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Los guatemaltecos dan a los partidos centristas el Mandato de redactar una nueva Constitución para su país

El pueblo guatemalteco ha dado a los partidos centristas el mandato de redactar la futura Constitución. Las primeras elecciones celebradas en este país bajo un relativo sistema de garantías arrojan el balance siguiente: retroceso de la extrema derecha, crecimiento del voto moderado hasta rebasar el 60% y elevada participación. A falta de datos definitivos de todo el país, el Tribunal Supremo Electoral ha anticipado que tres de cada cuatro electores acudieron a las urnas, cuando en anteriores comicios los abstencionistas superaban a menudo a los votantes.

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La sombra que planea sobre esta jornada electoral es el alto porcentaje de votos nulos. Uno de cada cuatro votantes no se sintió representado por ningún partido y dejó su papeleta en blanco o la anuló deliberadamente. Este sufragio de protesta, nutrido en buena parte por una izquierda que no participó en el proceso, se equipara prácticamente al partido más votado. Un nutrido grupo de congresistas norteamericanos, que siguió la votación a título de observador, calificó los comicios como "un primer paso hacia la democracia, aunque sería prematuro afirmar que Guatemala tiene ya un sistema democrático". A su juicio, la concurrencia masiva a las urnas es producto "más de la esperanza que de la confianza del pueblo guatemalteco".El triunfo relativo correspondió a la Unión del Centro Nacional (UCN), a la que algunos califican como una versión guatemalteca de la UCD. Su propio líder, Jorge Carpio, editor de los periódicos El Gráfico y La Razón, no oculta su admiración por el trabajo político de Adolfo Suárez, aunque considera que la falta de un liderazgo indiscutible motivó el fracaso final de este partido. Carpio asegura que en su UCN no habrá barones que les cuestionen la dirección máxima.

En sólo 12 meses (el partido se constituyó en julio de 1983), UCN se ha colocado por encima de los partidos tradicionales con una amalgama de excelente mercadotecnia electoral a la americana, un manual de ideas democráticas y el mensaje primario de que es una organización de caras nuevas sin compromisos con los militares.

Este último punto no está tan claro para alguno de sus competidores. Nadie se explica de dónde ha podido sacar tanto dinero Carpio para realizar la campaña más cara que se recuerda. Los opositores dicen que se ha gastado más de 1.200 millones de pesetas, cuando ellos apenas dispusieron de una décima parte de ese dinero.

Vinicio Cerezo ha llegado a afirmar que una tercera parte de los fondos electorales de la UCN procede de préstamos concedidos por el Banco del Ejército, insinuando la posibilidad de que los militares puedan instrumentar un nuevo partido oficialista de rostro más civilizado. Carpio ha negado tales acusaciones y asegura que casi toda su propaganda televisiva y radiofónica la ha hecho a cambio de publicidad de esos medios en sus dos periódicos.

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El presidente, general Óscar Mejía Víctores, ha acudido en socorro de Carpio al afirmar que ni en estas elecciones ni, en las presidenciales ha habido ni habrá un partido oficial. Se ha comprometido, por lo demás, a entregar el poder al futuro presidente electo en la fecha que decida la Asamblea Constituyente, nunca después del 1 de agosto de 1985.

La UCN consiguió en la capital un 26% de sufragios, un poco menos que lo que ya se conoce como el partido del voto nulo. La Democracia Cristiana le sigue en segundo lugar, con el 20%; la coalición ultraderechista MLNCAN, con el 14%, y el Partido Nacional Renovador, antiguo aliado de los democristianos, con el 12%.

Estos datos pueden sufrir ligeros cambios con los resultados del interior, ya que los partidos de la extrema derecha mantuvieron su primacía en las provincias orientales, pero en el Occidente, que es la zona más rica del país, han registrado derrotas incluso más severas que en la capital.

El fracaso más importante de estas elecciones es sin duda el de la extrema derecha y los partidos oficialistas, como el PR, que se ha desinflado estrepitosamente en cuanto tuvo que navegar sin el auxilio de los militares, a quienes sirvió de fachada durante muchos años para encubrir sus fraudes electorales.

El Movimiento de Liberación Nacional (MLN), un partido de ideología abiertamente fascista, ha descendido a un modesto tercer lugar, después de la hegemonía que mantuvo por espacio de 30 años. Esta organización dio cobertura civil al golpe de Estado de 1954, que, con la ayuda de los norteamericanos, derribó a Jacobo Arbenz, y ha apoyado sin vacilaciones la guerra sucia contra la insurgencia, reduciendo toda la vida política del país a una cruzada contra el comunismo.

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