En torno a los trompetistas
Poco se puede decir de Dizzy Gillespie que los lectores no sepan, porque este caballero es de los asiduos. Lo que ocurre es que no resulta lo mismo ver a Gillespie con su grupo de gigantones rockeros que en plan de director de una banda como la que ha presentado en Vitoria.Porque él puede seguir viviendo del cuento, pero ya nos interesa de él otra cosa: eso que ahora llaman poder de convocatoria. A Gillespie le basta el nombre para poner en torno suyo a músicos de la dignidad de, Slide Hampton (trombonista) o Kenny Burrell (guitarra), a Walter Davis Jr., que es como tener de nuevo a Bud Powell al piano, o al viejo compañero James Moody, saxo parkeriano y excepción entre los flautistas, porque da gusto oírle tocar ese instrumento.
Dizzy Gillespie, Freddie Hubbard
VIII Festival de Jazz de Vitoria. Polideportivo de Mendizorroza. Vitoria, 19 de julio.
La sesión de Dizzy y sus amigos no fue una maravilla, pero encerró uno de los grandes momentos del festival: la interpretación que hizo Burrell de una balada, uno de esos temas que adoran las cantantes y los que adoramos a las cantantes; sólo elegirlo fue ya una lección de sensibilidad. Excelente fue el número de Slide Hampton, con una alusión a Parker al principio y al final. Y, a pesar de los pesares, siempre está bien ver a Gillespie hacer una vez más de Gillespie, con su sonido tan característico y su capacidad de sugerir blues. También cantó a dúo con Moody, y hasta intentó tocar el chistu.
Alrededor de la media noche actuó el quinteto de Freddie Hubbard, último grupo del festival. Freddie se distingue de Gillespie en que le gusta muchísimo más tocar. Puesto a ello, la verdad es que es único: vibrante y pirotécnico a la trompeta y con un sonido netamente coloreado al fliscorno. Tiene en común con Dizzy la afición a hacer el ganso, y también la capacidad de reunir a grandes músicos en su entorno. Cierto que de Joe Henderson, saxo tenor maravilloso y bastante vago, no consigue luego que toque mucho, pero por lo menos logra que lo haga con disciplina, centrado y apuntando al micro.
Michel Petrucciani, pianista del grupo, llama primero la atención por su aspecto, pues padece una enfermedad que ha hecho sus huesos frágiles y su cuerpo pequeñísimo; pero en cuanto se sienta al piano dejamos de fijarnos en estas cosas para concentrarnos en lo bien que toca. Compuso una rítmica de fuerza ciclápea con Buster Williams al bajo y Billy Hart a la batería; estos dos últimos son tándem habitual, y cumplieron con la contundencia acostumbrada. Williams, fiel a sí mismo, no perdonó esos terribles glissandos en los que más que empujar al grupo parece que lo lleva a rastras.
La actuación fue consistente, aunque quizá algo monocorde y falta de inspiración, salvedad hecha de Petrucciani y de una bonita balada, composición de Buster Williams, en la que éste y Hart demostraron que también saben ser delicados,
Y así ha terminado este festival de conciertos dobles y triples que algunos incluso han prolongado, porque en un club de la localidad actuaba el pianista Lucky Guri. A escucharle han acudido tras los conciertos esos espíritus inquietos que no se resignan a irse a dormir a las horas en que la ginebra es navegable y en cada botella de ron anidan sueños de piratas.
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