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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un arma nueva

LA DESTRUCCIÓN por el Ejército norteamericano, en una operación de ensayo, de un misil que volaba a 180 kilómetros de altura y a 24.000 kilómetros por hora nos aproxima un poco más a la fantasía de la guerra de los mundos o de las galaxias, emitidas con profusión por los escritores imaginativos a lo largo de este siglo. Podría no ser tan dramática una guerra que dirimiese los conflictos de la Tierra a una enorme distancia de ella y dejándola intacta; pero esa solución probablemente no es de este siglo. Por el momento, el ensayo afecta a las relaciones de fuerza actuales" visibles y palpables, y a la perdida noción del equilibrio.Por una parte, incide en los acuerdos tácitos de desmilitarización del espacio que se consideran básicos para la reducción de la sensación mutua de amenaza, que no consiste tanto en la guerra de las galaxias como en el miedo a que desde fuera de lo controlable se desplome el ataque nuclear sobre la Tierra; pero no está lejos del anuncio hecho directamente por Ronald Reagan hace dos años de que en su programa de armas estaba incluido el espacio exterior. Por otra, hoy por hoy mucho más considerable por la realidad práctica y no futurista, afecta mucho más al sistema de equilibrio de fuerzas que se discute incesantemente. En 1972, las dos grandes potencias llegaron a unos acuerdos por los cuales se prohibían a sí mismas, y mutuamente, la ampliación de los sistemas antimisiles, que consideraban "rearme defensivo". Uno y otro país consideraban que el equilibrio consistía en renunciar a protegerse contra el otro -con la excepción de un lugar en cada país, y concretamente en la URSS la red de antimisiles que amparan Moscú- ya que de otra forma se entraría en una nueva carrera agotadora capaz de alterar los datos de niveles de armamento con los que se operaba. Para defenderse de la acusación de violación de ese tratado, Estados Unidos alude a que este ensayo es meramente técnico y lo reprobable sería su multiplicación hasta convertirlo en sistema. La realidad es que de la fantástica prueba de lo que indudablemente es una nueva arma a su conversión en sistema de defensa, el tránsito puede no ser tan mecánico. Reagan se apoya en la demanda de seguridad de una sociedad que se sabe ya a una distancia de siete a diez minutos de un ataque nuclear soviético. Sin embargo han surgido serias oposiciones a los planes de fabricación de esas nuevas armas en la Cámara de representantes y en el Senado. Ello se explica porque la sociedad norteamericana conoce ya la paradoja de que un exceso de rearme, de seguridad o de defensa es muy peligroso, y que la afirmación de superioridad que con toda certeza tiene el nuevo antimisil no impide que la inferioridad manifiesta de los otros sea lo suficientemente fuerte como para destruirla.

La última propuesta de Constantín Chernenko es tácticamente más pacifista que acusadora, más moderada que violenta, como corresponde a su estrategia política ya trazada, y que, si no resultados militares, puede darle buenos réditos propagandísticos: propone reuniones inmediatas para llegar a nuevos acuerdos que actualicen los de 1972 y concluyan en nuevas prohibiciones de satélites-antisatélites o cohetes-anticohetes y a la destrucción de los ya existentes. Washington no encuentra, comprensiblemente, nada nuevo en estas propuestas, y a su vez expone su posición de que existe una indudable superioridad soviética y todos sus esfuerzos consisten en anularla: es decir, que el aludido equilibrio no existe, y que es el rearme norteamericano el que tiende a procurarlo. Son posiciones fijas, y recuerdan cuál es el eje de la dialéctica a la que estamos asistiendo, incapacitados de cualquier reacción, desde hace muchos años: las propuestas, conferencias o reuniones de desarme no hacen más que jalonar un progreso inaudito de las armas en cantidad y en calidad. Las dos superpotencias tienden a perpetuar un diálogo en el que no cabe discernir una suficiente voluntad de disipar esas ominosas amenazas que se ciernen sobre la humanidad.

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