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La Central Obrera Boliviana paraliza el país a cinco días del frustrado golpe de Estado contra Siles Zuazo

Antonio Caño

Cinco días después del intento golpista que conmovió a Bolivia y al mundo entero, el país se encuentra prácticamente paralizado en respuesta a una convocatoria de huelga general indefinida hecha por la Central Obrera Boliviana (COB) contra la política económica del Gobierno. A excepción de los servicios de agua, luz y teléfono y el transporte público, cuyo sindicato no forma parte de la COB, todas las actividades quedaron suspendidas ayer. los colegios, las oficinas públicas, las empresas privadas, la minería, la televisión, el servicio de gasolineras y el transporte aéreo, excepto los vuelos internacionales.

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El paró ha sido calificado de "precipitado y político" por el Gobierno, que muestra su preocupación por una convocatoria de tales características en momentos en que el país vive aún inmerso en una gran confusión política como consecuencia, del intento de golpe de Estado del pasado día 30.La huelga estaba inicialmente prevista para el pasado lunes pero los dirigentes sindicales decidieron retrasarla en lo que consideraron un gesto generoso hacia el presidente, que dos días antes había sido secuestrado por un grupo de militares y civiles.

El pasado miércoles, el Gobierno entregó a la COB una serie de disposiciones legales, rechazadas por la central sindical que tenían cómo objeto la búsqueda de "un consenso con la clase trabajadora en torno a la normalidad de la producción" como única salida para superar la crisis y defender la democracia.

Es ostensible el malestar reinante entre algunos sectores de trabajadores contrarios a la huelga, que, no obstante, se han sumado a ella para obedecer las instrucciones de la COB. El poderoso sindicato boliviano, probablemente el más fuerte de toda América Latina, ejerce una enorme influencia sobre los trabajadores, que, aunque apenas tienen capacidad de decisión por el tipo de organización interna de la COB, respetan escrupulosamente las consignas del sindicato, dado que éste representa la única estructura del país que les protege y en la que sus intereses son mínimamente defendidos.

Ante el peligro que supondría una prolongación de la huelga todos los sectores influyentes del país han ofrecido su mediación entre el Gobierno y la COB; entre ellos, el arzobispo de La Paz, Jorge Manrique, que en la noche de ayer (madrugada en la Península) tenía previsto entrevistarse con el presidente Siles y los dirigentes obreros.

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La COB exige al Gobierno el cumplimiento de los acuerdos alcanzados por ambos a finales del pasado mes de mayo, cuyos puntos fundamentales son la suspensión del pago de la deuda contraída por Bolivia con la banca privada internacional y el control de los precios, al menos durante un plazo de seis meses. El Gobierno, reforzado ante la opinión pública por los sucesos del pasado día 30, no está dispuesto a facilitarle un triunfo a la COB, que, en los términos personalistas en que se mueve a veces la política de este país, equivaldría a admitir la victoria del viejo líder sindical Juan Lechín Oquendo sobre su eterno enemigo político, el también septuagenario Hernán Siles.

Durante todo el día de ayer se mantuvieron contactos entre el Gobierno y la COB, y los observadores eran moderadamente optimistas sobre la posibilidad de que hoy o mañana pueda detenerse la huelga.

La COB convocó en 1982 una huelga general indefinida para exigir el retorno del país a la democracia, que finalizó sólo cuando Siles llegó al aeropuerto de La Paz para asumir la presidencia de la República.

Desde ese momento, la situación económica de Bolivia ha ido en permanente deterioro, con una pérdida escandalosa del poder adquisitivo de los trabajadores, desabastecimiento de productos de primera necesidad y hundimiento de la producción y de las exportaciones.

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