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Crítica:CINE : 'LA NOCHE DE VARENNES'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Paseo por un mundo nuevo

Aristócratas, progresistas, industriales, artistas, revolucionarios, criadas y viejos amadores se reúnen casualmente a lo largo de un cansado viaje en diligencia. Recorren, y algunos de ellos sin saberlo, el mismo camino que poco antes ha cruzado Luis XVI huyendo con María Antonieta en busca de refugio en algún país amigo: la revolución francesa se encuentra en su punto álgido y ninguno de los viajeros puede sustraerse a una definición al respecto. Los hay reaccionarios y progresistas, disidentes y complacidos, y por ello su viaje se transforma ante nosotros en un claro buceo por la historia, en un recordatorio de algunas de las actitudes asumidas por los contemporáneos de la revolución y, en consecuencia, también de las que aún cabe plantearse respecto a nuestro presente.En las muy bellas imágenes del fotógrafo Armando Nannuzzi, La noche de Varennes recrea, quizá con cierto idealismo, una época que al director Ettore Scola no le parece tan lejana a la actual. Considerando que, en su esencia, mucho de cuanto ocurrió en la Francia de 1789 puede invitar aún a la reflexión, desbroza su crónica pausadamente, rebuscando en cada momento dramático cuanto nos acerque a la perenne significación de sus personajes y, al tiempo, al desarrollo de los ingredientes propios del gran espectáculo cinematográfico.

La noche de Varennes

Director: Ettore Scola. Guión: Sergio Amidei y Ettore Scola. Fotografía: Armendo Nannuzzi. Música: Armando Travajoli. Intérpretes: Jean-Louis Barrault, Hanna Schygulla, Marcello Mastroiani, Harvey Keitel, Jean-Claude Brialy, Andrea Ferreol, Laura Betti, Michel Vitold. Italo-francesa, 1983. Histórica. Local de estreno: Alphaville.

En esa última necesidad es donde La noche de Varennes pierde parte de su encanto. Un presupuesto tan alto, unos actores tan famosos y una meta narrativa tan ambiciosa necesitan, al parecer de un tratamiento que destaque los medios utilizados antes incluso que su objetivo. En ocasiones el filme se hace innecesariamente reiterativo o demora su desarrollo en busca de efectos visuales, de lucimientos de actores o de anécdotas laterales, aunque alguna de ellas sea tan fascinante como la de ese viejo Casanova, físicamente derruido, que deambula como alma en pena en busca de los alegres recuerdos de su juventud. Marcello Mastroiani encarna a ese viejo amador con tal inteligencia, con tan sincero afecto por su personaje que, aun en un papel de menor duración, puede provocar el entusiasmo.

Una exhaustiva cita admirativa de los demás actores sería tópica. Todos son precisos y dan calor a sus representados. La calidad del capítulo interpretativo es quizá indiscutible. No así el resultado de las ambiciones de Scola, entretenido con frecuencia, a pesar suyo, en una puesta de sol, en la ajustada composición de los extras, en el ambiente de una fonda o en el recreo de un intérprete. La ausencia de brío orienta más el aplauso hacia las intenciones.

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