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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Accidentes militares

LA LARGA relación de accidentes ocurridos en diversas dependencias militares durante las últimas semanas, de los que han sido víctimas muchachos que cumplían el servicio militar, deber y derecho recogido por el artículo 30 de la Constitución, exige una reflexión a la vez alejada de la resignación y de la demagogia. Dado que esos desgraciados sucesos, que han dado lugar a muertes o a heridas graves, se deben a causas distintas, sería inadecuado meterlos en el mismo saco y olvidar su origen diverso. No cabe, así, generalizar el caso del recluta que, intervenido posteriormente en una clínica de León, perdió el bazo tras la agresión de un teniente, que le propinó una patada y le obligó después a correr tres kilómetros.En este supuesto sólo procede recordar que la Constitución garantiza a todos los ciudadanos "la integridad física y moral, sin que en ningún caso puedan ser sometidos a torturas ni a penas o tratos inhumanos o degradantes". Las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, promulgadas en diciembre de 1978, establecen igualmente que la dignidad y los derechos inviolables de las personas" son valores que el militar "tiene obligación de respetar y derecho a exigir"; en consecuencia, "ningún miembro de los Ejércitos podrá hacer objeto a los demás ni sufrir él mismo maltrato de palabra u obra ni cualquier otra vejación o limitación indebida de sus derechos". En ese asunto, así pues, la única observación pertinente es confiar en que las medidas disciplinarias del Ejército y la acción de los tribunales impedirán que acciones de ese género puedan volver a repetirse.

Digamos al respecto que el mantenimiento de la disciplina no puede convertirse en una coartada justificadora de ejercicios de crueldad. Según el artículo 87 de las Reales Ordenanzas, quien ejerce el mando "tratará de inculcar una disciplina basada en el convencimiento", "razonará en la medida de lo posible sus órdenes para facilitar su comprensión y aceptación" y "evitará que el subordinado obedezca únicamente por temor al castigo". Por desgracia, hay otros testimonios -como la aterradora carta enviada a sus padres por un soldado destinado en las Compañías de Operaciones Especiales (COE), que falleció después en Jaca a consecuencia de un disparo- de que algunos mandos de nuestras Fuerzas Armadas dan un trato a los reclutas incompatible con ese espíritu.

Otros episodios (un soldado muerto en un calabozo de Sabiñánigo o los fallecimientos producidos a resultas de disparos en Ceuta, Las Palmas, Jaca y Madrid) presentan aspectos oscuros que necesitarían una diáfana explicación. Se ha registrado también una intoxicación colectiva, afortunadamente leve, en el CIR de Viator (Almería) por ingestión de alimentos en mal estado y un alarmante caso de meningitis en el CIR de Colmenar Viejo (Madrid). Pero son la falta de precauciones en el manejo de las armas de fuego y los accidentes de tráfico los que ocupan el mayor espacio en esta dolorosa crónica.

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La explosión de una granada durante unas maniobras militares en el campo de San Gregorio causó la muerte de dos soldados e hirió gravemente a otros tres reclutas. La imprevista puesta en marcha de una pieza de artillería autopropulsada mientras se procedía a una revista de material ocasionó en Sevilla la muerte de un soldado e hirió gravemente a otro. Un teniente perdió la vida en Jaca al dirigir la operación de aterrizaje de un helicóptero. El vuelco de un vehículo militar en Chinchilla causó la muerte de un sargento y de un soldado, así como varios heridos. Un choque de circulación en cadena en Zaragoza produjo 12 lesionados, mientras que el vuelco de un camión militar en Zulueta arrojó el saldo de 12 soldados heridos. El despeñamiento de un camión por un barranco en unas maniobras en Trasmoz ha producido la muerte del soldado que lo conducía, aunque la familia del fallecido pone en duda la versión oficial del accidente y aduce que el muchacho fallecido carecía del carné de conducir correspondiente.

Durante 1983 se produjeron en nuestras Fuerzas Armadas, sólo en actos de servicio, mas de 1.200 hospitalizaciones y 109 muertes por accidente, frente a los 11 muertos por accidente registrados en el mismo año en las fuerzas armadas británicas. La falta de información sobre el número, la frecuencia y la gravedad de accidentes en períodos anteriores de nuestra historia impide establecer comparaciones que pudieran ilustrar sobre los avances o retrocesos producidos en la tarea de prevenirlos y de castigar los excesos cometidos contra los soldados. El manejo de material bélico -de acuerdo con el viejo refrán de que las armas las carga el diablo- encierra evidentes riesgos y obliga a extremar las precauciones. Si los camiones de la flota civil manejados por expertos conductores constituyen una potencial amenaza en las carreteras, la decisión de confiar la conducción de vehículos pesados a muchachos sin apenas preparación puede equivaler a jugar con el destino. No en vano las Reales Ordenanzas exhortan a que se vigile especialmente "el cumplimiento de las medidas de seguridad, tanto para el personal como para el material que se utilice". Pero lo más importante es que quienes ejercen el mando tengan siempre presente que, tal y como enuncian las Reales Ordenanzas, "el soldado constituye el elemento básico de los Ejércitos y representa la aportación esencial de los ciudadanos a la defensa de la Patria". Las especiales características de jerarquía del régimen castrense nunca pueden prevalecer sobre los principios y los valores de nuestro ordenamiento jurídico global, entre otras cosas porque las propias Reales Ordenanzas establecen que la disciplina "tiene su expresión colectiva en el acatamiento a la Constitución, a la que la institución militar está subordinada".

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