Polémica sobre la calidad de la comida de los reclusos en la cárcel de Oviedo
La asociación asturiana Prisión y Sociedad y el director de la cárcel de Oviedo, Alberto Velarde, han entablado una polémica en la Prensa regional en torno a la calidad de la comida que se suministra a los reclusos de este establecimiento penitenciario del Principado de Asturias. Las protestas de los internos por el mal estado de los menús ya ocasionó un conato de motín el pasado mes, incidente que culminó con la intervención de la Policía Nacional (véase EL PAÍS del pasado 21 de junio).Según Prisión y Sociedad, organización de carácter progresista creada recientemente en Oviedo, la comida que se ofrece a los reclusos de la prisión, "que había mejorado hace un tiempo, coincidiendo con la llegada del nuevo director, desde hace unos meses ha vuelto a ser de una calidad y una preparación pésimas, dándose el caso de haber ofrecido carne podrida".
Según esta misma versión, que ha sido calificada por Alberto Velarde como un intento de desestabilizar la cárcel, el pasado mes de junio, un grupo de internos, hartos de reclamar, asaltaron la cocina.
Alberto Velarde asegura que la comida que se da a los presos "es todo lo buena que puede ser por un total de 190 pesetas diarias por persona ( ... ), pero esto no significa que se suministren alimentos en malas condiciones. En algunas ocasiones se pueden haber dado raciones escasas, pero nunca comida estropeada, como se ha llegado a decir", señaló.
El suministro de psicofármacos es otro de los ejes de esta controversia. Según Prisión y Sociedad, asociación que mantiene reuniones y encuentros periódicos con los reclusos, hasta el pasado mes de junio los internos podían obtener con toda facilidad recetas de tranquilizantes y neurolépticos, prescritas por el médico de la cárcel ovetense.
Esta circunstancia propició la extensión del uso de estos medicamentos, que algunos mezclaban con cerveza para obtener así una mayor sensación de bienestar. Los problemas derivados de un consumo tan generalizado hicieron que el director de la cárcel indicara al médico que restringiera al máximo la prescripción de los psicofármacos, con los que se había llegado a constituir un auténtico mercado negro dentro de la prisión.
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