José Alberte
Emigrante gallego y dueño de la cantina más famosa de Buenos Aires, donde cenan intelectuales, artistas y políticos
José Alberte se encuentra de paso en Galicia en estos días, pero este fin de semana vuelve a su cantina de Buenos Aires. La importancia de los personajes que se reúnen cada noche a comer en su local los mejores platos de la cocina italiana y española obliga a los periodistas a un recorrido nocturno en busca de información. Allí se puede encontrar uno con parlamentarios, dirigentes sindicales o ministros que continúan sus debates. Y cada tanto, al propio presidente de la nación, Raúl Alfonsín. Y si Julio Iglesias, Serrat, Nuria Espert, Manuel Fraga Iribarne o Lola Flores se encuentran en Buenos Aires, pues no se pregunte dónde buscarlos: pase de madrugada por la cantina de Pepe Fechoría.
Así le llaman todos. El Pepe le viene del José de su nombre, y el Fechoría, de la denominación original del restaurante, que se llama II Vero Fechoria. Nadie le conoce por su verdadero apellido, ni él mismo se presenta como José Alberte. Su historia no deja de lado ni uno solo de los elementos clásicos del emigrante gallego en Argentina. Nació en Arnoya, un pueblo de la provincia de Orense, y partió de allí en 1949, cuando tenía 18 años "y mucha hambre", recuerda. Llegó solo a Buenos Aires, sin más bienes que unas cuantas direcciones de otros gallegos que se largaron antes, las recomendaciones familiares, algunos sueños, de los que despertó en seguida, y unas tremendas ganas de "hacer la América".El país vivía entonces la euforia del primer Gobierno peronista. "Aquello era una maravilla. La gente tenía dinero y lo gastaba a manos llenas. Iba a los espectáculos, salía a cenar, colmaba los bares. El centro de la ciudad no dormía nunca. Fue el mejor momento del tango, del fútbol, de la literatura, del periodismo. Imagínate cómo me sentía yo ante ese nuevo mundo, un galleguito flaco, criado en la posguerra, hambriento". Fue peluquero, obrero de una fábrica mecánico dentista, "trabajé como un burro durante 10 años". Hasta que se presentó para ocupar el puesto de lavaplatos en la cantina. Allí comprendió que había terminado la desesperada carrera. "En seguida me di cuenta de que éste era mi oficio. Fui ayudante de cocina y camarero antes de entrar en la sociedad del negocio". Se ocupó de ampliar la variedad y mejorar la calidad de los platos. El horario extendido sin límites hasta el amanecer y el buen humor del anfitrión acercaron al lugar a músicos, actores y trabajadores del espectáculo El rumor y las buenas referencias atrajeron luego a intelectuales y políticos, a quienes siguieron los periodistas. De pronto, y sin aviso previo, el lugar resultó ser, desde hace ya varios años, el punto de cita y reunión nocturna de cuanta personalidad se encuentra en Buenos Aires.
Desde Héctor Alterio o Analía Gadé a Víctor Manuel y Ana Belén, además de diputados, senadores o funcionarios públicos que se hayan quedado trabajando hasta tarde en el Parlamento. La atención personal del gallego Pepe, que salta de mesa en mesa para aprobar un borgoña, contar un cuento o participar como un amigo más de la charla, le da a la cena un aire familiar inigualable. Sus camareros son los mismos que le acompañaron al comienzo, y todos trabajan a justo, pues les paga muy bien. "Ese es el único secreto, un lugar donde te sientes entre amigos y comes de lo mejor, qué más".
El presidente de la nación, Raúl Alfonsín, fue un habitual de la cantina hasta las elecciones del año pasado. Era común que los candidatos de todos los partidos pasaran por allí después de los mítines. Ahora, Pepe lamenta en parte que haya sido Alfonsín el elegido, me pierdo sus charlas de sobremesa, donde aprendí tanto de política".
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