La Unesco, una nueva frontera para la paz
El director general de la Unesco, el senegalés-Amadou Mahtar M'Bow, llega a España invitado por el Gobierno español; con este motivo, el embajador español ante esta organización internacional traza un breve esquema de su fundación, historia y principios doctrinales. En la actualidad, la Unesco está sometida a corrientes de pensamiento muy diversas, pero conserva su primigenia vocación de instrumento para la paz, la ciencia y la cultura.
El rey Juan Carlos y el presidente del Gobierno, Felipe González, recibirán el día 20 al director general de la Unesco, Amadou Mahtar M'Bow, invitado por el ministro. de Educación y Ciencia, profesor José María Maravall. M'Bow será así huésped de honor, en estos días, de nuestro país. Hace casi un año, los Reyes de España visitaban, también oficialmente, la Unesco, en su sede de París. Don Juan Carlos se convertía así en el primer jefe de Estado español que se dirigía a la comunidad científica mundial.El Rey, en aquella ocasión, pronunciaría un discurso memorable, aplaudido por mis de 1.000 delegados de todo el mundo puestos en pie; discurso de conciliación internacional y de reafirmación de la libertad y de la paz como principios inexcusables en los que debe descansar un nuevo orden planetario más justo y democrático.
Los fines
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) nace, ante todo, con una finalidad concreta: como la gran respuesta cultural ante las guerras. En 1945, en efecto, se aprueba en Londres la convención que fija la carta constitucional de la Unesco. Un año más tarde, el 4 de noviembre de 1946, se constituye la Unesco en París, presidiendo la primera conferencia general el socialista francés Léon Blum. El científico británico Julian Huxley será el primer director general. Desde Huxley hasta M'bow, desde 1946 hasta 1984, han dirigido la organización un mexicano (Torres Bodet),dos norteamericanos (John Taylor y Luther Evans), un italiano (Vittorino Veronese) y un francés (René Maheu). M'Bow, figura descollante de la intelectualídad africana, ex ministro de Educación de Senegal, que aúna imaginación y eficacia, pragmatismo y sentido de la conciliación, dirige la Unesco desde 1974.
En el preámbulo de la declaración constitutiva de la Unesco se señala como base fundamental de la organización el reforzamiento de la paz y la eliminación de la guerra: "Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz". Preservar la paz, iústitucionalizarla operativaménte,es eliminar las causas de la guerra: la desigualdad, los prejuicios, la ignorancia.
La educación y la cultura, la ciencia y la comunicación, son los instrumentos idóneos que pueden hacer viable un orden intemacional nuevo: conseguir la "solidaridad intelectual y moral de la humanidad". Así, paz y libertad, dignidad humana y cooperación entre los pueblos, bienestar y desarrollo, condensarán -desde su inicio- los principios democráticos de la Unesco. Los Estados fundadores -27 en 1946, 161 en 1984- declaran que están persuadidos de la necesidad de asegurar a todos el pleno e igual acceso a la educación, la posibilidad de investigar libremente la verdad objetiva y el libre intercambio de ideas y conocimientos?".
Las dificultades
Una organización mundial como la Unesco, en donde coexisten países con sistemas sociales y políticos heterogéneos, con diferencias económicas abismales, tiene que ser necesariamente dinámica y receptiva a los cambios. Y todo dinamismo que modifica mentalidades y estructuras implica conflictividad. Conciliar las discrepancias, aunar voluntades, instrumentar medios a fines, es el constante desafío de la Unesco desde su fundación.
Tres grandes dificultades cercan, histórica y actualmente, a la Unesco. La primera es de orden económico. La consecución de unos fines tan profundos exige un presupuesto grande, que los Estados regatean. Muchos Estados están más preocupados por la seguridad y por la carrera armamentista que por la libertad, el bienestar y la educación. Hay aquí una dualidad de planteamiento cuya opción es dramática: si la paz se consigue y se mantiene por la educación y el desarrollo, o la paz se preserva sólo por las armas. Si el equilibrio educación / seguridad se rompe, no hay paz estable: hay sólo treguas coyunturales.
