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Los asentamientos judíos, manzana de la discordia entre los partidos israelíes ante las elecciones

El porvenir de los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza es, en política exterior, la principal divergencia entre las dos grandes coaliciones rivales, la derecha nacionalista del Likud y la izquierda laborista, enfrentadas en la campaña para las reñidas elecciones israelíes del próximo lunes 23 de julio.

Mientras, a propósito de Líbano, las dos alianzas políticas se pronuncian por la retirada, aunque discrepan sobre los plazos para replegar a su ejército, el futuro de unos territorios árabes conquistados por el Tsahal (Fuerzas Armadas Israelíes) durante la guerra de los seis días de 1967 opone al actual primer ministro, Isaac Shamir, partidario de su paulatina colonización por pobladores judíos, y al líder de la oposición laborista, Shimon Peres, favorable a su restitución parcial a Jordania.

Referencias bíblicas

"El quid de la batalla electoral del 23 de julio", declaró Shamir en el mitin de apertura de su campaña electoral en el Palacio de la Nación en Jerusalén abarrotado de militantes enfervorizados, "será el porvenir de Erezt Israel, el Israel bíblico cuyas fronteras se extienden de los ríos Nilo en Egipto hasta el Éufrates en Irak".Con esta referencia al antiguo testamento, el jefe del Ejecutivo israelí no anunciaba que, en caso de victoria en los comicios, sus tropas se lanzarían a la conquista de nuevos territorios, pero dejaba, en cambio, muy clara su intención de no ceder un ápice de terreno de una región que los israelíes llaman por su nombre bíblico de Judea y Samaria.

Para que no cupiese la menor duda sobre su determinación de judaizar Cisjordania y para colocar a sus eventuales sucesores ante el hecho consumado, el Gobierno Likud aprobó, dos semanas antes de las votaciones, la creación en ese territorio ocupado de 16 nuevos asentamientos de población israelí que se añadirán a los 113 ya existentes.

Acusaciones

Los actos de la coalición derechista en el poder se combinan con las acusaciones de su propaganda contra una oposición moderada de izquierda que, si gana, "pondrá en peligro la seguridad de Israel, permitirá a la Organización para la Liberación de Palestina reinstalarse en las fronteras del país y por eso Arafat quiere que los laboristas gobiernen", reza un cartel del Likud con una fotografia del líder palestino.El ultranacionalista ministro de la Ciencia, Yuval Neeman, recorre en su campaña incluso los asentamientos y asegura a sus 28.000 colonos que personalidades laboristas y emisarios del rey Hussein de Jordania han concluido ya en Rabat un acuerdo secreto sobre la devolución de unos territorios que los israelíes rehusán llamar ocupados empleando, preferentemente, la palabra administrados.

Nada más lejos de la verdad que estas denuncias de la derecha en las que se tergiversa un programa laborista que, en el mejor de los casos, sólo prevé la restitución al reino hachemita del 60% ó 70% de Cisjordania y descarta también la creación de un Estado palestino así como cualquier diálogo con la organización palestina y su presidente.

Convencido de que "la anexión encubierta u oficial de estos territorios -realizada por el Likud- perjudica el carácter judío del Estado de Israel" porque "los palestinos acabarían eligiendo a más de la tercera parte de los 120 diputados de la Kneset" (Parlamento), el líder laborista Shimon Peres se pronuncia por un "compromiso territorial" con Jordania.

En la actualidad, los árabes con nacionalidad israelí representan el 10% del cuerpo electoral de Israel, pero una anexión formal obligaría a reconocer derechos cívicos a 1.300.000 habitantes de las áreas de Cisjordania y Gaza y los votantes palestinos compondrían el 35% de la población.

En una primera etapa de aplicación del plan laborista, la construcción de asentamientos quedaría paralizada, lo que supondría un alivio para las arcas del Tesoro israelí, y los palestinos bajo ocupación disfrutarían también de una autonomía administrativa limitada volviendo, probablemente, sus alcaldes destituidos por las autoridades castrenses a desempeñar los cargos electivos que desempeñaban antes de la adopcion de aquella medida.

A más largo plazo, Shimon Peres espera que se esboce una negociación con el monarca hachemita Hussein, sobre la base de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU -aceptada por el rey pero rechazada por la Organización para la Liberación de Palestina-, al término de la cual Jordania podría recuperar la región al oeste del río Jordán, pero no así Jerusalén Este, ni tampoco los asentamientos con carácter militar considerados de interés "vital" para la defensa del Estado de Israel.

La oferta del Partido Laborista no se acerca ni por asomo al mínimo aceptable por los árabes que, aunque no lo reconocen abiertamente, están dispuestos en su mayoría a renunciar a la creación de un Estado palestino en beneficio de una entidad desmilitarizada asociada al reino hachemita.

Quieren, en cambio, recuperar la totalidad de Cisjordania, incluido el sector árabe de Jerusalén, anexionado con el voto laborista.

Aunque Shimon Peres acceda, por fin, al poder, hay remotas posibilidades, -según opina la mayoría de los diplomáticos acreditados en Jerusalén-, de que se entablen las ansiadas conversaciones de paz con Hussein.

A falta de negociaciones tendentes a solucionar el eterno conflicto, jordanos e israelíes han mantenido la pasada primavera, según reveló la Prensa israelí, discretos contactos para... combatir conjuntamente una plaga de fastidiosos mosquitos que pululaban por las orillas del mar Rojo.

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