El concierto de Bob Dylan
Acabo de leer, con gran pesar, las críticas del concierto de Bob Dylan. Ya le escribí después de la precrítica de G. C., y me veo forzado a insistir. La habitual parcialidad de este tipo de reseñas se mantiene. Gabriela Cañas (G. C., presumo), pese a haber tenido ocasión de ver el concierto entero y de mirar por todo el campo, insiste exclusivamente en las presencias ministeriales y en la madurez del público (que, dicho sea de paso, siempre parece un defecto en estos comentarios). Sin duda, el resto del público no estábamos allí.Fernando Martín recoge selectos comentarios de los habituales despistados. Son, sin duda, interesantes. No son, sin embargo, representativos: se podían oír cosas muy diferentes, que también podría haber señalado. Sus observaciones sobre los himnos, "emparedados" con canciones desconocidas "para la parroquia española", no merecen ni comentario, y uno siempre acaba preguntándose a qué va cierta gente a estos conciertos.
Santiago Alcanda es el único que ha intentado hacer una crítica seria, y hay que agradecérselo de corazón. Se puede estar en desacuerdo con su opinión en cuanto a la "música de otrora" de Dylan, pero merece todo mi respeto. Por lo demás, también es muy respetable la opinión de G. Cañas y F. Martín, aunque no parezcan saber de qué hablan.
Yo también estaba cansado, pero no fui a pedirle nada a Dylan; ninguno, de los allí presentes teníamos - derecho a ello. Su concierto fue soberbio, cosa que no puede decirse de todo su público-
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