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El pastor protestante y el revolucionario sandinista

El candidato a la designación demócrata para la presidencia norteamericana, el reverendo de raza negra Jesse Jackson, llegó ayer a Managua para una visita de menos de 24 horas de duración, al término de su gira por Centroamérica y Cuba. Jackson fue recibido en el aeropuerto por el miembro de la junta nicaragúense Sergio Ramírez.

Ramírez dijo en un acto público posterior en honor del político norteamericano que Nicaragua encontraba en él a un aliado en momentos'en los que el país "estaba sufriendo la agresión de EE UU". Mientras el miembro de la junta abundaba en su discurso afirmando que "la agresión norte americana había causado ya centenares de muertos, la pérdida del hogar de millares de personas y la destrucción de nuestros modestos recursos económicos", Jackson permanecía en silencio.

Al término de la arenga, el candidato norteamericano inició una plegaria, a la que pidió que se sumaran tanto los miembros de su comitiva de periodistas y ayudantes -unas 90 personas- como el grupo de nicaragüenses presentes en el acto. Ramírez pareció dudar entonces entre permanecer en posición de firmes como si la oración colectiva no fuera con él o inclinar su cabeza en señal de respeto. Tras unos segundos de aparente vacilación encontró una fórmula de compromiso, manteniéndose como estaba, pero bajando los ojos, en lo que se podía interpretar como una deferencia respetuosa, a lo largo de la ceremonia, que era retransmitida en directo por la televisión del país.

En la etapa anterior del viaje ya se había producido una situación similar cuando el presidente cubano, Fidel Castro, se presentó en una iglesia metodista de La Habana, a la que había acudido a orar Jesse Jackson, pastor de esta Iglesia protestante. En un momento de la ceremonia, Jackson unió sus manos a las de otros feligreses y todos comenzaron a cantar el conocido himno We shall overcome. Pese a la invitación de sumarse a los orantes, Castro permaneció de pie en silencio.

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