La segunda dificultad consiste en la reordenación de los objetivos. No se trata de un problema de politización de la acción programática, sino de plantearse el problema desde otra perspectiva: desde el hecho, de la gran desigualdad entre los países y los pueblos. Avanzar gradualmente hacia una igualdad exige una generosa cooperación, en que los países desarrollados ayuden a los países subdesarrollados. La Unesco es, así, no sólo un gran foro de convivencia e intercambio, sino también -y sobre todo- un alto organismo de transferencia de medios, manteniendo y fomentando las propias identidades nacionales. Adecuar medios y productos no es,realmente, una tarea fácil en un mundo polarizado y antagonizado ideológicamente. Ayudar a romper este antagonismo, conciliando grandes / pequeñas potencias, regímenes políticos sistemas socia,les y países ricos países pobres, exige de todos esfuerzo, comprensión y solidaridad.
La tercera dificultad es la organización interna de la Unesco. Es evidente que una organización en la que prácticamente participan todos los Estados del mundo, que ha necesitado crecer burocrática mente, que su programación al canza múltiples campos, exige permanentemente reformas inter nas. No sólo la Unesco, sino todas las organizaciones internaciona les, se plantea su reforma y su reactualización interna. Ni hay que ideologizar las reformas, en cubriendo otros objetivos, ni tam poco mantenerse en inmovilismos disfuncionales.
El papel de España
Los exiliados españoles, la España peregrina y trasterrada de nuestra última guerra civil, fueron los primeros en entrar en la Unesco: los primeros en recibir su apoyo generoso y en realizar una gran labor intelectual y política. La lengua española entrará antes que el propio Estado: en 1950, el español será declarado idioma oficial; en 1953, España será miembro de pleno derecho en la Unesco.
A partir de entonces, en estos 30 años, España irá gradualmente participando en sus distintos programas. En la actualidad está presente en todos los sectores, desta cándose en la Comisión Océano gráfica Intergubernamental, en el Programa Hidrológico Internacional, en el Programa MAB (el hombre y la biosfera), en el Consejo Internacional de Museos. Casi un centenar de españoles, -entre expertos, funcionarios. y consdltores- forma parte y colabora en la organización. A través de la Unesco, nuestra cooperación con Latinoamérica -en contacto con el ICI- se ha acrecentado. Los ministerios de Educación y Ciencia y de Cultura, universidades y centros asociados cooperan también, de forma eficaz, con la organización. La comisión nacional española, recientemente reestructurada, mantiene una permanente y dinámica conexión con los distintos departamentos de la Unesco. En la lista del patrimonio mundial, que fija la Unesco, van a ser incluidos en breve gran parte de nuestros monumentos artísticos más sobresalientes de nuestra cultura: cuevas de Altamira, acueducto romano de Segovia; Santa María del Naranjo, San Miguel de Lillo y Santa Cristina de Lena (arquitectura prerrománica asturiana); mezquita de Córdoba, la Alhambra y el Generalife (en Granada); Santo Domingo de Silos y las catedrales de Burgos y León; monasterio y Real Sitio de El Escorial; Museo del Prado, y la obra arquitectónica de Gaudí: parque Güell y Casa Milá.
Tres acontecimientos han marcado últimamente las preferentes relaciones de la Unesco con España: la concesión del, Premio Simón Bolívar, -con igual mérito con el dirigente africano antiapartheid Mandela- al Rey de España, la presencia de los Reyes de España en la Unesco y, en el próximo año, la designación de Barcelona como sede mundial del Año de la Juventud.
A pesar de las dificultades, a pesar de un mundo polarizado, la Unesco asume el desafío del cambio y de la paz: "Transformar al hombre", como señaló el propio Rey de España, "a través de la educación, es decir, transformar, pacífica y libremente, las sociedades. La cultura de la convivencia es, así, una nueva frontera que entre todos debemos traspasar y asentar".
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