España y la OTAN: bienvenido, Fernando
El autor de este trabajo manifiesta en general su acuerdo con Fernando Claudín y Ludolfo Paramio en sus artículos en favor de la permanencia de España en la OTAN; pero, mientras afirma su conformidad con los argumentos de la primera parte -sobre todo con la tesis que considera cierto el peligro de la agresión soviética- muestra su disconformidad con las tesis de la segunda parte, que señalaban la conveniencia de trabajar por una Europa desmilitarizada, desnuclearizada y en paz.
Lo último que, el autor de este artículo había leído de Fernando Claudín antes de sus recientes textos en pro de la permanencia en la OTAN fue una aportación al número que Revista de Occidente dedicó a George Orwell. Me pareció lo más importante de él no tanto la interesante reflexión doctrinal como la experiencia en la práctica de mucho de lo que Orwell describió en 1984.Cuenta Claudín un caso, experimentado por él mismo, de reescritura de la historia como la que practicaba Winston Smith, el protagonista de 1984. Cuando abandonó la Unión Soviética trató de trasladar consigo los tomos de la enciclopedia oficial de aquel país; se encontró con que no era posible porque el decurso implacable del tiempo había tenido unas consecuencias lógicas: un Beria que era, en otro tiempo, un héroe nacional y de la revolución aparecía ya como un monstruo de maldad. Hubo, pues, que arrancar las páginas de la enciclopedia dedicada a él para que pudiera abandonar, con su dueño, el país.
La anécdota y la posterior toma de postura de Claudín (y Ludolfo Paramio) con respecto a la OTAN no me parece que carezcan de relación íntima y estrecha. Desde luego abonan en favor de la sentencia según la cual la lucha final habrá de producirse entre comunistas y ex comunistas. Argumento principal del artículo sobre la OTAN es la evidencia de que la Unión Soviética es la única potencia imperialista en Europa occidental, aunque ello se explique más por causas históricamente constatadas que por razones derivadas de la esencia política de aquel régimen. Otro argumento, hasta ahora producto supuesto de la propaganda norteamericana, pero cuya evidencia se impone desde mi punto de vista, es el de que la pertenencia a un organismo como la OTAN supone una capacidad de protagonismo y de decisión que no da la marginación.
Paz y disuasión
Pero no merecería la pena tratar de la cuestión si sólo hubiera esos argumentos. A fin de cuentas, la posición de Claudín merecería el reconocimiento ante un ejercicio intelectual de la valentía. Incluso se podría juzgar que los que siempre hemos sido partidarios de la pertenencia a la OTAN no debiéramos recibir con un título como el que encabeza este artículo una toma de postura que necesariamente ha de causar problemas en el seno del partido propio y que se pueden ver aumentados si los que no somos socialistas apoyamos, desde fuera, una toma de posición tan conflictiva. Pero sucede que después de darle la bienvenida hay que decir que no resulta convincente el resto de la argumentación empleada por el más importante de nuestros pensadores de izquierdas.
Claudín y Paramio, inmediatamente después de los argumentos empleados, caen en el habitual "ni Reagan ni Chernenko" de los pacifistas. Según ellos, la nueva guerra fría sería producto fundamental de la política del presidente norteamericano, y con la permanencia de España en la OTAN se haría posible una Europa unida y autónoma, especie de tercera vía inédita entre las dos superpotencias.
Lo malo de este tipo de argumentación es que no parece capaz de resultar muy convincente. A todo el mundo le resulta penosa la pertenencia a una alianza militar; lo menos que puede exigir son buenos argumentos para sumarse a ella. Y ella no implica necesariamente suscribir la opinión de Reagan; esto no está en cuestión. Lo que está en cuestión es que a Reagan se le puede echar mediante unas elecciones, y en los países del Este eso no sucede.
El máximo de libertad a través de la historia
Lo que está en juego, en efecto, con la permanencia en la OTAN no es una hipotética tercera vía, sino la permanencia de un sistema de organización política peculiar y no carente de vicios, pero que ha proporcionado a la humanidad el máximo de libertad que ha tenido a través de la historia En lo que falla el pacifismo al uso es en no tener en cuenta que la cuestión de la paz no debe de desligarse de la libertad. Ahora bien, ésta es sustancialmente diferente de las instituciones vigentes en la Europa del Este, como bien saben los pacifistas de allí y parecen ignorar los de Occidente.
Desde luego no hay que atribuir a la Unión Soviética unos dementes propósitos de llevarnos a una guerra mundial en un plazo corto de tiempo, pero sí una voluntad de jugar una estrategia mundial lenta pero agresiva que pone en peligro la existencia de la libertad allí donde existe.
La paz no es posible sin la distensión, pero tampoco sin la disuasión. Lo que implica la disuasión es la conciencia de la bondad de la propia organización política, dentro de disparidades enormes que van desde la izquierda a la derecha. La OTAN es la disuasión en la libertad; por tanto, es una pieza en sí misma imprescindible para la paz.
Esa me parece que es la argumentación que puede resultar aceptable para un ciudadano español. Es la que corresponde a la tradición socialista: Franco era el que no quería entrar en la OTAN; Prieto, sí, y por esas razones pensar en otras tiene su lógica, pero lo malo es que pueden caer en tal oportunismo, sofisticamiento o complicación que su eficacia puede llegar a resultar nula, que es lo que me temo en el momento presente.
Inevitable y necesario
Sin embargo, probablemente es inevitable y necesario que así suceda. Como en el caso de la polémica sobre el marxismo, el PSOE, en su evolución desde sus postulados originarios a su posición actual y futura, tiene que mantener actitudes que podríamos denominar transicionales. Eso demuestra que UCD hizo bien, en su último enático Gobierno, en embarcarnos en una opción de la que el PSOE descubrirá su bondad; eso demuestra que hacemos bien quienes propugnamos una confrontación ideológica, que es la que ayuda a que esos cambios se produzcan.
Pero esto nos obliga también a nosotros a, sin declinar de nuestras posiciones, aceptar también este tipo de argumento, en la conciencia de que ni siquiera tiene carácter definitivo. Puesto que Claudín y Paramio concluyen con una sentencia en latín, quizá valga para sus argumentos en pro de la presencia en la OTAN esta otra: Quiquid recipitus admodum recipientis recipitus.
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