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Las heroínas

Dice el teniente general Saavedra que es lógico que el Museo del Ejército, que él dirige, tenga una Sala de Heroínas, porque "los militares somos amantes de las mujeres, como militares y como hombres". La Sala de Heroínas, cuya "decóración en tonos claros responde al fin para el que ha sido niontada", según la guía de mano del museo, recoge acciones de mujeres que, salvo en los casos de las integrantes de Auxilio Azul, que realizaron sus actividades en la "Guerra de Liberación" (1936-1939), y otras excepciones, como Manuela Malasaña o María Pita, no alcanzaron la gloria por ser mujeres o por luchar sin dejar de serlo, sino porque "supo, ocultando su sexo, luchar en las filas de, Savals en la Guerra Carlista" (Francisca Guarch); porque supo, venciendo su miedo, luchar como un artiliero" (Agustina de Zaragoza), porque luchó "como un soldado" (Catalina de Erauso, La monja ayérez) o porque se portó "como el mejor artillero", en palabras de Palafox (Manuela Sancho).Este matiz en la presentación de la historia no excluye a las militantes de Auxilio Azul, "organización femenina que actuó clandestinamente en el Madrid rojo durante la Cruzada de Liberación Nacional" y que, "rememorando las catacumbas de los primeros cristianos, organizó el auxilio espiritual". Su fundadora, María Paz Unciti, fue fusilada porque "la furia roja no podía perdonar a las víctimas que, gracias al sublime sacrificio de aquella niña, escapaban de sus manos". Pero, pese a terminar fusilada, lo suyo no fue un acto de valor o de servicio, como los de sus compañeros varones, sino que "murió en acto de caridad heroica". Todos los textos que acompañan a los documentos, objetos y fotograflas de Auxilio Azul son un ramillete de banderas bordadas en "homenaje al glorioso Ejército de Liberación Nacional" para "engalanar la martirizada ciudad" y de heroicas mujeres, "oro purísimo probado en él crisol del amor a Dios, a su Patria y a su prójimo. ¡Arriba España! ¡Viva Franco!".

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