observarse desde bolsas de silencio -curioso modelo de agujeros negros acústicos- hasta zonas de alta contaminación reverberante. No salió mucho mejor parada otra de las innovaciones. Me refiero a la pantalla de vídeo instalada para ayudar al seguimiento en detalle del concierto a los más alejados del escenario. Nula o neblinosa hasta bien avanzada la gala, cuando la pantalla se dignó plasmar imágenes, nos invadió la añoranza de la niebla primigenia; era mejor imaginarlo que verlo de tan mala manera.

Formación 'sesentona'

Illinois Jacquet, Buddy Tate y Arnett Cobb pasan holgadamente de los 60 años de edad, y ésos son muchos años para una sección de viento que sitúa dos terceras partes de su repertorio en la escuela rítmica de Basie y en los aledaños del rhythm and blues. Carece de auténtica garra cuando debe enfrentarse a un recinto de las dimensiones del velódromo, y a ello contribuye en no poca medida la sección rítmica. Sin negar categoría ni elegancia a Eddie Jones y a Gus Johnson, ¿parece razonable esperar frescura, vigor y estímulo de un batería que supera los 70 años? Ray Bryant se limitó a cumplir ante el teclado. De haberse producido en una cava o en un local de reducidas dimensiones, la actuación de los Texas Tenors hubiese lucido mucho más. En Anoeta, no pasó de correcta.

Las ovaciones más cálidas premiaron justamente tres baladas. Ahí, en la elegancia, en el detalle exquisito, donde predomina el matiz sobre la fuerza, pudo degustarse el pasado imperecedero de Cobb, Jacquet y Tate. Y quizá también en la tremenda presencia escénica de Cobb, enfundado en pantalones de chillones cuadros mientras se sostiene en un par de muletas, o en la cuquería de Jacquet, bailándose una especie de java'n'blues con estilo calé. Éste fue el flojo principio de un espectacular cartel.

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